Cómo devolver el control de las empresas a sus dueños
Gestores de fondos como BlackRock han acumulado demasiada influencia: la tecnología viene al rescate
La cuestión de cómo pueden rendir cuentas las cotizadas a sus dueños lleva siglos siendo un problema. Los entusiastas del libre mercado sostienen que la mejor solución es que las empresas se centren en maximizar sus beneficios. La doctrina del valor para el accionista ha caído en desgracia. Pero la creciente implicación de los grandes inversores institucionales en las espinosas cuestiones de la gobernanza social crea una serie de nuevos problemas. Afortunadamente, la tecnología moderna puede venir al rescate.
En un famoso artículo de opinión publicado en 1970 en el NYT, Milton Friedman sostenía que la responsabilidad social de las empresas era aumentar sus beneficios. Los ejecutivos, como empleados de ellas, eran responsables ante los dueños y debían “dirigir la empresa de acuerdo con sus deseos, que generalmente serán ganar tanto dinero como sea posible mientras se ajustan a las normas básicas de la sociedad”. Si los ejecutivos se distrajeran con su “responsabilidad social”, actuarían en contra de los intereses de los propietarios.
Más de medio siglo después, no es obvio que los inversores solo estén interesados en maximizar los beneficios. Muchos quieren también que las empresas se ocupen del medio ambiente y otras cuestiones sociales. Eso está muy bien cuando los inversores que expresan esas opiniones son los beneficiarios subyacentes. Pero es otra cosa cuando se involucran los gestores de inversiones –los agentes de los verdaderos dueños–.
El mundo de la inversión ha abrazado con fervor las cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza (ASG). Como proclama el Manifiesto de Davos 2020 del Foro Económico Mundial, “una empresa no solo sirve a sus accionistas, sino a todas sus partes interesadas”. En su nuevo libro, Share Power, Merryn Somerset Webb cita al jefe de un gran institucional británico que sostiene que los gestores de fondos deben “integrar los factores ASG que importan a los ahorradores que están en el centro del proceso de inversión”, añadiendo para no variar que “lo que es bueno para los accionistas no siempre conviene a todos los afectados”.
Una encuesta de 2021 de Natixis reveló que más del 70% de las instituciones de inversión afirmaban perseguir la llamada inversión de impacto. Encabezaban la lista los gigantescos proveedores de fondos indexados –BlackRock, Vanguard y State Street–, que gestionan activos por valor de más de 20 billones de dólares. En 2018, el jefe de BlackRock, Larry Fink, dio instrucciones a los gestores de las empresas cuyas acciones están en manos de su firma de que “cada empresa no solo debe ofrecer un retorno financiero, sino también mostrar cómo hace una contribución positiva a la sociedad.” En 2021, dijo que la gestora usaría los votos de los accionistas para lograr que las empresas redujeran las emisiones contaminantes. [El martes, sin embargo, explicó por qué podría votar en contra de resoluciones para prohibir la producción de petróleo y gas.]
Si los inversores pueden hacer el bien mientras lo hacen bien, ¿qué falla? Para empezar, está el espinoso tema de la rentabilidad de las inversiones. Muchos afirman que el cumplimiento de las responsabilidades sociales aumenta el retorno a largo plazo. Pero limitar el universo de inversión o el alcance de las actividades de una empresa está destinado a afectar. Somerset Webb cita un estudio de 2008 en el que se constata que las llamadas acciones pecado –tabaco, armamento, etc.– superaron al mercado en 21 países entre 1970 y 2007. El Departamento de Trabajo de EE UU ha estipulado que los fondos de pensiones no deben anteponer los requisitos ASG a la rentabilidad financiera.
Hay otro problema. Como señaló Friedman, la noción de responsabilidad social de una empresa está mal definida. También hay compensaciones inevitables. Los intereses de las distintas partes pueden entrar en conflicto. ¿Cómo equilibra una energética las exigencias de los inversores de reducir la inversión en combustibles fósiles con la necesidad de sus clientes de mantener bajos los costes del combustible? ¿Qué preocupaciones sociales deben tener prioridad? ¿Debe una empresa renunciar a la oportunidad de trasladar la fabricación al extranjero para mantener empleos bien pagados en su país?
No es probable que los ahorradores tengan exactamente las mismas preferencias sociales, como tampoco es probable que voten al mismo partido. Además, muchos todavía se adhieren a las anticuadas opiniones de Friedman. Un estudio reciente del Centre for Policy Studies reveló que el 45% de la gente pensaba que las empresas deberían evitar tomar posiciones políticas.
Además, las prioridades sociales de los gestores de fondos profesionales pueden diferir de las de sus clientes. Se observa que la remuneración de las empresas ha permanecido relativamente abajo en sus agendas. No es sorprendente, ya que los inversores profesionales están entre los mejor pagados del planeta: la remuneración de Fink en 2020 fue de casi 30 millones de dólares. Los accionistas privados son cuatro veces más propensos a votar en contra de los inflados paquetes de los ejecutivos que los institucionales, según Somerset Webb.
Pero la cuestión más acuciante es la influencia política que ejercen las tres grandes firmas de inversión cuando votan en nombre de sus clientes. Charlie Munger advirtió recientemente sobre la “enorme transferencia” de poder sobre la toma de decisiones de las empresas a unos pocos elegidos. “Tenemos un nuevo grupo de emperadores, y son los que votan las acciones en los fondos de índice”, dijo.
Según Somerset Webb, hay una forma de salir del atolladero. Una tecnología permite a los institucionales devolver las decisiones de gobierno corporativo a los verdaderos dueños. Legal & General, una gran firma de inversión británica, está usando un software para conectar directamente a más de 50.000 de sus clientes con las empresas que poseen. La Comisaria de Valores de EE UU, Allison Herren Lee, ha pedido más transparencia en la forma de votar el dinero de los inversores. Sugiere que el blockchain podría usarse para registrar la propiedad efectiva y ejecutar las votaciones.
En 2021, BlackRock anunció que daría voz a sus mayores clientes en las votaciones. Pero eso solo entrega el poder de un grupo de gestores de fondos a otro. Somerset Webb argumenta que la mayoría de las personas poseen hoy día acciones a través de planes de pensiones y otros vehículos de ahorro. Si quieren usar su capital para cambiar el comportamiento de las empresas, hay que dejarles opinar.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías