Los recursos naturales: la desconfianza letal
Claves para entender (y aliviar) el conflicto mundial por las materias primas
La gestión y el control de los recursos naturales de nuestro planeta es uno de los asuntos más antiguos en tanto que origen del progreso de la civilización. Por lo mismo, ha sido causa de conflictos desde las tribus primitivas hasta la actualidad, pasando por la era de la exploración y el colonialismo. Los recursos naturales representan la más primaria expresión de la propiedad y soberanía territoriales. Han definido tanto la geopolítica como el intercambio comercial entre pueblos, naciones y estados.
¿Por qué entonces encierran una debilidad estratégica y una amenaza para la supervivencia? Una respuesta breve sería: por su finitud.
Mi tesis, sin embargo, es que la raíz del problema está en la desconfianza. El recelo sigue siendo la característica principal del orden internacional, y se ha manifestado en los múltiples intentos de promover la paz y el arbitraje, el multilateralismo, y los tratados y alianzas que conforman el derecho internacional. Empero las suspicacias siguen patentes. Los vínculos comerciales o de intercambio en torno a los recursos son siempre temporales y no han generado seguridad duradera.
El ejemplo más famoso es la crisis del petróleo de 1973, cuando la OPEP negó el suministro a algunos países occidentales por su apoyo a Israel en la guerra del Yom Kippur, circunstancia que creó un problema de seguridad nacional en los Estados Unidos que desembocó en intervenciones políticas en la región, precedidas por otros casos como como el golpe de estado contra la nacionalización de Mossadeq en Irán. La reciente guerra comercial entre los Estados Unidos y China, en la que los primeros han amenazado con recortar el suministro de algunos recursos minerales, es otro claro ejemplo. La presente invasión de Putin a Ucrania supone un revés en la promoción de la confianza internacional –en especial, respecto al suministro de petróleo y gas–; desconfianza que puede convertirse ahora en un elemento geopolítico estructural y extenderse a otros recursos.
De los 'rare earths' a los minerales críticos
Otros curiosos ejemplos actuales de esta dependencia se dan en recursos menos conocidos, pero igual de vitales que el petróleo y el gas. Un smartphone contiene, de media, setenta elementos de la tabla periódica; Apple depende de proveedores en 43 países diferentes en los cinco continentes, haciendo que una industria tan fundamental no sólo se base en la innovación y tecnología, sino también en la gestión de las cadenas globales de suministro. Es destacable, también, el caso de los rare earths [los 17 elementos químicos más difíciles de encontrar], que son imprescindibles para muchos sectores de alta tecnología, en particular para la fabricación de microchips semiconductores. China proporciona el 98% de la demanda de estos elementos a la Unión Europea; Turquía, el 98% de la demanda de borato de la Unión Europea; y Sudáfrica, el 70 % de la demanda de metales del grupo del platino. En contraparte, los Estados Unidos y China son los mayores importadores de microchips semiconductores, superando incluso, en el caso de ésta, a la del petróleo crudo.
La Ley de Energía de los Estados Unidos de 2020 establece que cada tres años el Departamento del Interior debe revisar y actualizar la lista de Minerales Críticos (MC). La misma ley define los MC como "materiales minerales esenciales para la seguridad económica o nacional, con una cadena de suministro vulnerable a la interrupción". La lista de 2022 contiene 50 de tales minerales. La Comisión Europea tiene, a su vez, su propia lista.
Otros casos de una importancia y sensibilidad aún mayores son el litio y el cobalto, claves para la producción de baterías eléctricas secundarias o recargables; imprescindibles por tanto, para la fabricación de vehículos eléctricos y para algo tan vital como el almacenamiento de energía renovable. La mayoría de las reservas de litio conocidas (60%-70%) se encuentran en el Triángulo de Litio en América del Sur (Argentina, Bolivia y Chile), aunque el Tíbet es también una fuente importante. El Congo produce más cobalto que todos los demás países juntos. Su conocida situación de inestabilidad política problematiza la cadena de suministro –de por sí, poco sujeta a regulaciones– y suscita la preocupación de muchos estados que dependen de ella. Otra parte de la historia es el procesamiento de estos dos materiales, indispensable para su uso; de nuevo China es, en este ámbito, el líder mundial.
La interdependencia de los países en cuestión de recursos naturales no reside en su finitud sino en la desconfianza que sienten para compartilos
Estos ejemplos muestran que el concepto de la soberanía energética se ha ampliado y complicado exponencialmente en las últimas décadas. La profunda interdependencia de los países en cuestión de recursos naturales, que sustentan todas nuestras actividades vitales, desde los semiconductores o baterías recargables hasta el agua, la energía solar o el aire que respiramos, no resido en su finitud en sí sino en la desconfianza que sienten para compartir sus respectivos recursos con el mismo grado de cooperación y libertad que otros elementos menos sensibles y fundamentales.
Nuevo sistema mundial basado en la confianza
Una figura profética universal, que surgió en la Persia del siglo XIX (potencia actual del petróleo), conocida como Bahá’u’lláh proponía: "Un sistema mundial federado que ejerza incuestionable autoridad sobre sus inimaginablemente vastos recursos, dedicado a la explotación de todas las fuentes de energía disponibles en la superficie del planeta". Una compartición equitativa y redistribución de todos los recursos naturales del planeta.
La actual guerra de Ucrania ha mostrado que esa idea constituye una medida ineludible en la sostenibilidad del progreso y el desbloqueo de las potencias para la supervivencia planetaria. Ahora bien, este principio sólo puede basarse en la confianza de las partes entre sí, y esto puede solo conseguirse (como ha ocurrido en otros casos) mediante la creación de mecanismos de gobernanza y unión política que garanticen la confianza y una dinámica diferente en torno al asunto de los recursos naturales.
Darío Arjomandi es estudiante de Global Governance en ESADE y miembro del Global Governance Forum