Alemania es ya una pera: la crisis de su clase media
Solía describirse como una manzana, porque la mayoría de la gente pertenecía al segmento intermedio de renta. Ahora crecen los ricos y surge el ‘precariado’
Alemania ya no es una manzana, descrita así porque casi toda la población formaba parte hasta ahora de la clase media. Se ha convertido en una pera, con más gente arriba y la mayoría abajo. Al club de los superricos, al que pertenecen 3.100 alemanes con un patrimonio de por lo menos 100 millones de dólares, se sumaron 300 afortunados en 2021, según el Boston Consulting Group. En el mundo solo hay dos países con todavía más superricos que en Alemania: China, con 8.500, y EE UU, con 25.800. La otra cara de la moneda: los ingresos medios disponibles ascienden en Alemania a 2.588 euros netos mensuales (los ingresos medianos son inferiores), según la Oficina Federal de Estadística. El Gobierno está ciego en justicia social, critica en enero el sindicato Verdi. Hay mucho trabajo, pero se gana poco dinero. Mientras la generación de los baby boomers se está jubilando, la siguiente a ella será la generación que viva peor que sus padres. Por primera vez tras la segunda Guerra Mundial, una cohorte tendrá menos recursos que sus progenitores.
Según un estudio de la OCDE, la clase media está menguando en Alemania. Sobre todo la clase media baja es la que peor lo está pasando. A pesar de estar bien formada y de trabajar duro, el sueldo de la working class apenas alcanza para llegar a fin de mes. No obstante, hoy todavía el 64% de la población está considerada clase media, un porcentaje superior al de la mayoría de los Estados de la OCDE. Solo Dinamarca o Eslovaquia están por delante de Alemania, con el 69% y el 71%, respectivamente.
Lo contradictorio es que esto pasa en un país con un empuje económico tremendo. La economía creció el 1,9% en 2022 y, el consumo privado, el 4,6% respecto a 2021. Mucha gente optó por gastarse el dinero ahorrado en viajes, ocio y entretenimiento. El último trimestre de 2022 se estancó la economía, pero no retrocedió. Sin embargo, los retos siguen siendo los mismos: el elevado precio de la energía, el estrangulamiento en las cadenas de suministros, el déficit de especialistas y la incógnita de la pandemia. La economía alemana invirtió un 2,5% más en maquinaria y en vehículos; y exportó un 3,2% más que en 2021.
El Gobierno dice que lo hizo bien. El ministro de Economía, Robert Habeck, sostiene que la resolución política del Gobierno de Scholz –que movilizó muchos recursos para apoyar a la economía– permitió maniobrar en la crisis. Por eso, se espera que Alemania supere bien el invierno y no sufra la caída anunciada. El Instituto de Economía Mundial de Kiel pronostica un ligero crecimiento del 0,3%, pero el Ifo de Munich apunta que la economía se estancará en 2023. Tras la pandemia, la población quiere disfrutar y recuperar el tiempo de ocio perdido; sobre todo sabiendo que la demanda de trabajo es inmensa. Nunca hubo tanta gente trabajando, 45,6 millones de personas. Pero 2022 representó también una caída del poder adquisitivo. Y cada vez es más difícil abrirse camino para entrar en la clase media, según datos de la OCDE y de la fundación Bertelsmann.
La clase media ha menguado considerablemente entre 1995 y 2018, pasando del 74% al 64%. “Alemania sigue teniendo una clase media amplia y estable“, defiende Dorothee Spannagel, jefa de Política Social del Instituto de Ciencias Sociales WSI de la fundación Hans-Bröckler. Pero está perdiendo gente en la clase media baja de la que forman parte 18 millones de personas. “Se desvanece la esperanza de poder adquirir una vivienda trabajando en un oficio sólido.“ Y surgen miedos. Lo dice también el investigador Christoph Butterwegge, de Colonia: “La pobreza no es un problema que afecte solo a grupos marginales, sino a las familias”. Los altos alquileres, y el precio de la energía y la inflación están estrangulando sus economías. Y la gente no cree que la situación mejorará, según la encuesta realizada por la Sociedad de Investigación del Consumo GfK.
El presidente de la patronal BDA, Rainer Dulgen, argumenta que Alemania está en medio de un cambio estructural y advierte que no podrá conservar su nivel de bienestar. En 2022 la población perdió poder adquisitivo y, por ahora, no espera recuperarlo. Patrick Sachweh, del centro de investigación de política social de la universidad de Bremen, apunta: “Son muchos y hasta ahora han vivido muy bien: profesores, funcionarios, gente con oficios”. Disponen de entre 1.700 y 3.100 euros netos mensuales. De entre 3.540 y 6.640, una familia compuesta por dos adultos y dos niños. Esa clase media es la que sostiene con sus impuestos el Estado Social, confía en la democracia y le da estabilidad. Hasta ahora ha sido la columna alemana. “Formar parte de la clase media fue siempre una aspiración y un factor integrador“, añade Sachweh. Ahora esa clase media está menguado, lo que afecta sobre todo a la generación de jóvenes de entre 18 y 29 años. Mientras el 71% de los baby boomers conseguían formar parte de la clase media poco después de empezar a trabajar, solo el 61% de los millennials (nacidos entre 1983 y 1996) lo ha conseguido.
La pandemia aceleró ese proceso y, la inflación, todavía más. El profesor de Economía de Bath, Guy Standing, habla de una nueva clase social: el precariado, y de que la brecha entre ricos y pobres se abre cada vez más. En Alemania el 1% de la población dispone de una cuarta parte del patrimonio total. Y la mitad de la población solo dispone del 1% del patrimonio. La crisis actual, con inflación disparada y altos precios energéticos, golpea a quienes menos tienen. Entre 2021 y 2022 se duplicó hasta el 41% el porcentaje de hogares de la clase media baja que apenas tenían para pagar la energía. Aumentan los debates políticos por el miedo a la exclusión social y por las tendencias populistas. Y se registran cambios de mentalidad. Sachweh apunta que los padres de la clase media reorientarán sus inversiones, menos en casa propia y más en la formación de sus hijos para garantizarles el bienestar y el ascenso social. No hay que perder de vista que el patrimonio neto (cálculo de la mediana) de los hogares alemanes es inferior al de los españoles porque se invierte menos en vivienda propia.
Los riesgos ahora son la guerra en Europa, la escasez de la energía, la interrupción de las cadenas de suministro por la incógnita china, la interrupción del comercio global por conflictos entre EE UU y China, y la inflación. Los precios elevados frenan el consumo y perjudican la economía. Según Marcel Fratzscher, jefe del instituto de investigación DIW, la crisis social se agravará porque las clases medias y bajas pagarán más por la crisis y disponen de pocos recursos y pocos ahorros para compensarlo. Si Alemania no vira, perderá el consenso.
Lidia Conde es Periodista. Analista de economía y política alemana