Una Universidad innovadora y capaz de liderar el futuro
Hacen falta profesores que conozcan bien la realidad del modelo productivo y alumnos que quieran ir más allá
El mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa. Las reglas que han funcionado bien durante los últimos veinte años en el mercado laboral se están transformando de manera abrupta. Nos encaminamos inexorablemente hacia una sociedad del conocimiento, en la que los estudios de grado son solo el comienzo de un aprendizaje que se extiende a lo largo de la vida. De hecho, algunos expertos calculan que los jóvenes de hoy tendrán que reinventarse hasta siete veces durante su carrera profesional. Y ante esta realidad, las instituciones de Educación Superior, que siempre hemos sido motor de cambio, debemos liderar esta evolución hacia un nuevo modelo basado en la educación, la innovación, la investigación y la ciencia. El único espacio donde convergen todos estos pilares es el universitario.
En apenas 20 años, el ecosistema universitario en España ha variado de manera notable. Hemos pasado de las 66 universidades que teníamos en el curso académico 2000-2001, a las 86 instituciones que tuvieron actividad académica durante el 2021-2022, según la última estadística de universidades, centros y titulaciones. A este hecho se suma un cambio importante en el perfil del estudiante, con un aumento importante de los alumnos de posgrado: hemos pasado de los 16.731 alumnos de máster del curso 2006-2007 a los 234.214 que se matricularon en el 2020-2021, según el informe Datos y Cifras del Sistema Universitario Español. Los indicadores demuestran que, en general, las instituciones de Educación Superior nos estamos adaptando bien a los cambios promovidos por la construcción del Espacio Europeo de Educación Superior y a la demanda de nuevos perfiles profesionales por parte del mercado laboral.
Aun así, las universidades tendríamos que reflexionar sobre la realidad que hay detrás de las cifras que ofrecen los estudios, plantearnos si algunas de ellas son excesivas y si esta realidad nos podría conducir a una formación poco ajustada a las demandas de la sociedad y del modelo productivo. Debemos pensar en un concepto amplio de la Educación Superior, que incluya las titulaciones universitarias, las de FP Superior y los modelos duales, donde los estudiantes universitarios pueden realizar estancias en empresas mientras estudian sus grados.
Algunas estimaciones realizadas antes de la pandemia, como la elaborada por el Instituto para el Futuro de Palo Alto, pronosticaban que el 85% de las profesiones que existirán en el año 2030 no se habían inventado todavía. Más recientemente, el Foro de Davos ha afirmado que los roles laborales más redundantes disminuirán en casi 6,5 puntos porcentuales para el año 2025, hasta representar tan solo el 9% de los puestos de trabajo; mientras que las profesiones emergentes aumentarán 5,7 puntos, hasta alcanzar el 13,5% de las ocupaciones.
En este contexto, cabe preguntarse: ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuáles serán los empleos del futuro más inmediato? La OCDE, en su informe Skills Outlook 2021, pronostica que las profesiones que más crecerán en Estados Unidos serán las relacionadas con las energías verdes, como los técnicos de mantenimiento de aerogeneradores o los instaladores de energía solar fotovoltaica; que el empleo en el sector salud aumentará considerablemente, especialmente las actividades relacionadas con la asistencia en los hogares, la fisioterapia, la enfermería o los gerentes de servicios médicos; y que se generará empleo en el sector tecnológico y de análisis de datos, con una mayor demanda de perfiles estadísticos, de analistas en seguridad de la información, desarrolladores de software y ocupaciones relacionadas con las matemáticas y la ciencia de datos.
Todas estas tendencias se empiezan a ver ya en nuestros campus universitarios, donde empiezan a convivir perfiles de estudiantes muy diversos: desde jóvenes nativos digitales, hasta profesionales consolidados que regresan a la Universidad en busca de nuevas herramientas o habilidades para afrontar nuevos retos. Esta realidad refleja que el futuro o, mejor dicho, el presente está viajando al ritmo de la tecnología. El gran problema que tenemos es la evidente desconexión entre el sistema educativo y el sistema productivo porque, tradicionalmente, a la Universidad se iba únicamente a saber y no a saber hacer. Desde mi punto de vista, la solución pasa por una tríada de elementos clave: nuevos modelos docentes, profesores que conozcan bien la realidad del modelo productivo y estudiantes que quieran ir más allá en su aprendizaje y conectarse a lo que será su futuro o sus futuras profesiones.
Las instituciones de Educación Superior debemos ubicarnos donde está la sociedad y centrarnos en la digitalización, en las nuevas formas de aprender, en las nuevas profesiones que exigen competencias novedosas y en una manera de enseñar diferente, marcada por el ritmo de esa innovación. Debemos convertir las clases en espacios donde los estudiantes adquieran horas de vuelo de cara a sus futuras profesiones a través de claustros conectados con el mundo profesional y a través de la inteligencia artificial, la simulación, la gamificación o el metaverso que empieza a abrirse camino rápidamente ante nosotros. En definitiva, las universidades debemos apostar por un modelo de aprendizaje experiencial pegado a las necesidades del mundo de la empresa y cercano a las profesiones. También resulta clave la aplicación de metodologías innovadoras por parte de los docentes, como el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) o el Aprendizaje Basado en Retos (CBL, por sus siglas en inglés).
Como universidades, debemos construir nuevos vínculos con el resto de agentes de la comunidad educativa: docentes, investigadores, estudiantes, personal de administración y familias. La Unesco nos recuerda también que debemos participar en la construcción de un nuevo contrato social para la educación, bien apoyando la investigación y el avance de la ciencia o bien promoviendo la innovación.
España debe hacer una apuesta decidida por sus instituciones de Educación Superior. En la actualidad, el sistema universitario español inyecta a la economía casi 16.000 millones, lo que supone en torno al 2,12% del PIB y en torno al 2,56% del empleo, según un informe de Crue Universidades Españolas y la Conferencia de Consejos Sociales. El potencial de las instituciones de Educación Superior es muchísimo mayor si tenemos en cuenta que las universidades aportamos un ingente conocimiento, generamos en torno al 70% de la producción científica y formamos a las próximas generaciones de profesionales. Esa es nuestra vocación y ese nuestro reto. Desafíos de un futuro que exige una Universidad capaz de innovar y con altura de miras para dar respuesta a un mundo en constante evolución.
Miguel Carmelo es CEO y presidente de la Universidad Europea