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Gestión de activos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Casi todos los fondos de inversión activos son puro mimetismo bursátil

La auténtica inversión exitosa y original es realmente escasa y suele aparecer solo en vehículos alternativos como los ‘hedge funds’

Inversion financiera operadores en la Bolsa de Nueva York
Un corredor de acciones en el parqué de la Bolsa de Nueva York.MICHAEL M. SANTIAGO (AFP/GETTY IMAGES)

El pasado mes intenté ofrecer una visión realista sobre la inversión indexada, para explicar que no es el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura –a pesar de lo que muchos creen hoy en día–, ahora me toca hablar de la gestión activa, para tratar de mostrar los muchos matices que existen. Porque en los debates entre inversión indexada versus activa, los contendientes suelen preferir los negros y blancos, cuando la mejor perspectiva, aquí y en casi todo, suele estar en la escala de grises y en rehuir de etiquetas simplistas.

La realidad es que la verdadera gestión activa es casi inexistente en este país y lo que muchos gestores proclaman como gestión activa no es más que un burdo mimetismo de los índices bursátiles, o closet indexing, como se le suele denominar en la industria.

De partida la gestión activa es casi inexistente en los fondos de inversión tradicionales –conocidos como fondos Ucits–, porque ya desde el punto de vista regulatorio, donde se exigen unos mínimos parámetros de diversificación, se deja poca manga ancha para que una gestora pueda hacer cosas realmente distintas a los índices. Esta regulación hace que, por mucha convicción que pueda tener una gestora de renta variable en unos pocos valores, dicha gestora esté obligada a invertir en al menos 16 acciones y, cuando se llega a cifras cercanas a los 15 valores en cartera es conocido que los resultados de cualquier fondo de inversión se aproximan, por fuerza, al resultado de un índice bursátil.

Además, la realidad muestra que aunque algunos gestores pudieran elegir 16 valores muy poco conocidos para componer sus carteras de inversión, lo cierto es que casi ningún gestor procede así por el llamado career risk, o en español de Valladolid, por el miedo a que te despidan de tu puesto de trabajo y no tengas un salario con el que alimentar a tus hijos. Ningún gestor sería despedido por el solo argumento de que invirtió en Apple y dicha acción declinó un 60% durante un mercado bajista, pero fácilmente la incomprensión crece con respecto al gestor que ha puesto su convicción en una empresa que solo conocen cuatro gatos en Milwaukee y que ha empezado a caer como una piedra.

En definitiva, lo que ocurre al final es que los gestores que continúan en sus puestos de trabajo principalmente siguen ahí porque no han sido despedidos por tomar decisiones que a ojos de otros parecían estrambóticas. Y en la industria de inversión lo contrario de estrambótico se llama consenso. Y consenso es sinónimo de mimetismo bursátil.

Ya solo por motivos regulatorios y de mera psicología corporativa, de partida es ya casi imposible que exista la gestión activa en la tradicional industria de fondos de inversión española y europea. Pero es que, además, la inversión activa que bata al mercado es extraordinariamente escasa y cuando aparece suele encontrar su vía de expresión a través de hedge funds, ya que son los vehículos mucho más flexibles que pueden estructurar posiciones alternativas a las que exige la regulación de los fondos de inversión tradicionales.

Podría hablarle de múltiples herramientas estadísticas que se suelen utilizar en la industria para determinar si un fondo es realmente activo o si simplemente practica el mimetismo bursátil, pero ya de partida muchas de estas herramientas son inútiles porque las gestoras eligen índices de referencia que no son los mejores contra los que comparar los diferentes fondos de inversión. No es extraño ver que un fondo de inversión que notoriamente invierte en compañías del tecnológico Nasdaq 100 señale en su folleto que su índice de referencia es el índice MSCI World Total Return. Y, claro, con esto es normal que el tracking error muestre que el fondo es activo, cuando, si lo comparas con el Nasdaq 100, te das cuenta de que el gestor esencialmente sigue a aquel índice tecnológico y se parecen el uno y el otro como dos gotas de agua.

Al ser casi imposible practicar de partida la gestión activa, las gestoras acaban realizando juegos de manos con los índices de referencia para tratar de mostrar lo que desean. El truco es compararse con índices que han mostrado una mala evolución en los últimos años, con la esperanza de que esa mala evolución continúe en el tiempo. Y si a dicho índice de referencia le da por hacerlo bien, entonces siempre se puede elegir otro índice que ahora lo esté haciendo mal o incluso eliminar por completo el índice de referencia cuando ya no convenga. No se crea el lector que este tipo de prácticas se da en pequeñas gestoras, más bien es la práctica común de casi todas.

Por ejemplo, es muy típico que un fondo de inversión en renta variable global y con un sesgo value, un conocido factor de inversión que bate al mercado a largo plazo, se compare todo el tiempo con un índice general, cuando en todo caso se tendría que comparar con un índice value, por ejemplo con el MSCI World Value Index. Pero no lo hacen, porque si compararan la evolución de su fondo con el índice de referencia correcto, los inversores se podrían dar cuenta de que comprar un ETF que siga al MSCI Value les saldría más barato y obtendrían aún una mejor rentabilidad.

Lo que las gestoras proclaman como gestión activa que bate al mercado, casi en todos los casos, es una mera narrativa de marketing y story telling, donde se explota hasta la saciedad la evolución de un fondo comparándolo contra cualquier índice que ayude a sostener la narrativa.

La realidad es que la gestión activa en la industria de fondos de inversión, en el 99% de los casos, es como juntar los dedos índice y pulgar en el aire y acompañar un avión mientras surca los aires. El avión va a avanzar de igual manera, pero si conseguimos engañar a nuestro hijo con la idea de que somos nosotros los que movemos el avión, nuestro hijo se sorprenderá y nos deleitará con una bonita sonrisa. Lo mismo ocurre en esta industria. La realidad puede ser dura, pero no la he inventado yo.

Hugo Ferrer es gestor de carteras en GPM Sociedad de Valores y director de El Club Bursátil

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