Los grandes del Ibex 35 tienen más miedo a una recesión que al impacto directo de los aranceles de Trump
La gran banca española monitoriza la situación, pero el Santander no modifica sus previsiones para el año. La siderurgia teme que Europa se inunde de más acero barato extracomunitario y las constructoras ven la inversión en infraestructuras como una palanca para una futura recuperación estadounidense

La acumulación de días negros en los mercados va a más en plena digestión del golpe arancelario de Donald Trump. El Ibex 35 se dejó este lunes un 5,1%, en línea con las pérdidas de las Bolsas asiáticas y del resto de Europa, pero entre las cotizadas españolas comienza a extenderse un mensaje que busca aplacar el nerviosismo y decisiones en caliente: la competencia es clave para que funcione la maquinaria interna estadounidense, lo que juega a favor de la inversión extranjera, y los votantes de Trump van a presionar al ritmo que empiecen a esfumarse sus ahorros. “Por muy imprevisible que sea la dirección política actual, ese mercado [por Estados Unidos] no puede permitirse una paralización del consumo”, reflexiona una figura relevante del sector español de las infraestructuras que pide el anonimato.
Las grandes del Ibex 35, muchas de ellas con un importante negocio en EE UU, como es el caso del Santander, Inditex o Iberdrola, temen más una recesión económica que los efectos directos de la guerra arancelaria de Donald Trump. En el sector de la construcción y las infraestructuras, varias de las mayores compañías del país sintieron en el parqué el latigazo de la incertidumbre política y la guerra arancelaria. ACS se ha dejado un 13,5% en Bolsa desde el anuncio de los aranceles “recíprocos” el pasado 2 de abril, Ferrovial ha perdido un 12,1% y Acciona ha retrocedido un 12,2%. Sacyr, que debe aproximadamente un 10% de su negocio a Estados Unidos, pero que tiene a ese país en el centro de su estrategia, ha caído un 12,5%.
“Más que la política arancelaria, a la construcción y gestión de autopistas, aeropuertos y demás infraestructuras puede afectarle, a corto o medio plazo, una situación de recesión, la subida de costes de las materias primas y el agujero en la fuerza laboral que se deriva de la alta presión a los inmigrantes”, explica un alto ejecutivo de una de las constructoras cotizadas.
Algunas de las compañías consultadas reconocen que desde hace días tienen a Trump como el primer punto de análisis en las reuniones de sus comités de dirección. Todas ponen la vista en la repercusión que puedan tener los mensajes de la Casa Blanca en cada uno de los Estados, que es donde realmente se promueven la obra pública y las concesiones.
“El sector de las infraestructuras se ve penalizado por el pánico en las Bolsas, pero sus activos y fundamentales son sólidos. Si Estados Unidos se encamina a una recesión, la inversión en infraestructuras será una palanca para que el país trate de superarla”, reconoce otro alto directivo con oficinas en Nueva York y Miami. Uno de los escudos para las compañías españolas es que juegan como referencias locales al otro lado del Atlántico muchos años después de que ACS se hiciera con Turner, Flatiron o Schiavone; de que Ferrovial se pusiera a los mandos de Webber, o de que OHLA comprara Community Asphalt y Judlau.
Estados Unidos es, desde hace unos años, el destino de moda y, pese a la preocupación reinante, se espera que el efecto Trump sea puntual para un negocio que apuesta a muy largo plazo. De momento, no sonó bien a oídos de las constructoras la paralización de fondos federales en el proyecto de la alta velocidad de California, tampoco la cruzada contra la mano de obra inmigrante, de la que las plantillas de la construcción dependen en un 26%, según datos de Pew Research Center. De hecho, un 13% de los ilegales en el país de Trump se dedican a extender hormigón o poner ladrillos, estima la misma casa de análisis.
OHLA, Sacyr o Acciona incluyeron en sus informes sobre los resultados de 2024 la vuelta de Donald Trump como factor a tener en cuenta en sus respectivos negocios. La primera de ellas tributa en régimen de consolidación fiscal tanto en España como en Estados Unidos, donde firmó cuatro de sus cinco mayores proyectos en cartera. ACS, por su parte, tiene en el país norteamericano su primer mercado por contratos por ejecutar, con 44.400 millones (Australia es el segundo, con 18.300 millones), al tiempo que su concesionaria Abertis está a la caza de concesiones en distintos estados. Ferrovial, operadora de referencia en Norteamérica, repatrió en 2024 cientos de millones en dividendos de sus carreteras de EE UU: cobró 205 millones de la I-77, hasta 89 millones como primer pago de la I-66, y un total de 244 millones de las autopistas con peaje dinámico de Texas. Ahora, el grupo que preside Rafael del Pino tiene el desarrollo de una nueva terminal en el aeropuerto neoyorquino JFK como principal proyecto de inversión.
El temor a una política proteccionista, con el consiguiente parón de la economía, se debe a la posible ralentización de proyectos de obra civil mientras se ajusta el gasto público; un repunte de los costes de aprovisionamiento de materiales, y la referida sacudida en el mercado laboral. Según la Asociación de Constructoras ABC, se necesitan casi medio millón de nuevos trabajadores cada año en la construcción, por lo que reclama programas de visados de trabajo temporal adaptados a esta industria, algo que está lejos por el momento del recetario del Gobierno republicano.
De la construcción al sector financiero, en el caso del mayor banco español, el Santander, este cuenta con una importante actividad en el mercado estadounidense, donde en octubre pasado lanzó su banca digital Openbank con el objetivo de potenciar su negocio minorista (también conocido como banca retail), pero en el que lleva presente más de dos décadas prestando otros servicios como los de banca corporativa y gestión de patrimonio o con su rama de Santander Consumer USA, que principalmente financia la compra de coches.
