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La resistencia antibiótica sube al incumplir la pauta

En Europa cuesta 1.500 millones de euros al año

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“Las infecciones bacterianas multirresistentes causaron en Europa 33.000 muertes en 2015 y, si miramos al mundo, un estudio reciente sobre la carga global de este problema de salud pública muestra que en 2019 hubo aproximadamente 4,95 millones fallecimientos asociados con la resistencia antimicrobiana”, cifra Antonio López, coordinador del PRAN (Plan Nacional de Resistencia a Antibióticos).

En el caso concreto de España, el experto afirma que en 2015 se contabilizaron un total de 3.058 muertes por infecciones provocadas por bacterias multirresistentes. Una cifra que en 2016 se redujo a 2.956, “aunque desafortunadamente esta reducción fue puntual, pues en 2020 se registraron 4.000 muertes ocasionadas por superbacterias, cuatro veces más que las causadas por los accidentes de tráfico”, señala López y advierte que si esta tendencia continua, se calcula que en 2050 las defunciones causadas por infecciones producidas por bacterias resistentes se convertirían en la primera causa de muerte por delante del cáncer.

La automedicación es uno de los principales motivos

“La resistencia bacteriana a los antibióticos es un proceso evolutivo natural acorde a la teoría darwiniana de selección de las especies: sólo sobreviven las que se adaptan a las condiciones del entorno”, afirma José Barberán, presidente de la Sociedad Española de Quimioterapia y jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario HM Montepríncipe.

Sin embargo, advierte que en las dos últimas décadas este fenómeno se ha acentuado de forma significativa como consecuencia de la intensa presión antimicrobiana selectiva a la que han sido sometidas las bacterias.

¿Los motivos? Por una parte, la automedicación. “En nuestro país la automedicación no es posible porque se exige receta médica, pero en otros países si es posible consumir antibióticos sin ningún control y sin seguir ninguna pauta establecida”, afirma Lucía Gallego, profesora de la Facultad de Medicina y Enfermería, Universidad del País Vasco UPV/EHU y coordinadora de La Red CAREME (Control of Antibiotic Resistance in the Mediterranean Area). Lo que no evita que un problema muy extendido en nuestro país sea, tal y como indica Antonio López, la automedicación con excedentes que acumulamos en casa. Otro error generalizado, según el experto, es el de no terminar el tratamiento prescrito. “Si dejamos la pauta a medias, estamos dando tiempo a la bacteria para que “aprenda” a defenderse del antibiótico”, afirma.

En la resistencia bacteriana también influye la prescripción errónea. “Urgencias es el primer sitio de toma de decisiones. Si damos a un paciente de alta, le hemos prescrito un antibiótico y hemos pactado el tiempo que ha de tomarlo. Pero, igualmente, si optamos por el ingreso, los estudios afirman que en planta solo cambian esa prescripción un 20% de las veces y lo hacen al tercer día de ingreso, cuando el médico conoce los resultados micro bióticos realizados en urgencias”, expone Juan González, del Castillo, coordinador del Grupo de Infecciones de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias.

Por ello, insiste en la importancia de la formación continua del personal sanitario. Al igual opta por evitar, siempre que sea posible, el ingreso, ya que “es en los hospitales donde se producen más infecciones”.

Para solucionarlo, además de consumir antibióticos solo cuando es necesario y que éste sea el adecuado, resulta vital trabajar el problema desde una perspectiva de una Una sola salud que contemple los esfuerzos de salud humana, sanidad animal y medioambiente como un todo, ya que están interconectados”, indica López. “Las bacterias resistentes no necesitan pasaporte para viajar. Se trata de un problema global que no reconoce fronteras y que afecta tanto a humanos como a animales, así como la agricultura, la ganadería, el comercio y, por tanto, a la economía mundial”, reafirma. De hecho, el Banco Mundial considera la resistencia cómo un índice de pobreza de los países por los gastos extra que las infecciones resistentes ocasionan. “En Europa 1.500 millones de euros al año”, señala Gallego.

Por su parte, Rosa Albañil, pediatra de Atención Primaria del Grupo de Patología Infecciosa de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria aborda la importancia de administrar las vacunas incluidas en el calendario oficial a cada grupo de población, así como las indicadas para pacientes incluidos en grupos de riesgo y la vacuna antigripal.

Sin olvidar, la investigación y el desarrollo de nuevos antibióticos. El informe anual de la OMS de 2020 sobre los antibióticos especificó que se estaban desarrollando un total de 43 antibióticos y 27 agentes antibacterianos no tradicionales, un pipeline que la Organización calificó de insuficiente para abordar el reto de la creciente resistencia bacteriana.

Desde 2017, la Agencia Europea de Medicamentos y su homóloga en Estados Unidos, la FDA, sólo han aprobado 11 nuevos antibióticos que amplían las opciones de tratamiento frente a infecciones bacterianas.

En este sentido, Pfizer demanda un paquete de incentivos que fomenten el ritmo de innovación, ya que aunque no es su caso, que incluso ha desarrollado su propia plataforma de vigilancia de las resistencias antimicrobianas (ATLAS), Gallego denuncia que la mayoría de compañías farmacéuticas han cerrado sus líneas de investigación en antibióticos por considerarlas poco rentables. “En estos momentos son las instituciones públicas como universidades y centros de investigación quienes están dedicando su esfuerzo al desarrollo de nuevos antibióticos, pero los recursos son muy limitados y los recortes en investigación dificultan enormemente que se puedan conseguir resultados a corto plazo”, denuncia.

Planes para frenar la emergencia

A través del Plan Nacional de Resistencias a los Antibióticos (PRAN) se está haciendo un gran esfuerzo por atajar el problema creciente a la resistencia a los antibióticos. El Plan apuesta por la implementación de los Programas de Optimización de Uso de Antibióticos (PROA) tanto en el ámbito hospitalario como en el de Atención Primaria.

Hasta hoy, el PRAN ha puesto en marcha un total de 80 medidas en todo el territorio nacional con un enfoque Una sola salud que se han traducido en una disminución del uso de antibióticos de mas del 32% en salud humana y casi del 59% en salud animal entre 2014 y 2020. “Si continuamos con esta tendencia, este descenso del consumo tendrá repercusión en la reducción de resistencias” afirma Antonio López.

Por su parte la Red CAREME (Control of Antibiotic Resistance in the Mediterranean Area: Global Solutions for a Global Threat) fue creada para generar alianzas entre diferentes países del área del Mediterráneo para desarrollar proyectos comunes y coordinados que permitan el control de la resistencia de una manera eficaz, sostenible y duradera. La red está coordinada por Lucía Gallego (Acinetobacter baumannii Research Group) de la Facultad de Medicina y Enfermería de la Universidad del País Vasco UPV/EHU y Fátima M’zali (Aquitaine Microbiologie) de la Universidad de Burdeos y todas las acciones que se realizan se enmarcan dentro del objetivo de impulsar estrategias de agentes del Sur y del Norte. En esta red participan grupos del área de salud humana, animal y medioambiental de diferentes países como España, Francia, Italia, Egipto y Grecia.

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