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Endesa, la gallina de los huevos de oro de Enel, mira de reojo a Italia

La italiana, que espera movimientos del Gobierno Meloni, ha amortizado vía dividendo su inversión en la española y atesora otros 13.500 millones por su valoración en Bolsa

Pago de dividendos de Enel a Endesa
Infografía: Belén Trincado

Tiempos de cambio en la política italiana y tal vez en las empresas públicas del país. El vicepresidente y ministro de Infraestructuras, Matteo Salvini, ha sido hasta ahora críptico a la hora de referirse a la continuidad al frente de Enel de Francesco Starace, a quien parece difícil discutir en vísperas de que venza en mayo su tercer mandato. Ingeniero nuclear, visionario del auge de las renovables, sustituyó a Fulvio Conti al frente de la firma allá por el año 2014 y ha sido el artífice de la gran transformación de Enel en estos casi diez años, convirtiéndola en una de las eléctricas de referencia tras una revalorización bursátil del 45%. Designado por el Ejecutivo de Matteo Renzi, su origen tal vez sea intolerable para el nuevo Gabinete de ultraderecha, pero indiferente para el mercado a tenor de su desempeño. “Su máximo rival tiene nombre de portero”, aseguran fuentes próximas a la sociedad italiana, en alusión a Stefano Donnaruma, primer ejecutivo de Terna, el operador de red del país. No es el único en la línea de salida dentro de un proceso que no se resolverá hasta pasadas las elecciones de Lazio y Lombardía a mediados de febrero, con la vista puesta en mayo para la junta del grupo. La cuestión, en todo caso, no pasaría de ser doméstica si no fuera por un detalle: Enel es la dueña de Endesa.

El consejero delegado de la histórica eléctrica española, José Bogas, con plan estratégico en marcha, renovaba su cargo el pasado mes de abril. Lo hacía por un período de cuatro años. “Quiero dar las gracias por su confianza al presidente del consejo de administración, Juan Sánchez-Calero, y a Francesco Starace, vicepresidente de Endesa y consejero delegado de Enel”, exponía en su discurso ante los accionistas. ¿Cómo le afectaría un cambio en la cúpula italiana? Fuentes conocedoras explican que, como es lógico y más allá del mandato en vigor hasta 2026, un movimiento de tierras en Roma dejaría el futuro de Bogas a expensas de los designios de la matriz. Lo normal, incluso, sería que el primer ejecutivo de España -en realidad un country manager por la relación de dependencia de Endesa con Enel- tuviera por contrato que poner su puesto a disposición del nuevo inquilino de Viale Regina Margherita, la sede de la firma cerca de Villa Borghese.

Si la política constituye un factor en la decisión, Bogas, ingeniero por el ICAI y un profesional con 40 años de trayectoria en la casa, ha cultivado su faceta de relaciones públicas tanto a izquierda como a derecha. Hombre cercano y afable en el trato, con un profundo conocimiento del sector, ha sabido en esta última etapa ganarse la confianza de Teresa Ribera, que no siempre ha gozado del reconocimiento que ahora abrillanta tras el éxito continental del tope al gas. De hecho, fue Bogas quien alertó a la vicepresidenta, allá por septiembre de 2021, de que el 80% de los contratos de las eléctricas eran bilaterales y a precio fijo, lo que invalidaba la reforma eléctrica lanzada por Transición Ecológica para minorar sus ingresos en el mercado por 2.600 millones. En el otro lado del espectro ideológico, fuentes al tanto del episodio relatan la buena relación que el directivo forjó con Alberto Núñez Feijóo cuando éste aún no aspiraba a La Moncloa y desde la Xunta de Galicia se vio obligado a gestionar con Endesa el cierre de la central de As Pontes. Más difícil es atisbar a Bogas, siquiera con intermediarios, estrechando lazos con Vox, a fin de cuentas el aliado fetén para llegar a Salvini, líder de la Liga, socio de Giorgia Meloni en el Gobierno y hermano de sangre en la ultraderecha.

Si la cuestión no es tanto política, sino económica, los números avalan la gestión italiana, eso sí, a costa de exprimir a la española. No en vano, la sociedad creada en 1944 bajo la denominación de Compañía de Electricidad de España se ha convertido desde 2007 en un auténtico pozo sin fondo a la hora de inyectar dinero fresco en la empresa pública italiana vía dividendos. De hecho, Enel llegó a controlar el 92% de Endesa, un proceso en el que desembolsó a través de varias operaciones más de 36.400 millones de euros. Desde entonces y hasta el ejercicio 2021, había recibido como pago por su participación en el capital un total de 31.090 millones (ver tabla). Una cifra a la que debe sumarse la retribución relativa al año 2022, que con el abono anunciado de 1,5 euros por acción y un beneficio previsto entre 2.200 y 2.300 millones superará ampliamente los 1.00 millones. También los 3.300 millones que se embolsó con la oferta púbilca de venta de 2014, por la que se deshizo del 22% del capital. Es decir, el gigante transalpino no solo estaría a punto de amortizar toda su inversión, sino que contaría con plusvalías latentes superiores a 13.500 millones si se tiene en cuentra la capitalización actual de la española y el 70% de la misma que acapara. A la vista de los datos, es difícil encontrar hoy un político que no reniegue de una operación por la que se perdió la españolidad de una compañía estratégica. El fiasco político con Endesa en la era Zapatero también explica la cautela del actual Ejecutivo con las pretensiones de los fondos en Naturgy, con CaixaBank como único ancla nacional y garante último del proyecto industrial.

Si el Gobierno italiano tira de Lampedusa y cambia algo -en lo político- para que todo siga igual -en lo económico-, no serían España y Bogas los únicos en el foco, con diferentes cargos en el consejo pendientes de renovación en 2023. Para empezar, Sánchez-Calero y otros dos independientes (Francisco de Lacerda e Ignacio Garralda), pero sobre todo el del dominical Alberto de Paoli, mano derecha de Starace en Enel como gurú financiero. La otra opción es, directamente, no cambiar nada, una alternativa que podría encajar más con el perfil a lo Draghi de Giancarlo Giorgetti, a fin de cuentas el ministro de Economía y de quien dependen las decisiones sobre las empresas participadas por el Estado. La batalla está abierta. Endesa, un cheque en blanco para Enel, mira de reojo a la guerra de intereses en Italia.

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