Ir al contenido
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las monedas digitales y su futuro lugar en la estantería de los grandes errores económicos

La nueva forma de dinero virtual impulsada por los bancos centrales supondrá un control mayor sobre el ciudadano

Imagen de 'The Old Library', la vieja biblioteca del Trinity College, en Dublín.

Desde la fecha de mi nacimiento, unos meses antes de que Nixon decretase la suspensión temporal del dólar en oro, la moneda americana ha perdido un 98,8% de su valor frente a esa reliquia bárbara (en palabras de Keynes). Mientras que en 1971 10.000 dólares compraban 286 onzas de oro (cuyo valor de mercado actual es de 860.000 dólares), hoy día sólo alcanzarían para comprar un poco más de 3 onzas. Y a eso le llaman progreso y estabilidad monetaria.

En España, la moneda (peseta y euro) ha perdido un 99,5% de su valor en el mismo período de tiempo. Puede no parecer mucha diferencia con respecto al dólar pero ha sido más del doble de lo acaecido al otro lado del charco a pesar de los ortodoxos vigilantes monetarios de Fráncfort. Mientras que una onza se ha multiplicado por 85x en dólares nominales, en pesetas/euros se ha multiplicado por 205x.

Gideon Gono, gobernador del banco de Zimbabue en la época hiperinflacionaria, describía perfectamente la situación: “Me encuentro haciendo cosas extraordinarias que no aparecen en los libros de texto. Y, de repente el FMI le pide por favor a Estados Unidos que imprima dinero. El mundo entero está haciendo lo que me dijeron a mí que no debía hacer”.

En la obra Le Bourgeois Gentilhomme, de Molière, uno de los personajes, M. Jourdain, se da cuenta de que ha estado hablando en prosa toda su vida sin saberlo. De la misma forma los guardianes de nuestra moneda, los adalides de la estabilidad monetaria, se han convertido en los destructores de la misma, quizá sin saberlo. Yo llevo siempre conmigo un billete de 100 trillones de dólares de Zimbabue (un 1 seguido de 14 ceros), firmado por el señor Gono, como recordatorio.

Esto no es nada novedoso. Lleva ocurriendo desde la noche de los tiempos. El emperador Augusto fijó originalmente el precio del oro en 45 monedas por libra de peso. Posteriormente los emperadores abusaron de su privilegio y antes del Edicto de Precios Máximos, de Diocleciano en el año 301, una libra de oro valía 50.000 denarios, que pasaron a ser 20 millones en el año 337. La inflación no es un fenómeno divino ni una catástrofe natural. Es una política predeterminada.

Hay cientos de ejemplos similares. Por muy liberal que sea un gobierno se atribuye siempre el monopolio monetario. Y siempre y en todo lugar, sin excepción, el papel moneda deriva a su valor marginal: cero. El dinero, un concepto sencillo en sí mismo pero cuyo funcionamiento es complejo de comprender, tardó miles de años en desarrollarse a base de prueba y error. Desde el grano, la sal, el ganado y otros muchos métodos hasta los metales preciosos, que se convirtieron en el dinero por excelencia del libre mercado. Como dijo el banquero JP Morgan, “el oro es dinero, todo lo demás es deuda”.

En palabras de Murray Rothbard, “el dinero es un fenómeno de mercado que no necesita al gobierno para desarrollarse de forma óptima. Los burócratas y políticos buscan el control del mismo para beneficiarse y explotarnos... en suma, el libre mercado puede gestionar un sistema monetario tan bien como el resto de la economía. Contrariamente a la opinión generalizada el dinero no tiene nada especial que requiera un minucioso control gubernamental”.

Y como no hay una idea pésima que los burócratas monetarios no quieran abrazar, el siguiente caballo de batalla son las CBDCs (Central Bank Digital Currency), una nueva forma de dinero digital emitido por los bancos centrales. La idea es crear un método de pago alternativo a las criptos y ligado a la moneda nacional. Actualmente, hay 134 países explorando la posibilidad de emitir CBDCs (65 de ellos en fases avanzadas) y 3 ya las han emitido (Bahamas, Jamaica y Nigeria). El yuan digital es la CBDC piloto más grande del mundo con un volumen transaccionado cercano al trillón de dólares.

Esta idea se vende al público bajo los conceptos de simplificar pagos, aumentar la inclusividad, prevenir la evasión fiscal, reducir la corrupción y mejorar la seguridad nacional. Si se incluyera el objetivo eco-friendly ya se habrían incluido todos los conceptos habituales en estos casos.

Vamos a obviar que la gran mayoría del dinero en circulación ya funciona en forma electrónica (8% de efectivo frente a un 92% digital). Vamos a obviar asimismo los problemas de seguridad y el coste de implementar las CBDCs. Y vamos a olvidarnos de que, al estar ligadas a la moneda nacional, la depreciación del valor hasta cero está garantizada.

La realidad es que las criptomonedas (acerca de las cuales me abstengo de opinar) suponen ya un mercado de 3 trillones de dólares, fuera del control de los gobiernos. Y esa es una tarta demasiado grande y golosa para que se escape del control del monopolio monetario. Pero es que la razón de ser de las criptos es que son anónimas, privadas, no centralizadas e independientes de los gobiernos y bancos centrales. Exactamente lo que las CBDCs no son.

La intención final parece ser aumentar el control de Gran Hermano sobre las transacciones de los ciudadanos. Las CBDCs permitirían monitorear todas las transacciones eliminando la anonimidad asociada al efectivo. Esta capacidad de vigilancia podría ser utilizada para políticas de control social eliminado la autonomía financiera de los ciudadanos. China ya cuenta con un sistema de crédito social que determina el acceso a ciertos servicios en función de las opiniones políticas, hábitos de consumo, actividad online y otras características. De esa forma el gobierno puede castigar a aquellos que no sigan las normas oficiales

Las CBDCs darían al gobierno un control prácticamente total del sistema financiero destruyendo la privacidad y libertad individual del ciudadano. El gobierno establecería las normas para su uso y podrían utilizarse para censurar transacciones de enemigos políticos o de aquellos que no apoyen las mensajes oficiales, convirtiéndose en instrumentos de coacción y control. Especialmente si se combina con una eliminación del uso del efectivo. ¿Qué impediría al Gobierno cobrar un impuesto extraordinario para el motivo que sea con sólo apretar un botón y contra el que el ciudadano no podría protegerse?¿Qué impediría implementar tipos de interés negativos? El ciudadano cedería su privacidad e independencia financiera en aras de una pretendida seguridad y estabilidad y se quedaría sin lo uno y sin lo otro.

Las CDBCs ocuparán otra estantería en la Biblioteca de los Errores. Si tienen tiempo pásense a verla. Merece la pena. La dirección es 33A Melville Street Lane, Edimburgo.

Más información

Archivado En

_
_