Alemania despierta: arranca la carrera por los recursos estratégicos globales
El Gobierno se replantea qué camino tomar tras la crisis. El país necesita reposicionarse y está buscando socios en Asia, África y Sudamérica
El cambio de era ha llevado la semana pasada al canciller alemán a Brasil, Chile y Argentina. Olaf Scholz quiere negociar para obtener las materias primas (litio, el nuevo oro blanco) que necesita para la transición energética y para esquivar a Rusia y a China; pero lo quiere hacer respetando el medioambiente sudamericano y contribuyendo a crear allí riqueza invirtiendo en un sector minero sostenible. Es la carrera por los estratégicos recursos globales en la que Alemania participa para defender su industria en el nuevo orden internacional. El nuevo oro blanco se necesita para las baterías modernas, para los ordenadores, móviles y coches eléctricos. La burbuja del litio refleja el dilema del auge de las tecnologías de electromovilidad y energías limpias y de la actual transformación tecnológica e industrial.
El 27 de febrero de 2022 el canciller alemán Schlolz anunciaba un cambio de era. Un año después Alemania se cuestiona cómo quiere vivir y cómo podrá conservar su bienestar sin perder de vista Europa. El negocio alemán es la exportación; pero las estrategias de poder de Rusia y China han descolocado el mercado global. Alemania quiere ahora maniobrar y está buscando socios en Asia, África y Sudamérica. Al mismo tiempo la economía está advirtiendo que existe el riesgo de que las empresas alemanas trasladen su producción. Las razones son varias. Así que los expertos reclaman que el Estado intervenga, que el Gobierno ate una política industrial que defienda su economía del empuje chino y estadounidense, y que vuelva a una política económica de oferta. Lo permitiría la economía. La inflación caerá al 5% en 2023 (pronostica el Instituto Ifo) o incluso al 2% o 3% en 2024 (Instituto de Investigación Macroeconómica IMK).
El Gobierno espera que la economía alemana vuelva a crecer y se replantea el camino a seguir tras la crisis. Las dos grandes figuras del tripartito gubernamental, el verde Robert Habeck, ministro de Economía, y el liberal Christian Lindner, ministro de Finanzas, hablan de virar hacia políticas de oferta. Habeck propone la reestructuración verde de la economía, y, Lindner, una política industrial que facilite la vida a las empresas alemanas. “Esperamos que la economía registre un empuje“, dice Elga Bartsch, la economista jefa de Habeck. Por lo que de nuevo se abrirían las puertas que se cerraron con la crisis y la guerra. Habeck habla de una política transformadora de oferta, que permita apoyar la economía climáticamente neutral. Sería la respuesta alemana a la política industrial de Biden en EE UU. Geopolítica del pacto verde.
Según Veronika Grimm, del equipo de consejeros que asesora al Gobierno, “los elevados costes de las energías fósiles representan un estímulo para acelerar la transformación hacia las energías renovables, cada vez más atractivas (tanto en la electrificación como en la economía del hidrógeno).” Cree que la industria se beneficiaría de un aumento de las importaciones de hidrógeno. Pero añade que otra consecuencia será el traslado de la producción.
En un futuro se importará, por ejemplo, el amoniaco verde (producido de forma renovable y sin emisiones de carbono, climáticamente neutral a partir de la tecnología del hidrógeno renovable). La producción de acero se reestructurará en Alemania y se producirá con hidrógeno renovable. Asimismo Grimm opina que Europa deberá reaccionar ante la medida estadounidense Inflation Reduction Acts, e implementar lo antes posible la transformación verde e invertir en las infraestructuras necesarias. “Sobre todo teniendo en cuenta que las subvenciones estadounidenses atraerán la producción, por ejemplo de plantas de electrólisis que faltarían en Europa.” La ley estadounidense para reducir la inflación perjudica la economía europea, según la misma UE, porque incluye un paquete de ayudas públicas para el cambio verde.
Crear bienestar y no repartir la riqueza, ese es también el lema del ministro de Finanzas alemán tras el bache de este otoño-invierno. Son tiempos difíciles, pero la economía crecerá este año un 0,2% (1,8% en 2024). Según el ministro, es el momento de corregir y virar hacia una política orientada a la oferta porque falta dinamismo económico. Ahora no se trata tanto de repartir bienestar como de generar riqueza, ha dicho a finales de enero en Berlín. Y de gestionar la nueva economía de mercado ecológica.
Tras la Guerra Fría y la reunificación alemana era inimaginable que estallara otra guerra en Europa. Grimm, uno de los cinco sabios alemanes, afirma que la agresión rusa ha despertado a Alemania. “El Gobierno ha conseguido reducir la dependencia energética respecto a Rusia en un tiempo récord y ha aprobado un presupuesto adicional por 100.000 millones de euros para modernizar las fuerzas armadas. Pero para fortalecer Europa en un mundo cada vez más inseguro deberemos entrelazar las políticas energética, climática, comercial y la estrategia de seguridad europea. Solo así garantizaremos la capacidad europea de reaccionar en un nuevo orden internacional cada vez más determinado por juegos de poder.” Alemania se orientará hacia Europa.
¿Qué implica ese entrelazamiento? Se trata de nuestra seguridad. Grimm: “Tanto en las nuevas relaciones comerciales como en la creación de infraestructuras propias habrá que tener en cuenta inmediatamente los criterios de política de seguridad nacional. Eso significa que solo podremos aceptar la entrada de empresas chinas en infraestructuras europeas cuando, en caso de conflicto, se pueda garantizar el control europeo, no solo teóricamente sino en la práctica. Para ello necesitamos una estrategia de seguridad europea e instrumentos para reaccionar. EE UU. se ha dotado ahora de una Office of Foreign Assets Control, que le permite reaccionar rápida y efectivamente con sanciones cuando se detecte un riesgo para los intereses de seguridad nacional.”
La profesora critica que la efectividad y la rapidez de reacción necesarias para ello aún no son compatibles con el perfeccionismo germano, ni con su aversión al riesgo y su tendencia a largos debates politicos. Tampoco con las estructuras federales de decisión en Europa. No obstante, “no podemos permitir que estos obstáculos nos paralicen sino todo lo contrario, deben ser un estímulo.” El nuevo orden internacional requiere una nueva mentalidad europea. El reto será posicionarse juntos y reducir las dependencias económicas; por ejemplo, la dependencia de China, para disponer de una nueva estructura de abastecimiento de energía.
Por otro lado, los consorcios alemanes no quieren ver perjudicados sus intereses comerciales en Asia. ¿Conseguirá Alemania distanciarse de China (mediante diversificación de proveedores y de clientela), sin dañar las relaciones económicas entre ambos países? “Tanto los análisis de la Comisión Europea como nuestras investigaciones en el Consejo Asesor de Economistas del Gobierno federal muestran que gran parte de los productos importados considerados muy dependientes (es decir, que no se pueden sustituir por productos provenientes de otros países o difícilmente se pueden sustituir) procede de China”, analiza Grimm. Se trata, sobre todo, de productos tecnológicos o del sector sanitario. A través del programa Important Projects of Common European Interest, la UE trata ya de reducir esas dependencias y estimular la producción propia de productos sistémicamente relevantes. Se trata de productos de los sectores de la microelectrónica, de la infraestructura cloud europea (pilar imprescindible para la digitalización económica), la fabricación de celdas de batería y, recientemente, de las tecnologías de hidrógeno.
Lidia Conde es periodista y analista de política y economía alemana