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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Banca en la sombra: ¿quién pisará las minas?

Los fondos de mercados emergentes o los préstamos apalancados son un buen punto de partida para vigilar

Canary Wharf y la City de Londres.
Canary Wharf y la City de Londres.REUTERS

Después de que los fondos de pensiones británicos esquivaran por los pelos la catástrofe, los reguladores buscan con entusiasmo riesgos ocultos en el sector financiero no bancario. También conocido como banca en la sombra, es un mercado que podría superar los 225 billones de dólares (212 billones de euros). La clave para detener una crisis no está en localizar las minas terrestres, sino en averiguar quién tiene más probabilidades de pisarlas.

Cuando los fondos de pensiones de Reino Unido se vieron atrapados por una repentina caída de los precios de la deuda pública en septiembre, el Banco de Inglaterra tuvo que lanzar un plan de 65.000 millones de libras (74.000 millones de euros) para estabilizar el mercado. De no haberlo hecho, los fondos habrían tenido que liquidar sus inversiones para hacer frente a los márgenes de garantía de sus préstamos. Las ventas de bonos, presas del pánico, podrían haber elevado los costes de los préstamos en el mercado hipotecario, lo que habría repercutido en el conjunto de la economía.

Así que los reguladores de todo el mundo están en alerta máxima en busca de apalancamiento oculto. El grupo de trabajo sobre estabilidad financiera del G20 recomendó en un informe del 10 de noviembre que las vulnerabilidades sistémicas de los fondos de inversión y otras entidades “no bancarias”, que constituyen casi la mitad del sistema financiero mundial, se abordaran modificando las normas existentes, antes de evaluar si era necesario adoptar medidas más radicales.

Los fondos de países emergentes son un buen punto de partida. Con los tipos bajos, los inversores buscaban activos de mayor riesgo en Indonesia, Brasil o México. Pero dado que los tipos de ­EE UU superan ya el 4%, tienen menos necesidad de aventurarse en mercados más arriesgados en busca de rentabilidad. Si una caída de la demanda de bonos de un país coincidiera con una perturbación política, por ejemplo, los inversores podrían apresurarse a liquidar las tenencias en fondos de emergentes, provocando caídas rápidas y desordenadas de los precios.

Los préstamos apalancados también son vulnerables a una liquidación similar. Antes del Covid, bancos, fondos de alto riesgo y otros inversores respaldaban con gusto las adquisiciones de empresas muy endeudadas. Los llamados fondos abiertos, que suponían el 4% del mercado de préstamos apalancados, son especialmente preocupantes, porque permiten a los inversores exigir la devolución aunque los activos del fondo no sean fácilmente vendibles. En las convulsiones de marzo de 2020, los fondos abiertos vendieron 14.000 millones de dólares (13.000 millones de euros) en préstamos apalancados, lo que supuso el 11% de las transacciones del mercado secundario y contribuyó a una caída del 19% en los precios.

Pero no todas las debilidades del mercado merecen una regulación de mano dura. Podría tener sentido vigilar las inversiones abarrotadas de fondos de pensiones cuyas actividades también influyen en los precios de la deuda pública, pero no aquellas en las que las pérdidas recaerían en otros inversores menos interconectados. Un ejemplo obvio es el colapso de la bolsa de criptomonedas FTX, que provocó el pánico entre los inversores, pero dejó indemnes a empresas críticas como los bancos, porque la mayoría de las instituciones reguladas han dejado que corra el aire entre ellos y las criptos.

Los reguladores están decididos a evitar otra crisis. Es bueno que se centren en el apalancamiento oculto y las posibles ventas masivas. Pero a la hora de someter el sistema a test de estrés, lo más sensato es tener claro quién puede causar un riesgo sistémico. De lo contrario, corren el riesgo de intentar regularlo todo y conseguir poco.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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