La presidenta del Santander, Ana Botín, aseguró el viernes pasado en la junta de accionistas del banco que “la diversificación” de la entidad sirve “como estabilizador” en este contexto inestable. “Por ello, mantenemos todos nuestros objetivos para 2025: alcanzar unos ingresos de aproximadamente 62.000 millones de euros; reducir los costes en términos absolutos frente al año anterior; mantener un coste del riesgo estable, con los mercados de mejor desempeño compensando a otros”, aseguró la directiva. Si bien el banco monitoriza el desarrollo de los acontecimientos, confía en que la situación se estabilice y se evite una recesión económica, algo que afectaría de lleno a la actividad de todo el sector financiero.
Al BBVA, por su parte, el otro gran banco internacional español, le inquieta su negocio en México, ya que vendió su actividad en EE UU en 2020. Una ralentización o caída de la economía mexicana golpearía de lleno en el balance de la entidad presidida por Carlos Torres.
“Primero, un mensaje de tranquilidad, pero lógicamente hay que analizar los efectos y los impactos, porque hay que ver la letra pequeña para no adoptar decisiones y extraer conclusiones precipitadas”, dijo, por su parte, Óscar García Maceiras, consejero delegado de la mayor cotizada española, Inditex, en un evento de El Español, la semana pasada. García Maceiras, al igual que hizo Botín, sacó pecho de la diversificación del negocio de Inditex como una ventaja para afrontar estas turbulencias geopolíticas. “Fabricamos en 50 países distintos y creemos que vamos a ser capaces de adaptarnos a esas nuevas circunstancias que están viniendo”, señaló.
La política anti energías verdes de Trump
Pese al alivio de depender en buena parte de agentes privados, en el sector energético ven con recelo los primeros pasos de Trump. Una vez elegido presidente el pasado 5 de noviembre, el primer día de mandato incluyó entre el centenar de órdenes firmadas una suspensión de dos meses en la aprobación de arrendamientos de suelo y autorizaciones a desarrollos eólicos; puso veto al desarrollo de la energía eólica marina; ha endurecido los aranceles a la importación de suministros clave, y tiene en cuarentena el gasto de las agencias gubernamentales en todo lo vinculado a las renovables y recarga del vehículo eléctrico.
Energéticas españolas como Iberdrola o Acciona Energía, con potencia renovable instalada en Estados Unidos, creen que podrán soportar la tormenta gracias a que la actividad se basa en gran parte en contratos a largo plazo con clientes privados. Avangrid, filial estadounidense de Iberdrola, acaba de poner en funcionamiento su mayor proyecto solar en el país, con 321 megavatios (MW) instalados en Falls County (Texas) tras una inversión de 369 millones de dólares (unos 338 millones de euros al cambio actual). Además de suministrar electricidad a la red texana, la planta respaldará las operaciones del gigante tecnológico local Meta, que prevé la construcción de un centro de datos a escasa distancia del parque solar.
Iberdrola lleva invertidos 50.000 millones de dólares en Estados Unidos en las dos últimas décadas y tiene planes para destinar otros 20.000 millones (unos 18.309 millones de euros) hasta 2030, con el foco en la mejora y expansión de redes al calor de una demanda que se suponía hasta ahora creciente. De momento, la compañía que preside Ignacio Sánchez Galán no ha dado señal alguna de ralentizar sus planes.
Acciona, por su parte, tiene a Estados Unidos como principal destino de su inversión en plantas solares, con 1.313 MW de potencia instalada (Chile es su segundo mercado, con 610 MW). Los 1.431 MW eólicos desarrollados allí por el grupo que lidera José Manuel Entrecanales solo se ven superados por su presencia en Australia (1.515 MW eólicos).
En cuanto a Repsol, la compañía sufre la revocación de permisos y exenciones para exportar crudo desde Venezuela. Según las cuentas de 2024, Repsol produjo una media de 67.000 barriles al día en ese país y cuenta con una exposición patrimonial a Venezuela de 504 millones.
Por su parte, en el negocio del acero también se teme más por los efectos secundarios que puedan derivarse de los aranceles de Trump que del impacto arancelario directo en sí, ya que por ejemplo ArcelorMittal exporta poco acero a EE UU. Una de la principales preocupaciones de las siderúrgicas radica en que las nuevas tasas provoquen que llegue a Europa buena parte del acero que EE UU deje de comprar, lo que inundaría aún más un mercado europeo ya de por sí saturado de acero extracomunitario, por lo general más barato y menos ecológico, como el proveniente de China, explican fuentes del sector.
“La política de America First del presidente Trump amenaza con ser el último clavo en el ataúd de la industria siderúrgica europea. Si el acero europeo desaparece, también lo harán la automoción europea, la seguridad y defensa europeas, las infraestructuras energéticas, el transporte y otros. Lo que está en juego es la soberanía europea”, alertó Henrik Adam, presidente de la asociación europea del acero, Eurofer, el pasado 12 de marzo.
“Bajo la primera administración Trump, ya fuimos testigos del enorme impacto de la Sección 232. Las exportaciones de acero de la UE a Estados Unidos disminuyeron en más de un millón de toneladas, mientras que por cada tres toneladas de acero desviadas del mercado estadounidense debido a la Sección 232, llegaron dos toneladas a la UE”, añadió Adam. Eurofer incide en que la situación del acero europeo es hoy “mucho peor” que en 2018, durante el primer mandato del magnate, y que las medidas anunciadas ahora son “más amplias”, por lo que es “probable que el efecto sea mucho mayor”. Otra derivada que impactará en el negocio siderúrgico es la evolución del sector automovilístico, una industria muy demandante de acero, a la que Trump ha impuesto un arancel a la importación de vehículos y piezas procedentes del extranjero del 25%.