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La guerra civil del hidrógeno ya tiene ganador

El ‘verde’, que no depende del gas, triunfa frente al ‘azul’, aunque no está exento de dificultades

Símbolo químico del hidrógeno, en una Renault Kangoo.
Símbolo químico del hidrógeno, en una Renault Kangoo.reuters

La guerra civil del hidrógeno se acerca a su desenlace. Los partidarios de este elemento, considerado el eslabón perdido en la lucha contra el cambio climático, abogan por su variante azul, fabricada a partir de gas natural, con la mayor parte del carbono capturado y eliminado, o por su variante verde, fabricada con electricidad renovable. Una guerra real en Ucrania ha permitido que el verde tome una ventaja decisiva.

Gran parte del entusiasmo por el hidrógeno está relacionado con su capacidad para descarbonizar la industria pesada, una de las partes más difíciles de limpiar de la economía. También es un práctico almacén de energía para cuando no se disponga de eólica o solar. Pero solo el 10% de los 90 millones de toneladas de hidrógeno que se producen es bajo en carbono, ya sea azul o verde. El 90% restante es hidrógeno gris, usado sobre todo en el refinado de petróleo y la producción de fertilizantes. Su fabricación supone más del 2% de las emisiones de CO2. El reto, según el Consejo del Hidrógeno, es aumentar la producción de hidrógeno hasta más de 650 millones de toneladas al año en 2050, y que la gran mayoría sea de las variedades verde o azul.

En este sentido, obsesionarse con la lucha entre el azul y el verde parece raro. Pero eso no ha impedido que ocurra. Hasta el otoño, el azul, apoyado por el sector petrolero, se jactaba de un coste inferior a 3 euros por kilo, sobre la base de unos precios del gas natural inferiores a 20 euros por megavatio-hora (MWh). La esquina verde, cuyos costes unitarios suelen ser de al menos 4 euros por kilo, contraa­tacó con un artículo de científicos de la Universidad Cornell (EE UU) que arremetía contra el potencial contaminante del hidrógeno azul. Antes de las conversaciones de la cumbre COP26 de noviembre, el Gobierno británico defendió diplomáticamente ambas tonalidades en su estrategia sobre el hidrógeno, solo para que el jefe proverde de la asociación de la industria británica del hidrógeno renunciara en protesta.

Pero incluso antes de que Rusia invadiera Ucrania y pusiera en peligro el suministro de gas en Europa, la estrella del azul estaba menguando. Desde el verano, los precios del gas natural se han disparado. Ello cambia radicalmente la dinámica de los costes relativos. Incluso con el gas a 80 euros por MWh, el hidrógeno gris sale a 5 euros por kilo, calcula Bernstein; el azul, que tiene el gasto añadido de la captura de carbono, supera los 6 euros. En los picos de la guerra, ambos habrían superado los 10 euros por kilo.

El coste del carbono también es un factor importante. Cada kilo de hidrógeno produce 9 de CO2. Al precio del carbono anterior a la guerra, de unos 90 euros por tonelada, supone casi un euro más por cada kilo de gris, y un coste menor pero tangible para el hidrógeno azul. Este gasto aumentará con el precio del carbono.

El conflicto ha puesto de manifiesto problemas más profundos para el hidrógeno azul, según Graham Cooley, jefe de la británica ITM Power, que fabrica equipos de electrólisis para dividir el agua en hidrógeno y oxígeno. Además de la fluctuación de los precios, el principal insumo del hidrógeno azul, el gas natural, puede llegar a ser inalcanzable si la escasez conduce al racionamiento. Por contra, el principal insumo del hidrógeno verde –la electricidad renovable– se abastece en función de las condiciones meteorológicas, no de la geopolítica de la posguerra fría, y sus costes se determinan mediante acuerdos de compra de eólica y solar a largo plazo y a precio fijo.

Era de esperar que Cooley dijera eso mismo: en 2021 inauguró una nueva y reluciente fábrica de electrolizadores en Sheffield, al norte de Inglaterra. Pero ahora parece que los Gobiernos apuestan más por el verde. La UE acaba de cuadruplicar su objetivo de hidrógeno verde para 2030, hasta los 20 millones de toneladas, y ha aumentado los planes de capacidad de los electrolizadores de 80 a 200 gigavatios (GW).

Pero el hidrógeno verde no está completamente libre de problemas de suministro. El mundo, excluyendo China, tiene unos 5 GW de capacidad de electrolizadores. Alcanzar los 15 millones de toneladas de producción de hidrógeno verde en 2030, un objetivo claramente modesto, implica equipamiento para 167 GW, según Liberum Research. A finales de año, entre todos los grandes actores no chinos de la electrólisis, como ITM, Nel, Siemens, Thyssenkrupp y Plug Power, solo habían prometido 90 GW para 2030. Los objetivos para 2050 implican la friolera de 4.300 GW de electrolizadores, además de un aumento épico de la generación de eólica y solar.

Estas cifras apuntan a que Europa dependerá de las importaciones de hidrógeno verde y otras para aumentar el suministro de electrolizadores. El plan del multimillonario minero australiano Andrew Forrest de enviar 5 millones de toneladas de hidrógeno al año a Alemania para 2030 es impactante, pero poco problemático desde el punto de vista geopolítico. Menos lo es que Europa sustituya su malsana dependencia de los hidrocarburos rusos y de Oriente Próximo por una dependencia igualmente cuestionable del hidrógeno verde, si las importaciones o las cadenas de suministro de electrolizadores estuvieran controladas por países potencialmente complicados como China.

Un abanico de proveedores lo más amplio posible ayudaría a evitarlo. Mientras, la acción de ITM se ha disparado más de un 30% desde que estalló la guerra de Ucrania. Suponiendo que el hidrógeno verde haya ganado realmente su propio conflicto interno, es posible que tenga un buen camino por recorrer.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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