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Economía

Europa es la región más expuesta a una hipotética estanflación

Entre las grandes áreas de la economía mundial, el Viejo Continente, al no ser una zona de producción masiva de bienes como es China o un territorio exportador neto de energía como es Estados Unidos, se encuentra en una posición más delicada

Getty Images
Fernando Belinchón

Incertidumbre es la palabra que más se repite en diferentes informes al referirse a la situación económica actual. La agresión rusa es el gran elemento detrás de ella, pero no es el único. Por ejemplo, Plenisfer Investments (gestora de la plataforma de Generali Investments), incluye también en la ecuación lo que denominan “tendencias de larga duración”. Entre ellas se encuentran la crisis energética, la desglobalización y la necesidad de redistribución de la renta, elementos que, según la firma, respaldan un riesgo de inflación elevada y que amenazan con provocar que se mantenga de manera persistente. Aunque todavía no es el escenario principal sobre el que trabaja esta gestora, su informe lanza la advertencia de que la probabilidad de que se produzca una estanflación total ha aumentado significativamente, especialmente en Europa.

Estanflación es el término por el que se conoce una situación en la que los precios suben con fuerza, mientras que la economía cae o queda estancada. José Emilio Boscá, catedrático de la Universidad de Valencia e investigador de Fedea, explica qué consecuencias trae y quiénes son los que más las sufren. “Por el lado de la inflación, esto afecta más a la parte más desfavorecida de la población, la que cuenta con menores niveles de renta. Este segmento poblacional, para el que la energía y los bienes de alimentación ocupan una parte importante de sus gastos, ve muy reducido su poder adquisitivo. La otra cara negativa de la estanflación es la reducción de la actividad y cómo afecta esto al desempleo. El paro es un elemento transversal a toda la sociedad, pero siempre cuando se empieza a despedir se despide a la gente menos productiva, a los que tienen menos estudios”, detalla el catedrático.

Este sería un breve balance de afectados de la estanflación a nivel social, aunque los analistas apuntan a que no todas las regiones ni países tienen la misma probabilidad de sufrirla. "Por países, aquellos que sean más dependientes de la energía del exterior son los candidatos a ser más afectados. Si se compra la energía de fuera y se tiene que pagar más por ella, al final resulta en un empobrecimiento de toda la sociedad", asevera Boscá.

La región más expuesta

Plenisfer Investments no es la única que pone a Europa en el punto de mira de la estanflación. Pablo Duarte, analista sénior del Instituto Flossbach von Storch, también identificó la región en un informe como el eslabón más débil en este sentido entre las tres grandes economías: Europa, Estados Unidos y China. La razón: una combinación de factores.

En primer lugar está un menor crecimiento después de la pandemia. “Tras la caída del PIB mundial en 2020, entre las economías más grandes solo la zona del euro no logró recuperar su tendencia de crecimiento hasta entonces. Tras una caída del 6,5% en 2020, el PIB real de la eurozona a finales de 2021 seguía siendo un 3% inferior a su tendencia calculada entre 2009 y 2019. En Estados Unidos, el PIB real cayó un 2,3% interanual en 2020, pero gracias a una rápida recuperación, primero de la industria y luego del comercio, regresó a su tendencia en 2021. En China, el PIB aumentó un 2,3% en 2020, menos del rango entre el 6% y el 7% de los años anteriores, y en 2021 se situó ligeramente por encima de la tendencia”, describe Duarte.

En segundo lugar, un error en la percepción de los bancos centrales. “Debido a las medidas de confinamiento en 2020, la demanda agregada disminuyó, afectando sobre todo al sector servicios (viajes, turismo, gastronomía). Debido a la carencia de consumo, obligada por las medidas, los oferentes bajaron inicialmente sus precios sin lograr estimular de nuevo la demanda. Los bancos centrales interpretaron erróneamente la caída de los precios como una deflación provocada por una escasez de demanda voluntaria e incrementaron la oferta monetaria imprimiendo dinero nuevo para que los Estados compensaran las pérdidas forzadas de ingresos por los confinamientos”, prosigue.

La impresión de dinero de los bancos centrales y las estrecheces en las cadenas de suministro se combinaron para provocar las elevadas inflaciones que se pueden ver hoy en día, a su vez, agravadas por el encarecimiento energético derivado de la guerra.

