‘Minority Report’: ¿es posible una justicia infalible?
La película plantea la disyuntiva de si merece la pena entregar parte de la libertad individual para conseguir una mayor seguridad para todos
Minority Report, dirigida por Steven Spielberg, tiene su origen en un cuento largo del popular autor de ciencia ficción Philip K. Dick, al que el cine ha versionado con mayor o menor éxito en distintas ocasiones en películas como Blade Runner, Paycheck, Infiltrado o Next.
En Minority Report se nos sitúa en un futuro a mitad del siglo XXI donde se ha conseguido desarrollar un sistema de prevención del crimen basado en las predicciones de asesinatos pasionales que realizan los precog, unos trillizos con facultades extrasensoriales que les permiten visualizar las acciones criminales minutos antes de que acontezcan, y de esta forma que una unidad denominada Pre-Crimen dirigida por el capitán Anderton (papel protagonista que desempeña Tom Cruise) pueda actuar en cuestión de minutos, autorizado por un tribunal que les facilita luz verde, para detener a los potenciales autores del futuro crimen segundos antes de que éste acontezca.
Se nos explica en los primeros minutos de la película que “el sistema es infalible” y ha permitido erradicar los asesinatos en los últimos tres años en la ciudad de Whashington, y la intención de sus creadores, unos interesantes personajes interpretados por Max Von Sydow y Lois Smith, es implantarlo a nivel nacional. No obstante, la unidad de Pre-crimen se encuentra siendo revisada por un agente enviado por del Fiscal General (Colín Farrell) para validar su funcionamiento y descubrir sus eventuales grietas, antes de extenderlo a todo el territorio nacional.
La película es sumamente estimulante, tanto por el futuro que dibuja como por los dilemas morales que plantea, resaltando una fotografía en tonos azulados y grisáceos acorde con la visión pesimista de la distopía planteada, y un montaje excepcional que acentúa su acercamiento al género del thriller y a la historia del “falso culpable”.
Minority Report plantea, entre otras, la disyuntiva sobre si merece la pena entregar parte de la libertad individual de los ciudadanos a cambio de conseguir una mayor seguridad para todos, y donde se encuentra ese límite a la restricción de los derechos individuales, ya que los detenidos aún no han cometido el crimen por el que serán encarcelados. También permite discutir sobre si es posible la existencia de algún tipo de conocimiento, por ejemplo, la inteligencia artificial, que posibilite prever o por avisar de los futuros comportamientos delictivos y dar margen a las autoridades para evitarlos.
Spielberg opta por separarse del cuento de Philip K. Dick en bastantes de las líneas argumentales, aunque coincide en dibujar una sociedad futura donde la tecnología impera por encima de todo y es capaz de determinar las conductas futuras de los ciudadanos. Sin embargo, en algunas de sus propuestas esa sociedad no está lejos de la actual, y como botón de muestra se encuentran las escenas en las que se ofrece publicidad personalizada a través de la identificación por escáner de las retinas de los individuos. El control automático de los vehículos, las pantallas táctiles, la facilidad para obtener datos y fotografías del entorno dan una muestra de que lo previsto por el escritor en 1956 no es una distopía sino una realidad cada vez más cercana.
El dilema ético sobre si nuestras conductas se encuentran preestablecidas o conservamos como individuos nuestro libre albedrío para determinar nuestro futuro, pese a que podamos conocer este de antemano, es una de las cuestiones más interesantes que aborda la película. Desde el punto de vista del Derecho, Minority Report nos plantea la pregunta sobre si la inteligencia artificial podrá ayudar a controlar la delincuencia, tal y como ya se está ensayando, a través de programas estadísticos en distintos distritos de Reino Unido y Estados Unidos, donde las patrullas policiales realizan su actividad en base a modelos predictivos que los ordenadores previamente han calculado.
Como curiosidad final, el director finaliza este clásico moderno de la ciencia ficción con una moraleja que se aleja de la obra literaria en que se basa y qué resalta el afán individualista de Hollywood: el individuo y la libertad prevalecen siempre sobre el sistema, mientras que el fantástico autor de ciencia ficción finalizaba su cuento indicando que el conocimiento de una profecía provocaba su cumplimiento.
Jose Luis Luceño Oliva, profesor de Loyola Másteres.