El 1% más rico paga menos impuestos sobre su renta que el 20% más pobre
Los 189.000 hogares con más ingresos de España pagan un tipo efectivo del 24%, muy por debajo del tipo medio del 35%. El IVA y las rentas del capital en el IRPF causan las mayores distorsiones
La filosofía del sistema tributario español descansa sobre el concepto de la progresividad, es decir, pagan más quienes más tienen. Sin embargo, una serie de disfunciones en buena parte de los impuestos provoca que el tipo impositivo medio que soportan los hogares más ricos del país caiga en picado, muy por debajo de lo que en teoría les correspondería. En consecuencia, el 1% más acaudalado tributa sobre toda su renta de forma efectiva a un gravamen inferior al del resto de contribuyentes, incluyendo a aquellos que conforman el 20% más pobre.
El tipo efectivo se obtiene al cruzar la cantidad total de impuestos pagada por un hogar entre su renta bruta. Y por lo general va creciendo a medida que aumentan los ingresos, tal y como puede verse en el Observatorio sobre el reparto de los impuestos y las prestaciones entre los hogares españoles, publicado por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea).
El análisis, firmado por los investigadores Julio López Laborda, Carmen Marín y Jorge Onrubia, divide a los 18,9 millones de hogares que había en 2021 en quintiles, es decir, cinco partes iguales. El último quintil, a su vez, se desagrega en centiles para obtener una radiografía mucho más precisa del grupo que percibe más renta.
A partir de aquí, los expertos concluyen que el 20% más pobre de la población soportó un tipo efectivo medio del 28,2%, cifra que fue subiendo poco a poco hasta el máximo del 39,9% que se registró para el grupo de centiles que oscila entre el 91 y el 99. Aquí termina la progresividad, porque al llegar al centil número 100 –que son los 189.000 hogares más ricos del país– el tipo efectivo cayó al 23,9%, el más bajo de todos.
Para elaborar el análisis, los investigadores han considerado los efectos del IRPF, el impuesto de sociedades, el de patrimonio, el IVA, el ITP y AJD, los impuestos especiales y el impuesto sobre las primas de seguros. También se añaden las cotizaciones sociales a cargo del trabajador o autónomo y del empresario. Un vistazo detallado en cada uno de ellos permite identificar, por lo tanto, dónde están los problemas.
El gran fallo, según detalla Carmen Marín, se explica principalmente por “el efecto de los impuestos indirectos”, caracterizados por su regresividad. El gran exponente de este fenómeno es el IVA, ya que, al tener naturaleza indirecta y unos tipos impositivos parecidos sin discernir quién consume el bien o el servicio gravado, afecta más a quien menos renta tiene.
Por eso, la mayor tasa media en este impuesto, del 12,4%, corresponde al 20% más pobre de la población. Esta se reduce notablemente hasta el 8,1% en el segundo quintil de renta y sigue cayendo a medida que aumentan los ingresos hasta el suelo del 1,3% que recae en el 1% más acaudalado. En consecuencia, el IVA “se comporta de manera regresiva”. De hecho, tras la aplicación de estos tributos “la desigualdad aumentó en un 2,7% en España”.
La solución a esta problemática es particularmente complicada debido a la naturaleza del gravamen. Los tipos reducidos, en parte pensados para rebajar la carga tributaria de los consumidores de menor capacidad económica, no terminan de cumplir su función debido a que su consumo no varía excesivamente a lo largo de la escala de renta. Por eso, sugiere Marín, una posibilidad pasaría por establecer un tipo único cuya recaudación se destinase a combatir la desigualdad por otras vías.
Otra de las fallas del modelo tributario se da en el IRPF, casualmente el impuesto más progresivo del sistema. De nuevo, aunque vaya escalando de forma paulatina según crece la capacidad económica, el tipo medio vuelve a hundirse cuando se analiza al 1% más rico de la población: si el grupo de centiles que va del 91 al 99 tributa al 16,1%, el centil 100 lo hace al 10%.
Esto se explica en buena medida por el factor de las rentas societarias, donde se incluyen tanto los dividendos percibidos como los beneficios societarios no distribuidos. Al pagar el IRPF, todos estos conceptos se integran en la base imponible del ahorro, con unos tipos impositivos más bajos que la base general. Dado que la mayor parte de los ingresos del 1% más rico proviene de las rentas del capital, el tipo efectivo medio del impuesto se diluye.
También presentan deficiencias las cotizaciones sociales. Por ejemplo, los hogares situados en el primer quintil tienen el tipo efectivo más elevado de todos los tramos, superior al 5%. Esto se explica por la aplicación, en particular a los trabajadores autónomos, de bases mínimas de cotización sobre las que deben contribuir aunque sus rentas sean inferiores a las mismas o aun cuando incurran en pérdidas. Al otro lado están los hogares del 1% superior, quienes soportan un tipo efectivo inferior al 2%, el más bajo de todos con mucha diferencia. “Esto se explica por la existencia de bases máximas, que dejan libre de tributación una parte importante de las retribuciones más altas”, apunta Marín.
Todas estas distorsiones llevan siendo habituales desde hace varios años. Únicamente en 2020, un ejercicio atípico marcado por la pandemia, el tipo efectivo del 1% más rico se aproximó a la media. Esto se debió en gran medida a la caída de los ingresos brutos de estos hogares, causada principalmente por el hundimiento de la inversión.
En 2021, sin embargo, la capacidad económica del grupo más acomodado se disparó un 52%, pasando de los 280.551 euros a los 426.228 euros anuales. Por eso, mientras que el gravamen medio en todo el país cayó en solo 0,5 puntos, el del 1% lo hizo en más de 11.
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