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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La espada de doble filo de EE UU contra China

Las restricciones tecnológicas de Washington a Pekín pueden propiciar que el país asiático desarrolle un ecosistema propio y paralelo que refuerce también su poder militar

Los chips vienen marcando una parte importante de los ritmos de la geopolítica mundial. Alcanzar la autonomía estratégica se ha convertido en uno de los grandes desafíos de las potencias innovadoras que buscan asegurar el abastecimiento de una de las piezas esenciales en la transición tecnológica. Utilizados tanto para fines comerciales como militares, es precisamente este último campo donde Washington busca limitar las opciones de Pekín en su avance tecnológico.

La especialización en manufactura ha sido el principal motor de desarrollo de China en las últimas cuatro décadas, pero será su progresiva capacidad tecnológica la que le permita convertirse en potencia avanzada. Un camino para el que China lleva dos décadas desplegando un programa tecnológico que le ha permitido alcanzar capacidad de innovación en dispositivos comerciales, nuevas tecnologías, energías verdes, pero también en el desarrollo de tecnología militar, reduciendo distancias con otras grandes potencias en la industria armamentística.

Las informaciones recientes que apuntan a que China podría eclipsar la superioridad aérea de Estados Unidos en el Pacífico muestran el nivel de especialización tecnológica que ha conseguido alcanzar el gigante asiático en los últimos años. Ante esta perspectiva, la rivalidad tecnológica entre Washington y Pekín asciende enteros, pasando a un nivel en el que la autonomía estratégica en la fabricación de chips de última generación cobra una nueva dimensión.

Por tanto, el juego geopolítico por la autonomía estratégica se intensifica entre los actores tecnológicos, coincidiendo todos en el objetivo de alcanzar una mayor autosuficiencia en la escena digital mundial. Cuestión distinta son las estrategias seguidas. Mientras la apuesta por impulsar la producción local supondrá para Estados Unidos y la Unión Europa recuperar protagonismo en la industria tecnológica mundial, las limitaciones impuestas a China entre los socios tecnológicos de Washington para limitar su avance en tecnología militar ralentizarán que el gigante asiático alcance su ansiada autosuficiencia.

En este escenario, la economía tecnológica global tiene en Taiwán al suministrador del 90% de los chips más avanzados, pero son los equipos litográficos holandeses y japoneses los que hacen realidad alcanzar tamaños menores a los 4 nanómetros (nm), aquellos que realmente marcan la diferencia en la rivalidad tecnológica. Aunque el mercado chino está orientado a la fabricación de chips de más de 11 nm, la tecnología disponible le habría permitido desarrollar chips de 7 nm con fabricación propia. Una producción a pequeña escala, pero que supondría la pérdida para Estados Unidos de la ventaja que consideraba aceptable de estar una o dos generaciones por delante de China.

De ahí que sumar el acuerdo alcanzado con Japón y los Países Bajos a las restricciones previamente ya impuestas por Estados Unidos supone un logro de la diplomacia de Washington, además de reforzar unas políticas que tanto la Unión Europea como los socios asiáticos consideran proteccionistas, mientras es un obstáculo más para el desarrollo de la industria de semiconductores de China. La holandesa ASML, junto con las japonesas Tokyo Electron y Nikon, son parte esencial en la producción de maquinaria para fabricar los chips más avanzados, la última pieza para restringir las aspiraciones del gigante asiático, en una industria que tiene, asimismo, a China cono principal cliente.

Sin que los detalles se hayan hecho públicos, el acuerdo parece establecer un marco común en el que ASML y las compañías japonesas se suman a sus rivales estadounidenses en limitar la exportación de maquinaría a China. Sin embargo, resultará complejo para Japón esbozar una nueva estrategia empresarial que compense el 25% de las ventas que genera la exportación de maquinaria a China. Menor será el impacto para la europea ASML, para la que el mercado chino solamente representa el 15%, sin estar vinculado a la maquinaria más avanzada.

Sin embargo, mientras las piezas del tablero geopolítico se reposicionan en una encrucijada decisiva, las restricciones promovidas por Washington podrían resultar ser una estrategia de doble filo, generando un punto de inflexión en la industria tecnológica que propicie que China avance en la creación de un ecosistema tecnológico nativo en paralelo al occidental, también en la industria militar. Sería replicar la creación de talento digital que los titanes tecnológicos han aplicado a la tecnología de consumo con escasa presencia occidental en las últimas dos décadas.

Avances en innovación y capacidad tecnológica es lo que le permitirá a China consolidarse como economía avanzada y no caer en la trampa de los ingresos medios. “Nada en el mundo es difícil para el que se propone hacerlo”, dice un proverbio chino. Llevará tiempo, pero si con tecnología propia China habría alcanzado el know how como para producir chips de 7 nm, las restricciones impuestas podrían incentivar aún más los esfuerzos por la autosuficiencia, de nuevo con tecnología propia. Y lo que es más importante, sumando esta capacidad a su propio sistema de navegación por satélite y a los avances en inteligencia artificial que China ya aplica a la tecnología militar. Quizá es momento de mantener el objetivo de autonomía tecnológica, pero repensando la estrategia.

Águeda Parra Pérez es analista del entorno geopolítico y tecnológico de China. Fundadora y editora de #ChinaGeoTech, es autora de ‘China, las rutas de poder’ y colaboradora de Agenda Pública

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