El giro de 180º del Banco de Inglaterra compensa los riesgos
Aunque su compra de bonos puede indicar que apoya al Gobierno que ha creado el problema, vale la pena
El Banco de Inglaterra ha dado el pistoletazo de salida a una necesaria serie de giros económicos. El plan de la primera ministra británica, Liz Truss, de recortar los impuestos ha hecho que la libra y los precios de los bonos caigan en picado. La bajada hace aún más difícil para el gobernador Andrew Bailey convencer a los mercados de que puede endurecer la política monetaria. Su decisión del miércoles de comprar deuda pública británica y retrasar los planes de venta de su cartera de bonos de 857.000 millones de libras (948.000 millones de euros) conlleva grandes riesgos. Pero puede facilitar las necesarias subidas de los tipos.
Los recortes fiscales sin financiación de Truss, desvelados el viernes, provocaron un alboroto en el mercado de deuda. El retorno de la deuda británica a 10 años se ha disparado más de un punto porcentual desde ese día, a medida que los inversores se deshacen de los activos británicos ante el temor a un gasto desbocado y a la inflación.
Bailey tiene que convencer al mercado de que actuará tardíamente para frenar la subida de los precios. Eso significa estar dispuesto a subir los tipos, incluso a expensas de frenar el crecimiento y elevar los costes de los préstamos para dueños de viviendas y empresas.
La agitación llega en un momento especialmente malo porque, al igual que la Fed, el Banco de Inglaterra se ha estado preparando para revertir su política de flexibilización cuantitativa. Esto implica reducir la cartera de bonos que adquirió en las recientes crisis financieras y económicas. El objetivo de Bailey es reducir las tenencias en 80.000 millones de libras (88.000 millones de euros) durante el próximo año. Este llamado ajuste cuantitativo requeriría que gestores de activos e inversores compraran más bonos, incluso mientras el Gobierno eleva la deuda. La perspectiva asustó a los mercados. El miércoles por la mañana, los bonos de referencia a 30 años de Reino Unido, por ejemplo, habían perdido más del 20% de su valor desde el viernes.
Las cifras son desalentadoras. UBS calcula que la emisión de gilts, tras tener en cuenta las ventas y las amortizaciones de la flexibilización cuantitativa, alcanzará los 355.000 millones de libras (393.000 millones de euros) en el año que termina en marzo de 2024. Eso es más que los últimos tres años juntos.
Ya había señales de que los mercados de deuda pública estaban empezando a funcionar mal. Una era la creciente diferencia entre el tipo de interés al que los agentes compran y venden los bonos, el llamado diferencial entre oferta y demanda. Un trader contó que los brókeres hablaban de un margen de 4 puntos básicos para los bonos a dos años, frente a un nivel normal de 1 punto básico.
La respuesta del Banco de Inglaterra a lo que llamó “disfunción” de los mercados es, pues, lógica y efectiva: los retornos de los bonos cayeron bruscamente tras el anuncio. Pero tiene un coste. Existe un claro peligro de que el banco parezca estar subvencionando al Gobierno cuyas políticas desviadas crearon las turbulencias. Pero un mercado de bonos más ordenado también le facilitará el uso de su principal arma política, la subida de los tipos. Si Bailey puede ahora endurecer la política monetaria sin asustar a los inversores, su giro habrá merecido la pena.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías