El desafío medioambiental de las criptomonedas
El consumo energético que genera su minado pone en pie de guerra a sus detractores, pero hay razones para ser optimistas… de momento
El minado de Bitcoin genera un gasto energético superior al de muchos países desarrollados de tamaño medio, como Noruega. Esto no es solo un dato cierto (asumiendo un margen de error), sino que, de hecho, es uno de los principales argumentos esgrimidos en contra de las criptomonedas. Las criptomonedas en general, y Bitcoin en particular, basan sus procesos de minado en complejas pruebas matemáticas para las que son necesarios equipos de elevada potencia computacional, continuamente conectados y funcionando y que, además, necesitan estar continuamente refrigerados para no recalentarse. Esto dispara el consumo energético de estos procesos, y lo hace además de manera creciente debido al aumento de popularidad observado en los últimos años, que ha provocado que un mayor número de usuarios quiera participar de dichos procesos.
A primera vista, se podría determinar que un producto financiero con un consumo energético semejante supone una pérdida inestimable de recursos para el planeta, y encarece la energía que podría ser dedicada a otros usos, sin embargo, hay varios factores que se deben tener en cuenta antes de emitir el juicio completo:
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Cuánto consumo energético se destina a otros usos – si bien las comparaciones son odiosas, en estos casos pueden también resultar útiles. Actualmente, existen estimaciones que indican que el consumo de energía de Bitcoin (114 TWh anuales) es algo inferior a la mitad del consumo de la extracción de oro, o la que genera el conjunto del sistema bancario mundial (entre los 240 y los 250 TWh anuales cada uno). Dado que se ha hablado de Bitcoin como el nuevo oro digital, parece que, en términos de consumo energético, igual no es tan desproporcionado como parece a primera vista.
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Cuál es el origen de ese consumo energético – otro de los factores que se deben analizar es el origen de dicho gasto energético. Obviamente, el origen dependerá del país en el que se consuman dichos recursos (en la actualidad China aglutina la mayoría de granjas de minado del mundo) y la estructura energética de los mismos. Un estudio de la Universidad de Cambridge estima que la minería de Bitcoin es generada mediante energías renovables (principalmente hidroeléctricas) en, al menos, un 39%, siendo éstas utilizadas por un 76% de los “mineros” junto con otras fuentes. De hecho, hay compañías que han desarrollado fuentes de energía alternativas para minar criptomonedas, basadas en el aprovechamiento de elementos tan diversos como los residuos orgánicos de granjas animales.
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Qué aportan las criptomonedas a la sociedad actual – el factor más determinante, y también el más difícil de estimar. De manera obvia, el consumo energético de las criptomonedas se considerará excesivo si la sociedad en su conjunto termina por determinar su irrelevancia, independientemente de que sea alto o bajo. De la misma forma, si estos activos terminan por imponerse en la sociedad (lo cual parece un escenario más cercano actualmente), se considerará que el gasto energético que implican puede merecer la pena.
Es evidente que, si en la actualidad se continúa con la minería de criptomonedas, es porque hay un conjunto amplio de personas/compañías que confían no solo en la rentabilidad económica que puedan obtener, sino también en el futuro real de estos activos, ya que de otra forma, si nadie tuviese interés en ellos, las actividades de minería y asociadas se habrían detenido por sí solas. Por ello, si bien es indudable que el consumo energético que representan las criptomonedas es elevado, hay que ponerlo en contexto con el gasto asociado a otros activos similares y ver de dónde proviene dicho consumo. En cualquier caso, una mejora que implique un menor consumo será bienvenida no solo por los partidarios de Bitcoin, sino por la sociedad en su conjunto, ya que permitirá una mejor sostenibilidad, sobre todo pensando en un mayor uso de los criptoactivos a medio/largo plazo.