BBVA-Sabadell: una fusión que pide dos cautelas
Se debe estudiar con prudencia el impacto sobre la competencia del sector financiero y el solapamiento de los trabajadores en sus zonas de influencia
Parece que vuelven los movimientos corporativos en el sector financiero español. La confirmación este martes de BBVA sobre su interés en Banco Sabadell, enviada a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), marca un potencial punto de inflexión en el panorama bancario tanto español como internacional. Este interés no es simplemente un gesto corporativo. Es un segundo intento de esta consolidación, cuatro años más tarde y parece representa una estrategia reflexiva diseñada para enfrentar un mercado global cada vez más desafiante y competitivo.
Ha sorprendido el anuncio por la estabilidad y holgados resultados que en estos momentos tiene la banca española. Muchas de las fusiones y adquisiciones del pasado acontecían para resolver problemas de solvencia o aprovechando bajas valoraciones del precio de la acción de algunas de las entidades. Sin embargo, el contexto ahora es diferente, sobre todo para una de ellas. Aunque el BBVA permanece con sus fortalezas tradicionales y con suficiente liquidez y solvencia -que tiene desde finales de 2020 tras su venta de su banco en EEUU-, el Sabadell está mucho mejor posicionado en el mercado, saneado y con una rentabilidad razonable. Hoy el Sabadell es cuatro veces más caro que en 2020 (alcanzando los 9,4 mil millones de dólares), aunque el BBVA también ha visto como su valor se triplicaba en el mismo periodo (llegando a los 62,7 mil millones de euros actuales). Mejores cifras que pueden hacer más fácil rematar la fusión de un modo más dulce para todos.
El contexto actual del sector bancario global exige una capacidad de adaptación y escalabilidad que solo entidades de considerable magnitud pueden gestionar eficazmente. En este sentido, la posible fusión entre BBVA y Sabadell encajaría bien en el nuevo entorno tecnológico, que requiere voluminosas inversiones. Con una capitalización de mercado combinada de unos setenta mil millones, esta fusión podría fortalecer su competitividad frente a gigantes internacionales y podría mejorar su capacidad para innovar y expandirse en nuevos mercados. Para bancos como BBVA y Sabadell, que ya han invertido considerablemente en tecnología, este movimiento podría significar una aceleración en la implementación de plataformas bancarias más robustas y competitivas.
En la escala internacional, BBVA y Sabadell ya poseen una notable presencia en diversas regiones, pero su unión podría optimizar esta cobertura geográfica. Por ejemplo, BBVA tiene una fuerte presencia en América Latina, Estados Unidos, Turquía y algunos países de la UE, mientras que en el Sabadell destaca la presencia significativa en el Reino Unido, tras la compra del banco británico TSB hace unos años. La combinación de sus redes podría resultar en una cobertura sin precedentes, que puede permitir compartir estrategias de mercado que serían beneficiosas en términos de costos y expansión de servicios.
Las reacciones del mercado tras el anuncio fueron reveladoras: las acciones de Sabadell experimentaron un alza, reflejando la percepción positiva de los inversores sobre el valor añadido que la fusión podría representar para ellos. Por otro lado, la caída en las acciones de BBVA refleja una típica cautela del mercado ante los costos iniciales y los desafíos de integración que cualquier fusión de esta magnitud conlleva.
Es oportuno, asimismo, comentar dos cautelas muy importantes ante esta operación que se deben valorar adecuadamente. En primer lugar, el impacto sobre la competencia del sector financiero, ya altamente concentrado, y en el que es bueno seguir contando con suficiente rivalidad por el bienestar de los clientes bancarios. La segunda cautela es sobre el empleo de ambas entidades en España, ya que existen solapamientos entre sus zonas de influencia. Este puede ser un tema sensible a la hora de poner en práctica la fusión.
En definitiva, la fusión BBVA-Sabadell podría ser interpretada, con un guiño a El Quijote, como la creación de otro “gigante” no solo para competir, sino para prosperar en un mercado global donde los “molinos” —desafíos como la digitalización, la regulación financiera y la necesidad de innovación constante— son cada vez más numerosos y complejos. Este movimiento no solo redefiniría la trayectoria de ambas entidades, sino que también reforzaría el panorama de competidores fuertes españoles en un escenario global, demostrando que en tiempos de incertidumbre, la unión y la visión estratégica pueden ser la clave para no solo sobrevivir, sino también para liderar.
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