Luchar contra el paro juvenil exige salvar la distancia entre aula y empresa
El drama de la desbocada tasa de paro juvenil que soporta España, y que otorga al país un vergonzante liderazgo entre las economías desarrolladas, se ha convertido en una dolencia endémica que las distintas reformas educativas no han conseguido erradicar. El desempleo entre la población española entre 15 y 24 años supera el 30%, más de 19 puntos por encima de la media de la OCDE y casi el doble del de la Unión Europea, que está en torno al 16%. La razón de esta diferencia radica, según los expertos, en el déficit de formación que arrastra buena parte de la juventud española. Según el último informe anual del Banco de España, la tasa de abandono escolar de los jóvenes entre los 18 y los 24 años es casi del 13%, la más alta de la UE, lo que confirma que la formación –o mejor dicho, la ausencia de ella– constituye el núcleo duro del problema. Desde las empresas se insiste periodicamente en que falta mano de obra cualificada para algunos sectores –algunos cálculos cifran ese déficit en más de 100.000 vacantes–, un problema que ha llevado a la titular de Trabajo, Yolanda Díaz, a convocar hoy a la patronal y los sindicatos para analizar los motivos por los que se produce este fenómeno en España y tratar de buscar soluciones en el diálogo social.
Entre las disfunciones que presenta el mercado de trabajo español, y que explican esta aparente contradicción entre un alto nivel de desempleo juvenil y una elevada tasa de puestos sin cubrir, destaca una sobreabundancia de graduados superiores o licenciados –muchos de los cuales trabajan en puestos inferiores a su cualificación– junto a un déficit de titulados cualificados de grado medio y de formación profesional, que es la franja con mayor demanda por parte de las empresas de la industria y los servicios. La explicación a esa falta de graduados intermedios es compleja, pero a ella contribuye el desprecio que existe en España hacia la formación técnica y una cierta sobrevaloración de las titulaciones superiores.
La Formación Profesional en España ha experimentado sucesivas reformas, la última entró en vigor en abril, pero ninguna de ellas ha logrado establecer la sinergia entre empresas y centros educativos que explica el éxito del modelo de FP alemán, el cual ha nutrido la industria del país de profesionales cualificados desde el siglo XIX. Así, solo un 12% de los alumnos en España están matriculados en FP, muy lejos del 25% de la media de la UE y más lejos todavía del 40% de Alemania. El gran reto de la nueva FP es precisamente salvar esa distancia entre el mercado laboral y las aulas para poder formar profesionales con las aptitudes que demanda una economía en proceso de transformación y cambio constante.