El trigo de Ucrania y el abandono de tierras de cultivo
El 10% de la superficie agraria útil de España es erial y hay falta de relevo generacional; a la vez, el difícil acceso a la tierra frena la actividad
La pandemia y la guerra de Ucrania ponen al descubierto los riesgos del abandono de productos básicos, como alimentos, confiando su producción a países capaces de suministrarlos a bajo precio. El abaratamiento y rapidez del transporte han hecho creer que da igual donde se produzca un bien, lo relevante es el coste (Made in China). Esta bendita globalización también ha multiplicado la capacidad de contagio de los virus y las guerras. El Covid-19 y el Putin-22 enseñan que ni el pan ni la democracia están garantizados.
Las generaciones de la EGB aprendieron que Ucrania es el granero de Europa. Ahora, con la invasión de Vladimir Putin, hasta en la barra del bar se sabe que España depende de Rusia y Ucrania en productos tan básicos como los cereales y el girasol, imprescindibles en la alimentación humana y animal. Tener petróleo y gas es cuestión de suerte; pero, ¡el trigo!
El déficit en productos básicos está ligado a décadas (1960-1990) primando la industria frente al campo, lo urbano versus lo rural. Después vino la incorporación de España a la UE (1986) y con ella a la Política Agraria Común (PAC) y el principio de que quien paga manda, dice qué se siembra y qué no. España tiene hoy un sector agrario muy atomizado, de baja rentabilidad, con poco peso en la economía nacional, pese a la enorme extensión que ocupa, y con problemas estructurales, algunos contradictorios, como que haya suelo de cultivo abandonado y, a la vez, falta de tierra.
España cuenta con 23 millones de hectáreas de superficie agraria útil (SAU), el 76% de secano y el 24% de regadío. De ese territorio, el 10%, 2,32 millones de hectáreas, se encuentran en estado de abandono, lo que supone que lleva más de cinco años en barbecho o ya es un erial, según datos del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA) de 2019. De esa superficie desaprovechada, tan solo el 9% eran pastos permanentes; el resto, tierras de cultivo.
Investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), Teodoro Lasanta, Estela Nadal-Romero y Makki Khorchani, y la profesora de la Universidad de Murcia Asunción Romero-Díaz, publicaron en 2021 un estudio sobre las tierras abandonadas en España en el que detallaban una serie de causas socioeconómicas, ambientales y de gestión que explican este abandono, entre las que destacan:
1. La migración de la población rural hacia las ciudades y el envejecimiento de la que permanece.
2. Las innovaciones tecnológicas y la mecanización, que ha impulsado el abandono de laderas, campos pequeños y áreas poco accesibles a la maquinaria agrícola.
3. La baja productividad de algunos campos, por escasa fertilidad o suelos con horizontes poco desarrollados o muy pedregosos
4. La elevada competitividad de los mercados, lo que hace poco rentables algunos cultivos y algunas zonas rurales.
5. Los efectos de la PAC, que entre 1989 y 2008 incentivó el abandono de tierras agrícolas de forma permanente o temporal.
6. El clima en ambientes semiáridos que reduce la productividad y aumenta la incertidumbre frente a la irregularidad de las lluvias.
7. La existencia de ocupaciones alternativas.
8. Factores vinculados a la gestión: inadecuado manejo de explotaciones, sobreexplotación y salinización del suelo y/o de los acuíferos, etc. Estas razones para abandonar suelo útil conviven con que el acceso a la tierra sea la principal barrera de entrada de los jóvenes al sector agrícola, según un estudio realizado por la Comisión Europea. Por eso, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación creó un Grupo Focal de Acceso a la Tierra que en 2020 elaboró un informe para abordar este problema.
La superficie agraria española está gestionada por 945.000 explotaciones, con un tamaño medio de 25 hectáreas, el 93% propiedad de personas físicas. Se trata, por tanto, de un sector familiar. Esta característica, que es clave para vertebrar el territorio y fijar población, se convierte en “uno de los principales problemas que amenazan el futuro del sector agrario español, la falta de relevo generacional”, señala el estudio sobre el acceso a la tierra elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En España, por cada joven agricultor (menor de 40 años) hay casi cuatro mayores de 65 años, mientras que la media de la UE es de un joven por tres mayores.
Para solventar esta situación de abandono de tierras y, a la vez, dificultad de acceso a las mismas, el Estado y las comunidades autónomas han promovido diferentes iniciativas, que no han dado grandes resultados. Todos tienen el mismo propósito, cultivar aquellas tierras que por una razón u otra han quedado abandonadas. No se trata solo de tierras de montaña de difícil explotación, hay bancos de tierras de regadío en Extremadura o en la huerta murciana, que se ofrecen para intermediar entre los propietarios que no las cultivan y los interesados en explotarlas.
La semana pasada el grupo Armanext, especializado en sacar compañías a Bolsa, presentó una iniciativa que encaja entre las soluciones que plantea el Estudio Sobre el Acceso a la Tierra, dar entrada a nuevos actores. Armanext sugiere extender la regulación de las socimi al sector agrario, como ya ocurre en otros países. En definitiva, como sucede en hoteles o centros comerciales, separar la propiedad del activo (edificio/tierra) de la gestión (la explotación), de manera que familias propietarias, pero desinteresadas en el sector agrícola, puedan arrendarlas a largo plazo a jóvenes o empresas para que las exploten.
Esto facilitaría que, por ejemplo, el capital riesgo, que ya ha entrado en la industria agroalimentaria, dé un paso más y se interese por los cultivos e inyecte capital que facilite la modernización y ensanche el campo. Esto podría generar un círculo virtuoso, con explotación de tierras abandonadas, creación de empleo, sostenimiento de población en zonas rurales, reapertura de servicios públicos, revalorización del patrimonio rural y menor dependencia del exterior en productos básicos. Es un lujo absurdo tener un 10% del suelo cultivable como un erial, cualquier medida que lo movilice debería ser bien recibida.
Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información. Profesor de la Universidad Complutense