El ‘annus horribilis’ de Elon musk
El fundador de Tesla ha visto descender su fortuna en 132.000 millones de dólares La compra de Twitter y las polémicas decisiones que ha tomado en la red social han afectado a su imagen pública
Cuando sonó la última campanada que daba la bienvenida al 2022, Elon Musk era el hombre más rico del mundo, con 277.300 millones de dólares, y había sido elegido, unas semanas antes, como la persona del año por la revista Time. Apenas 365 días después, su presente es diferente. Por supuesto que sigue siendo rico, muy rico, pero ya no ocupa el primer puesto en la clasificación, atendiendo a los datos de Bloomberg, que cifran su fortuna en 138.300 millones. Ha tenido que ceder el trono a Bernard Arnault. Su dinero no ha salido indemne de los vaivenes de 2022, y su imagen pública tampoco.
Las acciones de Tesla, la compañía que fundó, cayeron casi un 70% en 2022 afectadas por la disminución en la demanda de vehículos eléctricos, así como por el nerviosismo que produce en el mercado el nuevo rol de Musk como dueño de Twitter, red social que adquirió el pasado mes de octubre por 44.000 millones, tras varios meses de lo que se podría clasificar de culebrón empresarial. El empresario sudafricano ha restado importancia al desplome de las acciones en una carta enviada la semana pasada a los empleados de Tesla, en la que les recomendaba no “preocuparse demasiado por la locura del mercado de valores”, y en la que aseguraba que “a largo plazo” será “la empresa más valiosa de la Tierra”.
Pero si algo ha socavado la imagen pública de Musk no ha sido la compañía que fundó y sus malos resultados, ha sido su controvertida compra de Twitter, a cuya sede llegó el primer día con un lavabo entre los brazos. Para muchos, la adquisición, que cerró tras meses de tiras y aflojas que casi lo lleva frente a un juez, no fue otra cosa que el capricho de un multimillonario excéntrico con gusto por llamar la atención. La entrada de Musk a la plataforma vino seguida de la salida de grandes anunciantes, descontentos con el funcionamiento de la herramienta en la que hay menos control de comentarios racistas o con mensaje de odio desde el desembarco del magnate, que llegó con la promesa de devolver la libertad de expresión en el universo del pájaro azul. La cadena estadounidense NPR aseguró que se han ido la mitad de los grandes anunciantes, un dato preocupante si se tiene en cuenta que es la principal fuente de financiación que tiene.
Además de campañas publicitarias, Twitter también perdió a la mitad de su plantilla, a la que el nuevo jefe puso de patitas en la calle a través de un correo electrónico. Luego se unieron más empleados que se negaron a aceptar la premisa de Musk de que para seguir en sus puestos tendrían que trabajar más.
Muchas de las decisiones que ha tomado en sus primeros meses en la red social no han estado exentas de polémica. Lanzó un servicio por el cual quien quisiera tener su cuenta verificada debía pagar 8 dólares al mes. A las pocas horas tuvo que retirar el servicio porque usuarios anónimos pagaron y se hicieron pasar por cuentas oficiales de grandes empresas. Varias semanas después, el sistema de verificación fue relanzado con algunos ajustes. Entre medias, llegó un enfrentamiento con Apple, a golpe de tuit, porque, según Musk, la compañía fundada por Steve Jobs impone “una tasa secreta del 30%” en cada compra que se hace a través de su App Store. Además, realizó una encuesta entre los usuarios de la red social en la que preguntaba si Apple debería hacer públicos los “actos de censura”, que, según él, lleva a cabo. Una censura de la que fue acusado el magnate tras la suspensión de las cuentas de varios periodistas críticos con él.
Y precisamente otra encuesta, a las que parece que se ha aficionado, le ha devuelto como un espejo una imagen que quizá no es la que esperaba. El 19 de diciembre consultó a los tuiteros si debía seguir como director ejecutivo de Twitter. Un 57,2% de los más de 17 millones de personas que participaron estaban a favor de que se fuera. Su respuesta fue que lo haría cuando encontrara “a alguien lo suficientemente loco” como para hacerse cargo del puesto.