Invertir en los tiempos de los emperadores Trump y Xi
La deuda, la demografía y el déficit marcarán el futuro económico y político de las grandes potencias mundiales

Invertir hoy en día supone un reto complicado ante la situación geopolítica y los impactos de corto plazo que provoca Donald Trump. Pero resulta aún más difícil calibrar las consecuencias en el largo plazo. En Europa, el panorama es confuso al no existir ningún líder político capaz de inspirar a los ciudadanos sobre el rumbo que queremos tomar en este nuevo escenario. El orden mundial está dominado por grandes naciones y grandes emperadores como Trump, Xi Jinping y Putin que gestionan sus alianzas satélite. Europa no tiene un referente claro y se empiezan a ver divisiones que no se limitan a la clásica brecha entre norte y sur, sino entre las posturas próximas o lejanas de la amenaza rusa. Pero más allá de los liderazgos, existen desafíos estructurales que no podemos olvidar y que determinarán el curso de los regímenes políticos y económicos: el declive demográfico y la deuda siguen siendo los retos del mundo y los aspectos que limitan la capacidad de crecimiento.
Estados Unidos debe hacer frente a una deuda que amenaza con volverse impagable. Para evitar una radicalización política, el país debe convencer a sus ciudadanos de que el Estado de Bienestar no está en peligro. Pero además debe afrontar un dilema fiscal complejo para convencer al mundo de que bajar el déficit por debajo del 4% o el 5% es una tarea muy complicada, de que requiere de imprimir más dinero para sostener la credibilidad de los bonos y debe asumir que las grandes empresas tienen que pagar más impuestos, ya que el actual peso del impuesto de sociedades en las cuentas públicas es insosteniblemente bajo
China no está mejor posicionada. Su crisis demográfica es tan grave como la de occidente, pero lo más preocupante es que su nivel de deuda real sigue siendo una incógnita. Además, su gran desafío sigue siendo convertirse en la primera economía mundial sin una divisa no cotizada de forma libre. Es decir, primero necesita una moneda fiduciaria con credibilidad internacional, pero lograrlo bajo un sistema comunista, es un reto monumental.
El crecimiento en Europa es un problema evidente. Crecer un 1% anual será un gran reto. Pero sin un liderazgo claro, el continente necesita una figura, un Winston Churchill moderno, que actúe de contrapeso frente a este nuevo Trump expansionista que ya ha puesto el ojo en Panamá, Groenlandia, Gaza-Resort, Canadá y el Ártico, y asusta. Mientras tanto, las discrepancias internas se irán acentuando y los extremos políticos siguen ganando terreno dentro de cada país, exigiendo medidas a las que Europa no está acostumbrada. El debate sobre el estancamiento económico provocado por el declive poblacional —y la falta de consenso sobre inmigración y automatización— será un tema central. Además, la situación de la deuda en Italia, España y Francia podría provocar una reacción alemana que los desmarque de sus vecinos. Eso sí, Alemania ha optado por una estrategia diferente: con un nivel de deuda bajo, acaba de lanzar un programa de inversiones en defensa, energía, infraestructuras y vivienda, en el que se gastará entre el 10% y el 12% del PIB y aun así su deuda no superará el 80%, mientras que en el resto de Europa seguirá por encima del 100%.
Ante todos estos retos, la preservación de los excelentes rendimientos que la Bolsa mundial ha dado en los últimos cinco años, con un crecimiento anual del 13,4% del MSCI World Index, se convierte en tarea crucial. La clave es que este índice, con un peso significativo en los Siete Magníficos de Estados Unidos, no pierda la zona de los 3.625 puntos. Los bonos, por su parte, parecen una opción relativamente más segura que las Bolsas en este entorno.
Mientras tanto, mi recomendación es cambiar de psiquiatra para poder entender la lógica de estos nuevos emperadores que dominan el mundo. Y para quienes disfrutan de la geopolítica, propongo un ejercicio de fin de semana: tomen un mapamundi en familia y estudien la situación de Kaliningrado, Taiwán, la península de Kola, Svalbard y el histórico proyecto del Canal Ben Gurion. Verán que el juego entre Rusia, China y EE UU sigue siendo el mismo de siempre.