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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Carta desde el futuro 2050 del BCE dando parte de la destrucción del euro

Reconstrucción satírica del Informe Anual del supervisor europeo al llegar al medio siglo

Imagen de una moneda de euro.
Imagen de una moneda de euro.Efe

Esta es una sátira ficticia. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia… (¿o no?).

Estimados ciudadanos:

50 años tras la introducción del euro nos complace informar que nuestro único mandato, la destrucción del poder adquisitivo de la moneda que nosotros mismos emitimos, se ha completado con un éxito rotundo. Durante el primer cuarto de siglo de su existencia conseguimos que el euro perdiese un 45% de su valor debido a la inflación (y más de un 80% frente al oro) y ya en décadas más recientes hemos completado totalmente nuestra misión.

En aras de mantener un lenguaje políticamente correcto, nuestro mandato original se etiquetó como “estabilidad de precios” definido como una depreciación del 2% anual. En dos generaciones hemos reducido el valor de la moneda a la nada más absoluta. Por supuesto, no hay nada de estable en ello sino todo lo contrario. Aún nos preguntamos el motivo de nuestra mera existencia.

Se ha demostrado empíricamente a lo largo de los siglos que los burócratas y la planificación centralizada realizan siempre y en todo lugar un trabajo más eficiente que el libre mercado. El concepto de Arrogancia Fatal desarrollado por Friedrich Hayek es un sinsentido en toda regla que sólo tiene cabida en la mente de un resentido. Para cumplir con nuestra misión hemos multiplicado nuestro balance por 50 y ya hay que expresarlo en potencias de base 10 y usar gráficos logarítmicos. Es, por tanto, una falacia afirmar que nuestras acciones han tenido algo que ver en la inflación que ha confiscado subrepticiamente el ahorro de los ciudadanos para financiar la deuda con la que los políticos pagan las promesas con las que son elegidos.

En estos últimos años nuestro monopolio monetario quedó perfectamente complementado con la prohibición total del uso del efectivo y la introducción del euro digital. Fue relativamente sencillo destruir la libertad individual de los ciudadanos usando el argumento de que las medidas se requerían por seguridad nacional y de que sólo los delincuentes usan billetes. A partir de ahí fue un juego de niños confiscar, con sólo apretar un botón, el patrimonio de los ciudadanos para financiar la eco-tasa, el impuesto de solidaridad, el gravamen de emergencia y el tributo extraordinario.

Gracias a nuestra colaboración directa con los diferentes gobiernos locales, y tras la ilegalización de las criptomonedas y los metales preciosos, podemos vanagloriarnos de que hace más de 100 años que no existe ningún tipo de dinero privado de libre mercado como fue el caso durante los 5.000 años previos de historia económica. No creemos que otros activos duraderos, portables, universalmente reconocidos y fácilmente divisibles como el vino o los cigarrillos supongan una seria amenaza.

Algunos de los miembros de nuestro consejo de administración intentaron hacernos ver que el dinero no es riqueza sino una vara de medir. Según esos retrógrados se trata de un pagaré apoyado en los futuros ingresos fiscales (o en la confiscación patrimonial a los ciudadanos). Ese es sin duda un concepto absurdo. Todos sabemos que el dinero no es una vara de medir sino una varita mágica. No es de extrañar, por tanto, que hayamos trasladado nuestra sede central de Fráncfort a Hogwarts.

El segundo logro del que estamos más orgullosos es nuestro control total y absoluto de los tipos de interés. Durante una década conseguimos generar tipos de interés nominales negativos por primera vez en la historia del ser humano. Algunos radicales comentaron que los tipos de interés negativos son una imposibilidad en un libre mercado en el que la vida humana sea finita pero, como dijo uno de los miembros de nuestro consejo, “somos gente mágica… siempre sacando conejos de la chistera… no hay límites para lo que podemos hacer”. Hemos conseguido que aberraciones económicas se hayan incorporado a nuestra vida diaria.

Podríamos parar la creación de dinero de la nada y dejar que el libre mercado estableciese los tipos de interés. Pero esos son conceptos radicales del medievo más oscuro que cercenarían la financiación de proyectos improductivos que nunca deberían haber visto la luz del sol y generarían un proceso de destrucción creativa que acabaría con la era dorada de los bancos centrales y la economía vudú que suponen nuestra mera existencia. Por no mencionar que un dinero solvente y tipos de interés de mercado obligarían a los gobiernos a limitar su tamaño y mantenerse disciplinados, precisamente lo que no queremos. Parece mentira que tengamos que explicar lo obvio.

Hemos abrazado un modelo de negocio transversal completado nuestra transformación en un fondo de cobertura. No sólo nuestras acciones han elevado los precios de activos clave (como los bienes inmuebles, la bolsa de valores, los bonos y el private equity) a niveles de la Estación Espacial Internacional sino que, mediante un exhaustivo proceso burocrático del que estaría orgulloso el Gosplan soviético, hemos monetizado una gran parte de la deuda gubernamental. Afrontamos un brillante futuro siempre y cuando a nadie le dé por analizarnos como un banco tradicional ya que nuestro nivel de apalancamiento supera en ciertos casos las 100 veces y siempre y cuando los contribuyentes no se pregunten para qué pagan impuestos si podemos crear dinero de la nada.

Un sistema bancario de reserva fraccional y moneda fiat es la roca sobre la que construimos nuestra iglesia. Seguiremos incansablemente con nuestros programas educativos indicando que este es el único camino a seguir no vaya a ser que algún radical juegue con la idea del dinero y tipos de interés de libre mercado. Para ello hemos reforzado nuestro Departamento de Economía Vudú y nuestra Consejería de Dinero que cae del Cielo tras cerrar nuestros Departamentos de Consecuencias Inesperadas e Historia Económica que bien es sabido no valen para nada.

En nuestra próxima Junta General mantendremos nuestro récord ininterrumpido de 50 años sin pagar dividendos ya que no tenemos accionistas. No haremos donaciones caritativas más allá de financiar los programas que los gobiernos nos indiquen y, una vez más, seguiremos sin ser auditados (lo que nos confiere una ventaja competitiva sin precedentes). Finalmente entregaremos, a título póstumo, nuestra Medalla de Oro y Diamantes a Johannes Gutenberg, sin cuya invención nada de esto hubiese sido posible.

Se nos presenta un brillante futuro en el que no hay límite para nuestras acciones. Como dijo uno de nuestros consejeros: “Hacemos algo… y si nadie arma un escándalo, porque la mayoría de la gente no entiende lo que hemos hecho, seguimos paso a paso hasta que ya no hay vuelta atrás”.

Atentamente.

El Impresor en Jefe


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