Vestager agita de nuevo su guadaña y amenaza la fusión Orange-MásMóvil
La Comisión se ha envalentonado tras los últimos espaldarazos judiciales y crece el temor en las empresas a que imponga limitaciones demasiado duras a la integración
Telefónica no sería como es hoy. Corría el mes de mayo de 2016 y la Comisión Europea vetaba una operación forjada en el cielo. La compañía entonces encabezada por César Alierta había cerrado en marzo de 2015, casi un año antes, un acuerdo para vender 02, su filial británica, a un grupo poco conocido con sede en Hong Kong. Hutchison Whampoa, que ya atesoraba el operador móvil Three, se comprometía a pagar la friolera de 13.000 millones de euros por la división y abría una vía soñada para aligerar de una vez por todas la deuda financiera de la operadora española, que superaba los 50.000 millones. El movimiento no solo servía para engrasar el discurso ante los analistas, sino que alumbraba un futuro con menos ataduras para la teleco. Sin embargo, Bruselas lo paró todo. Nunca llegó una oferta igual. La tesis fue la habitual: la concentración dejaba en dos los competidores del grupo resultante, que tendría un 40% del mercado. Llueve o truene, la Comisión se ha resistido siempre a que se reduzcan de cuatro a tres actores en los mercados domésticos de telecomunicaciones. Hoy, Brexit mediante, la decisión parece una broma.
Las ramificaciones jurídicas de aquel desaguisado comunitario llegan hasta hoy, hasta el punto de amenazar la integración en marcha entre Orange y MásMóvil. En mayo de 2020, cuatro años después de la decisión que oscureció el camino de las fusiones en Europa, una sentencia del Tribunal General de la Unión Europea (TJUE) daba un vuelco al marco existente, al anular aquella devastadora medida de la Comisión. Consideraba el alto tribunal que, más allá de la limitación de operadores en el mercado, Bruselas debía aportar “evidencias suficientes para demostrar con una fuerte probabilidad la existencia de obstáculos significativos tras la concentración”. Estimaba que debía aplicarse una carga de prueba más estricta, y que no bastaba vetar la fusión bajo la premisa de que la pérdida de competencia era lo “más probable”. Todo un varapalo a la comisaria Margrethe Vestager, auténtica bestia negra del sector. Las telecos se las prometían muy felices, al punto que MásMóvil y Orange anunciaban en julio de 2022 su intención de fusionarse en una joint venture al 50% valorada en 18.600 millones.
La celebración, empero, duró más bien poco. La aguafiestas fue Juliane Kokott, abogada general de la UE, que apenas semanas después, el 20 de octubre, se pronunciaba contra el fallo del TJUE, pidiéndole que lo revise. Fuentes empresariales y de competencia sostienen que este último movimiento ha envalentonado de nuevo a la Comisión, que tendrá que pronunciarse sobre la operación Orange-MásMóvil y que no tiene ya jurisprudencia detrás para apearse de sus antiguos postulados, en el fondo nunca abandonados. El temor entre los afectados es que los requisitos sean tan duros para dar el plácet a la unión que les fuercen a desistir. “Un escenario donde un cuarto operador, en el caso español Digi, se aproveche de las desinversiones para operar como una low cost con alcance industrial empeora el mercado y no beneficia a nadie”, expone un asesor próximo al proceso. Fuentes internas de una de las dos empresas dejan claro que, si lo que plantea Bruselas resta demasiado valor al acuerdo y no se trata de demandas razonables, incluso cosméticas, la integración descarrilará sin remedio.
Orange y MásMóvil ya han notificado la operación de concentración a Bruselas. Entienden que el mercado español ha visto caer los ingresos en la última década un 30%, lo que ha lastrado las inversiones y retrasado en España el desarrollo del 5G real. “No es casualidad que Holanda o Noruega, que son los más avanzados, cuenten con tres operadores. Es muy importante para el país, se necesita la infraestructura para el desarrollo posterior de la conectividad”, explican fuentes conocedoras de la argumentación. Además, se subraya que ya existe un quinto operador muy activo, como es Digi, que incluso en determinados periodos capta más altas móviles que Telefónica.
No es casualidad que el propio José María Álvarez Pallete, damnificado en otros tiempos por el inmovilismo comunitario, prefiera hoy lidiar con un competidor fuerte antes de la aprobación de unas restricciones que potencien a un cuarto jugador susceptible de incrementar la presión vía precios. “La operación debería tener mínimos ‘remedios’ o directamente no tener ‘remedios”, dijo recientemente, casi retando a la Comisión a que por fin mande un mensaje de que ha entendido los nuevos desafíos del entorno digital. No es fácil. Las autoridades antitrust europeas y estadounidenses viven en mundos aparte. Es consenso entre las empresas que operan en España que Vestager está aferrada al pasado y se empeña en frenar movimientos esencialmente defensivos, claves para ganar tamaño en mercados muy trillados. Todo un pulso a su alter ego en la Comisión, Thierry Breton, partidario de dimensionar bien las empresas en la era digital. En efecto, Europa parece seguir sin comprender dónde se juega la partida. En apenas medio año, entre octubre de 2006 y abril de 2007, Google hizo dos movimientos que definieron su futuro, como fueron la compra de YouTube (mercado audiovisual) y de DoubleClick (publicitario). Unos años después, Facebook (ahora Meta) hizo lo mismo con la compra de Instagram y de WhatsApp para reforzar su posición como titán en las redes sociales. Se trata en todos esos casos de operaciones corporativas visionarias y, aunque ahora revisión, encaminadas en su momento a eliminar competidores y a forjar monopolios en mercados que ni siquiera estaban definidos (y ni siquiera hoy lo están). Todo con la aquiescencia de las autoridades de competencia, más preocupadas de mantener equilibrios inestables en entornos menguantes, esto es, en mirar por el retrovisor en vez de poner las luces largas para que Europa tenga por fin los campeones tecnológicos que ya tuvo en los años 2000. Incluso ahora Microsoft está en ese trance con la adquisición de Activision. ¿Puede ese movimiento marcar el futuro de los videojuegos o incluso definir el metaverso?
En el caso Orange-MásMóvil, la primera fecha marcada en rojo en el calendario es el 3 de abril, límite para que la Comisión decida si autoriza la operación en primera fase, sin restricciones, o abre una segunda para investigarla en profundidad. Entre bambalinas, todos los implicados asumen que será un proceso largo y que probablemente obligue a pactar remedies. “Esto solo sale si son para salvar la cara”, se advierte desde el entorno de una de las compañías. Hija de pastores luteranos, no es la comisaria danesa conocida por echar el freno. Pasar de cuatro a tres no sería una resta, sino una multiplicación.
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