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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una Turquía post-Erdogan podría salir del frío

Si gana la coalición opositora, las relaciones en cuestiones comerciales y climáticas con Occidente mejorarían

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.Europa Press/Contacto/Mustafa Kaya (Europa Press/Contacto/Mustafa Ka)

Los inversores han huido de Turquía en los últimos años, a medida que el presidente Tayyip Erdogan dejaba que se desatara la inflación. Las relaciones del país con Occidente se han deteriorado a medida que su presidente se acercaba a Putin. También ha hecho muy poco por frenar las emisiones de carbono. Una victoria de la oposición en las próximas elecciones, más probable tras el terremoto, podría cambiar la situación.

Erdogan aún puede conservar el poder en los comicios presidenciales y parlamentarias previstos para junio. Pero el terremoto que asoló el sureste de Turquía hace un mes le ha perjudicado. Así que consideremos el escenario en el que pierde.

La coalición de seis partidos que desafía al gobernante Partido AK planea acabar con la inflación, que según cifras oficiales es del 58%. Se compromete a restaurar las normas democráticas y el estado de Derecho, socavados por los 20 años de Erdogan. También dejaría claro que Turquía es un miembro leal de la OTAN. La decisión del presidente de bloquear la adhesión de Suecia y Finlandia lo ha puesto en entredicho. Estas políticas propiciarían la afluencia de inversiones occidentales y podrían allanar el camino para un nuevo acuerdo comercial y climático entre Turquía y la UE.

Las reformas económicas propuestas por la oposición supondrían daño a corto plazo. Pero las políticas poco ortodoxas de Erdogan están preparando una crisis financiera mucho peor. El banco central, que está bajo el control del presidente, ha bajado los tipos al 8,5%, lo que significa que el coste real de los préstamos es enormemente negativo. La autoridad monetaria también ha estado vendiendo divisas para apuntalar la lira, pese a tener pocas reservas internacionales.

Pese a la promesa de la oposición de restaurar la independencia del banco central, será difícil aplastar la inflación. Después de todo, si la lira se desploma, la inflación subirá al principio. Es más, Turquía podría necesitar tipos altísimos para controlar los precios. Eso podría desencadenar una recesión, minando la popularidad del nuevo Gobierno. Los inversores internacionales podrían mantenerse al margen hasta que estén seguros de que tiene el estómago para tragar la medicina necesaria.

Erdogan también ha creado un lío bancario. Su Gobierno obligó a las entidades a comprar bonos del Estado de bajo retorno. Cuando suban los tipos, esas entidades sufrirán grandes pérdidas. El Ejecutivo también prometió proteger los depósitos en liras en caso de depreciación. Así que una nueva administración podría tener que recapitalizar los bancos y desembolsar efectivo a los depositantes. Pero con una deuda pública bruta de solo el 38% de la renta nacional, podría permitirse el golpe.

Según Tim Ash, estratega de BlueBay Asset Management, un nuevo Gobierno podría descubrir otros “esqueletos”. Por ejemplo, hay poca transparencia sobre los tratos de Erdogan con Putin, incluido si Rusia fue uno de los países “amigos” que prestaron dinero a Turquía para elevar sus reservas de divisas.

Dicho esto, si Turquía se enfrenta a una crisis financiera, podría recurrir al FMI para un préstamo en divisas fuertes. La coalición probablemente debería hacerlo de forma preventiva para ganar credibilidad adicional, aunque parece poco probable.

Un nuevo Gobierno estaría bien situado para estrechar relaciones tanto con la UE como con EE UU. Su compromiso con la democracia facilitaría sin duda ese camino. También lo haría su esperada aprobación de la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN.

EE UU y la UE también querrían que la coalición tomara medidas enérgicas contra las empresas que ayudan a Rusia a importar material militar. Un alto funcionario de EE UU ya ha advertido de que podrían ser objeto de sanciones. Aunque Erdogan dice que tomará medidas si tiene pruebas, un nuevo Ejecutivo probablemente cooperaría de mejor grado. Pero no cortaría otras exportaciones a Rusia, que se han disparado tras la invasión de Ucrania, ya que algunos productos occidentales van ahora a Rusia a través de Turquía. La coalición tampoco dejaría de comprar hidrocarburos rusos. El país depende de las importaciones para el 99% de su gas y el 93% de su petróleo. También se beneficia de comprar crudo ruso con descuento, refinarlo y venderlo a otros países.

Turquía no ingresará pronto en la UE, su principal socio comercial. Su principal objetivo es modernizar su unión aduanera con el bloque. Los Estados miembros se negaron a impulsarla porque estaban descontentos con la creciente autocracia de Erdogan, pero deberían de estar dispuestos a empezar otra vez con un nuevo Gobierno.

El viejo plan consistía en mejorar la unión aduanera incluyendo la contratación pública, así como el comercio de servicios y agricultura. Ahora tendría sentido añadir también la política climática y el comercio de servicios digitales, afirma Sinan Ülgen, director de Edam, un think tank turco.

Ülgen afirma que la oposición probablemente introduciría una tarificación del carbono similar a la de la UE. Turquía podría así evitar los aranceles al carbono que la UE prevé imponer a las importaciones. Un acuerdo aduanero ampliado atraería inversiones extranjeras incluso antes de entrar en vigor.

EE UU también podría aumentar el comercio con Turquía si su orientación geopolítica fuera más clara. Eso encajaría con la iniciativa de Washington del friendshoring, para crear cadenas de suministro en países amigos como contrapeso a China.

Erdogan, que no ratificó el Acuerdo de París sobre el clima hasta hace dos años, no tenía previsto un gran pacto sobre ello. Pero el G7 debería ofrecer al nuevo Gobierno una de sus “asociaciones para una transición energética justa”. Eso movilizaría muchos miles de millones de dólares de inversión privada y pública para acelerar la descarbonización de Turquía.

Es comprensible que la UE y EE UU no digan nada sobre las oportunidades de una era pos-Erdogan. Se ha aferrado al poder en el pasado y puede que vuelva a hacerlo. Pero no es demasiado pronto para pensar en cómo sacar a Turquía del frío si pierde.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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