Una oportunidad única para la relocalización industrial
El coste de nuestra mano de obra es la mitad de la alemana, y la calidad, prácticamente igual
Llevamos años escuchando que el modelo económico español es frágil, y es cierto. El turismo, la hostelería y la restauración son nuestra principal industria, y sin desmerecerla en absoluto, hemos comprobado con el cierre de la economía y de las fronteras que, cuando vienen mal dadas, todo se hunde. Le sigue la construcción y el inmobiliario, una manera de acumular capital vinculada también a la bonanza económica y a los tipos bajos de interés. Y nuestra tercera industria, la de la automoción, es una industria exportadora, de capital extranjero y sumergida en un proceso de transformación sin precedentes que derivará en una importante pérdida de puestos de trabajo. Tal vez por todo esto somos un país con un PIB per cápita mucho más bajo que el de los principales socios europeo: cuando todo va bien crecemos más que nadie, pero cuando va mal decrecemos de manera más profunda y durante más tiempo, de modo que el gap de riqueza con los líderes de la Unión Europea se agranda más que se reduce.
España es uno de los países que más y mejor ha aprovechado la incorporación a la UE. La España de hoy es infinitamente mejor que la de 1986, año en el que se materializó nuestra incorporación de pleno derecho. Como bien vaticinó el entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, a España no la conoce “ni la madre que la parió”. El inmenso flujo de dinero que vino de allende los Pirineos se utilizó bien, muy bien, corruptelas aparte.
En los primeros 25 años en la Unión, se recibieron 230.000 millones de euros de fondos comunitarios, sin incluir ayudas directas o transferencias en I+D. Con fondos estructurales se financió el 50% de las grandes obras públicas, como autopistas, aeropuertos y el AVE, pero también la modernización de infraestructuras de pequeños pueblos y ciudades. Paseos marítimos, polideportivos y rotondas también se deben en gran medida a Europa.
Tras la ampliación de la Unión con países del este y la mejora económica de nuestro país hemos estado a punto de ser contribuyentes netos, pero las sucesivas crisis se han cebado con nuestra economía y seguimos recibiendo el maná europeo, porque dada la estructura de nuestra economía, las crisis nos golpean de una manera más fuerte que al resto de socios.
Los fondos pos-Covid venían, vienen, para transformar nuestra economía, para hacerla más digital, verde y resistente. Fantástico. Pero es que, además, ahora hay una coyuntura ideal para que España de un salto. Europa necesita energía, productos agrícolas e industriales, y de todo eso se puede beneficiar España si nos ponemos a trabajar y no a perder el tiempo y el dinero en debates estériles.
España es el segundo país más extenso de Europa, con grandes zonas despobladas, con 8.000 kilómetros de costa y con más horas de sol que nadie. No hay ninguna razón para no tener excedente de energía renovable. Y, por si fuera poco, contamos con el mayor número de plantas regasificadoras y almacenes de gas de Europa, lo cual nos permitiría ser la puerta del gas licuado. ¿Por qué no nos animamos a ser una potencia energética?
Nuestro campo está envejeciendo y despoblándose porque no valoramos la actividad agraria. En paralelo nos hacemos eco de los problemas de suministro alimentario causados por la invasión de Ucrania. ¿Por qué no nos ponemos a producir más en España? Tenemos superficie, clima e incluso la migración que soportamos podría emplearse perfectamente en tareas agrícolas, de hecho la inmensa mayoría de los jornaleros son inmigrantes.
Cuando acabe la guerra de Ucrania, Rusia pasará años hasta recuperar su posición anterior en el mundo. Y está por ver el siguiente paso de China. Es urgente replantearse la globalización y la deslocalización industrial. España puede ser uno de los países más beneficiados por una relocalización industrial inteligente, entre otras cosas, porque el coste de nuestra mano de obra es la mitad de la alemana, y la calidad, prácticamente igual. ¿Por qué no podemos ser la fábrica de Europa?
Teniendo posibilidades para incrementar radicalmente la producción de energías renovables, la producción agrícola y la industrial, con al menos un 13% de paro y con una fuerte presión migratoria, nos empeñamos en hacer saltos al vacío y competir con armas de las que carecemos. Sería maravilloso que una planta de microchips se instalase en España, pero también podemos pensar en doblar la producción de grano o en fabricar piezas sofisticadas de caucho o plástico.
Portugal aprovechó muy bien el rescate del país derivado de la crisis anterior. Realizó cambios estructurales profundos que en otro momento nunca hubiesen sido posibles. Hoy la prima de riesgo portuguesa está por debajo de la española, lo que demuestra la profundidad de sus reformas. Ojalá en esta crisis España cambie, de verdad, su modelo productivo. Si no lo hacemos ahora, probablemente ya no lo hagamos nunca. Y nos irá muy bien cuando el ciclo sea positivo y muy mal cuando sea negativo, dilapidando las oportunidades, y el dinero, para transformarnos en un país con una economía equilibrada.
José Antonio Bueno es ‘Global partner & country leader’ de Metyis