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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La novedad de los ERE en los gigantes tecnológicos

Twitter debe someterse a la legislación laboral vigente y, en España, eso implica que un despido no existe hasta que no se comunica formalmente

CINCO DÍAS

Las grandes tecnológicas se han hecho mayores. La prueba de ello no está solamente en el hecho de que tanto inversores como usuarios hayan abandonado el filtro rosa con el que contemplaban estos gigantes nacidos en Silicon Valley. La manida frase de que cuando un producto es gratis para el usuario, entonces el propio usuario es el producto.

La prueba de madurez viene del ámbito laboral. No tanto porque estas empresas hayan sido ajenas a las luchas sindicales; antes al contrario, la parte del negocio en áreas intensivas en el factor trabajo (como transporte de mercancías o personas ligado al uso de aplicaciones) se ha basado en modelos laborales que desafiaban las fronteras de la legalidad, cuando no la propia legalidad. Pero esa realidad convivía con un universo paralelo cuando de trabajos de cuello blanco se trataba. La política de recursos humanos pasaba más por atraer o retener el talento.

Los despidos que ha anunciado Elon Musk para su flamante juguete o los que ultima Meta para culminar un mes de pesadilla son un giro de calado. No son las primeras tecnológicas en despedir, pero sí las primeras tecnológicas populares en despedir. Y, en el caso de Meta, los despidos no son incompatibles con los beneficios, situación que no puede sino recordar los bandazos de contratación y despido habituales en banca de inversión. Los empleados del sector tecnológico han sido y siguen siendo la envidia de los trabajadores en industrias en decadencia, y obviamente no están sujetos a la precariedad de aquellos contratados para repartir alimentos, hacer la compra de terceros o llevarles al aeropuerto. Pero ahora unos cuantos de ellos están a la espera de una lista de salidas o calculando indemnizaciones como un obrero más.

El sector es especial, pero cada vez menos. Y no debe serlo en absoluto cuando atañe a aspectos clave como la relación con los trabajadores. Elon Musk puede orquestar como considere la comunicación de los despidos en su empresa y acaparar titulares en consecuencia. Pero los países donde opera Twitter deben someterse a la legislación laboral vigente y, en España, eso implica que un despido no existe hasta que no se comunica formalmente con una carta. Y si se trata de un proceso de despido colectivo, deberán afrontarse los trámites e indemnizaciones que la legislación laboral prevé. Por el lado de la Administración tampoco hay disyuntiva posible, más allá de garantizar que se cumpla la normativa. No casa mucho con la filosofía múevete deprisa y rompe cosas que ideó Zuckerberg. Pero quizá lo erróneo de la ecuación era, precisamente, esa filosofía.

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