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EL FARO DEL INVERSOR
Tribuna
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¿Sigue siendo buen momento para invertir en renta fija?

Pese al rally de los bonos, en especial en la recta final del año, aún guardan potencial en los tramos de uno a cinco años por rentabilidad y valoración

Jerome Powell
Jerome Powell, presidente de la Reserva FederalChip Somodevilla ( GETTY IMAGES )

Al contrario que en las buenas novelas de misterio y, confiando en que el amable lector llegue al final de este artículo tras descubrir al asesino en el primer párrafo, diremos que, de manera genérica y a pesar de lo que ha corrido el mercado, sí. Estamos en un buen momento para invertir en renta fija. Dicho eso –y por hábito de oficio de gestor– a continuación, vienen los matices y los detalles que, como dice el sabio refranero español, es donde se encuentra al diablo.

Lo primero que cabe decir es que el momento para invertir en bonos es muy bueno, pero, muy probablemente, ya hemos pasado el mejor momento, que tuvo lugar allá por octubre, cuando las tensiones en las curvas, derivadas de la incertidumbre con respecto a la inflación, hicieron mella en las rentabilidades de la deuda. Desde entonces, el mercado de renta fija (y también el de variable, por efecto de mejora en el multiplicador y el probable aterrizaje suave de la economía estadounidense) ha tenido un comportamiento sencillamente de rally… y no de los pequeños. Como ejemplo, el bono italiano a 10 años, que llegó a cotizar con una tasa interna de rendimiento (TIR) por encima del 5%, se encuentra, en el momento de escribir estas líneas, en zonas cercanas al 3,70%.

En ese sentido, no está de más comentar que el mercado de renta fija en general, y el de deuda pública en particular, ha corrido –mejor dicho, volado– hacia niveles de soporte muy relevantes, que quedan perfectamente ejemplificados en el rendimiento del bono alemán a diez años, situado en el 2%. Un nivel técnico y psicológico muy fuerte y muy evidente. Por lo tanto, no debería extrañarnos si en los próximos días o, mejor dicho, semanas –el fin de año con sus menores volúmenes de contratación no es un buen periodo de contraste–, viéramos un cierto retroceso, es decir, una mejor oportunidad de compra.

Se abona a la tesis anterior el hecho de que, con el comienzo del nuevo ejercicio, volverán a salir multitud de nuevas emisiones, tanto públicas como privadas, que buscarán financiarse en un mercado significativamente más favorable para el deudor que el visto hace pocas semanas. Ello supondrá un cierto exceso de papel disponible que habrá que ver cómo se digiere por parte de los inversores. No es descartable, en esa línea, algún tensionamiento temporal de los precios de los bonos.

Pero es que además tenemos el hecho claro y evidente de que el mercado ha sobrerreaccionado a los anuncios de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo, posicionándose en unos niveles de optimismo con respecto a las futuras bajadas de tipos, tanto en tiempo como en entidad de las mismas, que serán ciertamente difíciles de cumplir. De hecho, las expectativas de los bancos centrales, que se están cumpliendo bastante acertadamente –no me resisto a decir “para variar”– dibujan un escenario menos positivo. No hay que descartar por lo tanto algún momento de decepción, o lo que es igual, de corrección.

Si el lector ha llegado hasta aquí es probable que piense cómo es posible que, a pesar de los condicionamientos expuestos, la tesis del artículo se base en que sí, que es buen momento para invertir en renta fija. Y es que, si las razones para tener cautela al entrar ya comentadas son poderosas, más poderosas aún son las tendencias de largo plazo con los bonos. Y me explico.

Partiendo de la base de que cada inversor tiene su perfil de riesgo y su horizonte temporal, asumiendo un sesgo favorable a la renta fija y un cierto plazo de inversión, el movimiento de fondo es muy favorable hacia los bonos, en términos de valoración. Ello se debe, por un lado, a que la inflación sigue dando muestras de moderación, tanto el IPC general como subyacente, a ambos lados del Atlántico. Por otro lado, los datos de crecimiento publicados, aunque descartan una seria recesión, dibujan un progresivo deterioro de la actividad en los países que mejor lo han hecho en 2023, como España, pero singularmente en Estados Unidos, la locomotora del mundo. Y no olvidemos que la Fed tiene como objetivo el control de precios… y la estabilidad del crecimiento. Por tanto, si me permiten el lenguaje coloquial, no hay tutía a las bajadas de tipos en Norteamérica. Y ojo que, en Europa, la situación macro es aún más débil. En verdad, yendo más lejos y ceteris paribus, tal vez debería ser Europa la primera en bajar tipos, aunque esto es poco probable, por las restricciones y diferencias de los países que conforman la zona euro.

En resumen, comprar bonos y mantenerlos un tiempo, especialmente en los tramos en los que la curva se encuentra más tensionada (años 1 a 5, genéricamente) parece una buena idea, tanto por rentabilidad como – especial y previsiblemente– por valoración. También los vencimientos más largos son muy atractivos, en este caso para los inversores de largo recorrido con estrategia de comprar y mantener, como por ejemplo los fondos de pensiones. Si bien el timming perfecto es complicado y va a depender mucho de la macro, aún nos encontramos en zona buena para los bonos. En todo caso, habrá que estar muy pendientes de estos datos macroeconómicos, singularmente del crecimiento que, probablemente, releve a la inflación como principal preocupación económica de 2024. Y atención, porque el crecimiento afecta de manera muy importante a los beneficios empresariales, es decir, a los diferenciales de crédito de los bonos privados y… a la renta variable. Pero esta es otra historia para un nuevo artículo

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