El documento concluye que, mientras Estados Unidos se verá menos perjudicado por este encarecimiento de la energía al ser un exportador neto de la misma y que las perspectivas chinas dependerán de su política de covid cero y de su mercado inmobiliario, Europa se llevaría la peor parte.

“Especialmente en la zona del euro el riesgo de recesión es aún más alto debido a las sanciones impuestas a Rusia por la guerra en Ucrania. El aumento masivo de los precios de las materias primas, como el petróleo, el carbón y el gas natural, está poniendo en apuros la producción industrial. Dado que la Unión Europea cubre gran parte de sus necesidades de materias primas con importaciones de Rusia, un boicot o un corte de las importaciones energéticas rusas frenaría la producción. Sin el correspondiente freno simultáneo de la demanda mediante políticas monetarias y fiscales restrictivas, el impulso estanflacionario se amplificaría enormemente”, determina el informe firmado por Duarte.

En una entrevista con CincoDías, Duarte cuenta que la diferente composición de las economías también tiene un papel en esta cuestión. Con el Covid el sector servicios fue el más dañado, ahora, es la industria la que peligra. En caso de bloqueo de exportaciones de gas ruso, será el sector más afectado al no poder producir.

No obstante, el qué tipo de bien se produce tiene una gran importancia en un contexto de alta inflación. "Si se es un país como Brasil, que produce bienes alimentarios de primer uso, puede que le vaya mejor que a un país que importa ese tipo de bienes. Aquí también entra en juego el bien que produce cada país. No es lo mismo producir chips de alta tecnología como por ejemplo es el caso de Taiwán. Ahí, hay margen para subir precios y que sigan vendiéndose esos productos", dice Duarte. Por tanto, si se producen bienes cuyo aumento de precio no implica una menor perspectiva de compra, se capeará mejor el temporal.

Entre la espada y la pared

Según su mandato, los bancos centrales tienen la obligación de intervenir cuando la inflación se desboca. La herramienta estrella para su control son los tipos de interés. Boscá asegura que si el Banco Central Europeo se ve obligado a subir los tipos de interés, podemos entrar en una recesión fuerte.

“Para economías como la española esto sería terrorífico porque el coste sobre la deuda, cada vez que tuviéramos que refinanciarla, implicaría encarecimientos de miles de millones de euros”, sostiene.

“Los bancos centrales se encuentran ahora en un dilema debido a su apreciación errónea de los efectos de la pandemia y al aumento en los precios por la guerra en Ucrania. Para luchar contra la inflación, tendrían que eliminar el exceso de demanda mediante una política monetaria restrictiva. Pero esto solo puede tener éxito si los tipos de interés nominales suben por encima de la inflación. Sin embargo, unos tipos de interés reales positivos pondrían en apuros financieros a los países miembros de la eurozona”, escribe Duarte al respecto en su informe.

Para el experto del Instituto Flossbach von Storch, la tarea de los bancos centrales es tan complicada que es natural que se produzcan fallos. Preguntado sobre si no es lógico esperar alzas de precios tras incrementar la masa monetaria sin que se produzca un repunte en la producción, tal y como sucedió durante la pandema, Duarte responde hablando sobre las dos grandes narrativas al respecto que se manejan en la teoría monetaria.

"Hay dos tipos de narrativas sobre la inflación en la teoría monetaria. Por un lado está el marco teórico que se basa en el potencial de la economía, es digamos, la forma estándar de verlo, incluso por los bancos centrales. La economía tiene una tasa de crecimiento potencial, si la economía está por debajo, no se crece tanto como se debería y esto puede llevar a una deflación. Cuando la economía está por debajo de su potencial la política monetaria tiene el deber de intervenir para devolverla a su potencial. Cuando está por encima de ese potencial, la política monetaria tiene que intervenir para evitar riesgos de recalentamiento", resume.

"En ese análisis, en ningún momento se está hablando de la base monetaria. En los años 80, Milton Friedman estableció la idea del monetarismo, que ya no es tan evidente y ya no juega un papel central en los postulados monetarios. El monetarismo decía que la base monetaria sí que importa, y que si se tiene un escenario de inflación, es porque ha crecido demasiado. El ejemplo clásico es cuando un país tenía que financiar una guerra. La financiaba emitiendo más dinero. Al haber más dinero con la misma cantidad de bienes siendo producida, los precios tienen que subir. Milton Friedman decía que en todos lados la inflación es un fenómeno monetario. La gran pregunta ahora para la teoría económica es si vamos a ver un renacer de esta forma de pensar o no. Lo que yo diría, es que ahora estamos viendo indicios fuertes de que en efecto, la base monetaria, juega un papel importante en la inflación", profundiza Duarte.

