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En colaboración conLa Ley
Inteligencia artificial
Tribuna
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La regulación de la inteligencia artificial en la UE: un desafío ético y estratégico para el sector jurídico y financiero

En un contexto donde la tecnología trasciende fronteras, una mayor armonización global sería clave para garantizar un marco coherente

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A principios del mes de febrero se cumplía el deadline para la entrada en vigor de las prohibiciones y disposiciones generales del Reglamento de Inteligencia Artificial por parte de la Unión Europea, normativa que marca un hito en el camino hacia una tecnología innovadora y responsable. Este marco normativo, que se apoya en un enfoque basado en el riesgo, establece un equilibrio necesario entre el desarrollo tecnológico y la protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos.

La inteligencia artificial (IA) tiene un impacto transversal en múltiples sectores, pero su potencial en ámbitos como el financiero y el jurídico resulta especialmente relevante. En estas áreas, donde la confianza, la precisión y la transparencia son pilares fundamentales, el nuevo reglamento de la UE aporta claridad y solidez, pero también deja entrever los grandes retos que aún debemos afrontar.

El primer punto que es preciso destacar es que, aunque el reglamento supone un avance significativo, no constituye una norma suficiente per se. En un contexto donde la tecnología trasciende fronteras, una mayor armonización global sería clave para garantizar un marco coherente. Además, es fundamental que las pequeñas y medianas empresas, que representan una gran parte del tejido empresarial de España y de Europa, cuenten con apoyo para adaptarse a requisitos exigentes como las auditorías de datos y la transparencia. Sin este respaldo, podríamos enfrentar desigualdades en la capacidad de cumplimiento normativo.

Si abordamos cuál es el potencial de la IA en el sector jurídico, podemos concluir que esta nueva tecnología será transformadora, permitiendo optimizar procesos y liberar a los profesionales de tareas repetitivas. Herramientas de análisis documental y revisión de contratos, sistemas de predicción de resultados legales o motores de búsqueda para jurisprudencia ya son una realidad.

Sin embargo, no podemos ignorar los riesgos que también traen de forma inherente. Por un lado, los sesgos algorítmicos son un desafío constante, ya que garantizar la calidad y diversidad de los datos de entrenamiento es fundamental para evitar decisiones discriminatorias. Además, es imprescindible que las decisiones asistidas por IA sean comprensibles y auditables para asegurar su transparencia y explicabilidad.

Además, se deben abordar cuestiones relacionadas con la responsabilidad legal, ya que es crucial determinar quién responde ante errores o decisiones perjudiciales. Por último, la protección de datos personales sigue siendo una preocupación central, dado que estas herramientas manejan grandes volúmenes de información sensible, por lo que garantizar su uso ético y conforme al Reglamento General de Protección de Datos es innegociable.

En cuanto a la transformación del sector jurídico y financiero, la integración de la IA puede convertir departamentos tradicionales en centros ágiles y estratégicos. En ámbitos como el compliance, esta tecnología permite automatizar auditorías, detectar incumplimientos normativos y prever riesgos como el fraude o el blanqueo de capitales. Además, la capacidad de análisis predictivo de la IA facilita el diseño de estrategias proactivas para afrontar nuevos retos regulatorios.

En las entidades financieras estas herramientas también refuerzan la relación con los reguladores, aportando mayor trazabilidad y rapidez en las respuestas. Sin embargo, estos avances demandan un cambio en las habilidades del personal. Es decir, será imprescindible que los equipos se formen en la supervisión de algoritmos, el manejo de riesgos tecnológicos o la interpretación de resultados complejos, entre otros ámbitos.

Lo que está claro es que el futuro del sector jurídico y financiero está, como en otros sectores, ligado a la IA, pero no podemos perder de vista que la adopción de esta tecnología debe estar guiada por principios éticos, un compromiso con la transparencia y un respeto absoluto por los derechos fundamentales.

El reglamento de inteligencia artificial de la UE supone un paso firme en esa dirección, pero su éxito dependerá de su implementación y de nuestra capacidad para armonizar innovación y responsabilidad. Como sociedad, debemos aprovechar el potencial transformador de la IA para construir un futuro más eficiente, pero también más justo y humano.

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