Qué puede pasar

De nuevo, la palabra incertidumbre es la protagonista y la guerra, la clave. “Estamos viendo cómo el mundo se divide en varios bandos. De un lado está Occidente, con EE UU a la cabeza y con todos los países de la OTAN. De otro, el bloque oriental, que aunque no queda tan claro quiénes lo componen, sí que es obvio que China sería la principal economía de este bloque y que Rusia sería en todo caso un socio menor. Nos dirigimos a un escenario de paz fría. El desenlace de la guerra y el papel que tome China va a determinar cómo va a funcionar el comercio internacional en los próximos años”, comenta Duarte. “Tenemos una tendencia a medio plazo, que está aquí desde que empezaron los conflictos comerciales entre Estados Unidos y China, que es la desglobalización. Cada vez más estamos tratando de traer las cadenas de producción más cerca para evitar inestabilidad. Igual que antes la globalización ha servido para poner presión a la baja en los precios. Ahora, si sigue esta senda de desglobalización en marcha, va a empezar a poner presión al alza”, prevé el experto.

Por su parte, Boscá urge a llegar a un pacto de rentas para contener la inflación y apunta que no está claro que vaya a regresar la normalidad a los mercados energéticos. “No sabemos cómo de posible sería realmente, porque tenemos una transición ecológica por delante y eso implica precios de la energía más altos. Lo que sí que es cierto es que España y Europa, sobre todo Europa, se han de replantear de dónde compran la energía y el cómo agilizar ser menos dependientes en este campo de países como Rusia”.

El catedrático considera que el riesgo de estanflación está ahí y que además tiene una probabilidad de suceder nada despreciable, pero no lo ve posible en el corto plazo. "No podemos saber si va a ocurrir o no. A corto plazo, en 2022, no veo esa situación de países cayendo en recesión, pero si mañana Rusia corta el grifo del gas a Alemania, Alemania va a caer en una recesión. Si Alemania cayera en esta situación, nos acabaría arrastrando en mayor o menor medida a todos. A priori pienso que España puede crecer entre el 4% y el 5%, es lo que fijan la mayoría de analistas. En cuanto a la inflación, es muy probable que no acabe el año en el 10% o el 8% que estamos ahora, la inflación media el Banco de España la sitúan en el 7% mientras que otros analistas estiman el 5%. Esto es elevado respecto a como estábamos antes, pero no sería una situación que indicara que vamos directos al abismo", valora. 

De forma llamativa, ambos expertos coinciden en señalar que un corte de gas ruso generalizado en Europa o hacia Alemania sería el elemento que más acercaría el escenario de estanflación.

Transición energética y su impacto en los precios

Silvia Dall’Angelo, economista sénior en Federated Hermes, explica en un informe que el término green­flation se refiere al fuerte aumento del precio de los materiales y minerales utilizados en las tecnologías verdes. Como se espera que el incremento de los costes repercuta en los precios al consumo, la green­flation define de forma más general la elevada inflación que está relacionada con la transición a las emisiones netas cero.

“La forma más fácil de evaluar la actual green­flation es centrarse en la inflación energética. La energía representa una pequeña parte de la cesta del índice de precios al consumo (IPC), que varía entre el 5% y el 16% en los países de la OCDE en 2020. Sin embargo, suele ser responsable de grandes contribuciones a la inflación general, debido a su pronunciada volatilidad”, introduce la experta.

Según Dall’Angelo, la transición a las emisiones netas cero es solo un factor dentro de un panorama mucho más complejo de elementos que impulsan la inflación. Entre ellos se encuentran las distorsiones de la oferta y la demanda relacionadas con la pandemia; la falta de inversión suficiente en las fuentes de energía necesarias para amortiguar la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables; el aumento de la demanda de gas por parte de China, y, sobre todo, las tensiones geopolíticas, siendo el máximo exponente el conflicto entre Rusia y Ucrania.

“En resumen, la transición a la energía neta cero ha contribuido probablemente al reciente aumento de la inflación energética junto con otros factores probablemente más importantes”, opina ­Dall’Angelo.

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Sobre la firma

Fernando Belinchón
Madrid. 1994. Máster en periodismo económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Redactor de la Mesa Web de CincoDías. En el periódico desde 2016.

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