La revitalización mundial de los recursos hídricos se topa con la desigualdad en la financiación
Efluentes contaminados, uso intensivo de recursos escasos y ocupación descontrolada de espacios fluviales... Tenemos la tecnología y sabemos utilizarla para restaurar el daño que los humanos y el cambio climático infringimos a los recursos hídricos, pero ¿todos podemos pagarlo?
El uso global de agua se ha multiplicado por seis en los últimos 100 años y sigue aumentando a un ritmo constante del 1% cada ejercicio debido al crecimiento demográfico, al desarrollo económico y al cambio de los patrones de consumo.
Es cierto que en los últimos años ha habido progresos, pero, según datos de la ONU, en el mundo una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable, de ahí que dos de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas tengan como eje central este recurso. El ODS 14 se centra en la vida submarina, mientras que el ODS 6, en garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos.
Y una de las metas a cumplir de aquí a 2030 es proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua, incluidos los bosques, las montañas, los humedales, los ríos, los acuíferos y los lagos, ya que a las causas socioeconómicas que presionan a los sistemas hídricos, se suman las repercusiones del cambio climático. ¿Será posible lograrlo?
Es importante destacar que la degradación de los recursos hídricos y de los ecosistemas que nos los proporcionan se debe a muchas causas: “La contaminación en muchos sitios descontrolada, el uso muy intensivo del agua para permitir el desarrollo de nuestras actividades económicas, la fragmentación de los ríos y la ocupación de los espacios fluviales, entre otros, y el cambio climático añaden presión sobre un sistema que en muchos sitios ya está bajo muchísimo estrés desde hace décadas”, analiza Lucia De Stefano, directora adjunta del Observatorio del Agua de la Fundación Botín.
El nivel de contaminación ha empeorado en el 50% de los ríos latinoamericanos
Más de la mitad de la población vive en zonas con estrés hídrico y se calcula que la disponibilidad para 2050 respecto a 1990 va a ser 20% menor. No solo eso, entre 1990 y 2010, el nivel de contaminación patógena y orgánica empeoró en tramos de más del 50% de los ríos de América Latina, África y Asia.
Pese a ello, los expertos coinciden en que la mayoría de los ríos en estos tres continentes aún se encuentra en buenas condiciones y existen excelentes oportunidades para restablecer su calidad. Para esta labor, “se necesitará una mezcla de opciones técnicas y de gestión respaldada por una buena gobernanza”, reclaman desde el Programa de la ONU para el Medio Ambiente.
Además de la propia cuestión medioambiental, los problemas derivados del deterioro en la calidad de las fuentes de agua desembocan en importantes consecuencias sociales y económicas. Afecta a la seguridad alimentaria, la salud humana, los asentamientos urbanos y rurales, a la producción de energía, al desarrollo industrial y, en definitiva, al crecimiento económico y progreso mundial.
Para Enrique Cabrera, vicepresidente de la International Water Association, cuantificar económicamente el daño sufrido por los recursos hídricos mundiales resulta complicado, ya que “el valor es algo muy local, puesto que no tiene el mismo impacto la degradación de la única fuente de agua para una zona que depende totalmente de ella, que la de una fuente equivalente en una zona con abundancia de recursos de gran calidad, con lo que el consumo no se vería afectado”.
Alrededor del negocio del agua han surgido nuevos fondos de inversión
No obstante, en su opinión, más allá de avances tecnológicos para paliar daños, debemos usar mejor el agua, no malgastarla y recuperarla. “En la actualidad somos capaces de depurar el agua contaminada y conseguir que vuelva a ser apta para su devolución al medio natural. De hecho, en algunos lugares se recargan acuíferos con agua tratada, lo que contribuye a la mejora del estado de los mismos. Pero esto tiene un coste indudable y requiere de un esfuerzo económico notable”, reconoce.
Tal y como recuerda Cédric Lecamp, gestor del fondo Pictet Water, “la OCDE estima que, para garantizar el acceso universal y saneamiento adecuado para 2030, hay que invertir un billón de dólares anuales, frente a los 600.000 millones actuales. Además, la ONU estima que cada dólar invertido en infraestructura de agua potable y residual proporciona 6,35 dólares de crecimiento del PIB a largo plazo y 2,62 dólares en otras industrias”.
Oportunidades e inversión
Según resalta un informe elaborado con motivo del 20 aniversario del lanzamiento del fondo holandés RobecoSAM Sustainable Water Equities, se espera que el valor del mercado mundial del agua suponga en 2023 casi 915.000 millones de dólares, es decir, un 50% más que en 2014, gracias a los grandes planes de infraestructura y calidad del agua desarrollados en primeras economías como EE UU –ha anunciado un programa de infraestructura hídrica con 111.000 millones de dólares de inversión–, Arabia Saudita, China –el XIV Plan Quinquenal incluye numerosos proyectos– y el sudeste asiático.
Lo cierto es que alrededor del negocio del agua llevan años surgiendo fondos de inversión. “Creemos que hay muchas oportunidades, ya que vemos una mayor necesidad de mitigar la contaminación por plásticos, y las medidas que hay que aplicar para contener la contaminación de acuíferos, ríos y recursos por desbordamientos de aguas residuales y alcantarillado en particular. Muchos de estos elementos están contemplados en la directiva marco de la UE, cuyo objetivo es establecer unos niveles mínimos de pureza exigidos de forma generalizada”, apunta Simon Gotellier, cogestor del Thematics Water.
Las cifras
6% del PIB es la proporción en la que podrían disminuir para 2050 las tasas de crecimiento económico de las regiones más afectadas por la escasez de agua, como son Oriente Medio o el Sahel en África, de acuerdo con cálculos del Banco Mundial.
9% de los bonos verdes emitidos en 2020 afectaban directamente al sector del agua. Además, estas emisiones se originaron sobre todo desde economías desarrolladas.
690 euros por acre, equivalente a 1.233 metros cúbicos. A este precio cotiza el agua de California en el mercado de futuros de Chicago, donde se estrenó a finales de 2020.
Por su parte, Dieter Küffer, senior portfolio manager de RobecoSAM Sustainable Water Equities, explica que no invierten en agua como materia prima sino que lo hacen “en las compañías que tienen que ver con una parte u otra de su proceso: salud, comercialización, sostenibilidad, etc”. Y la realidad es que estos subsectores se están beneficiando de las inversiones en marcha para mitigar y combatir el cambio climático.
“La financiación destinada a paliar el calentamiento global ya alcanzó entre 510.000 y 530.000 millones de dólares en 2017, y dado el creciente reconocimiento de su potencial de mitigación, brindan un entorno excelente para futuras inversiones en proyectos de agua y saneamiento”, opinan desde la gestora holandesa. De hecho, el Banco Mundial se comprometió a invertir 200.000 millones de dólares entre 2021 y 2025. Además, los bancos regionales de desarrollo han destinado 6.000 millones a proyectos similares para brindar seguridad hídrica.
Efectivamente, la financiación en sectores de elevado impacto ambiental relacionados con agua y residuos normalmente requieren iniciativa pública y público-privada, que pueden incluir instrumentos de bancos de desarrollo, préstamos en condiciones favorables o garantías.
En cuanto al impulso privado, grandes fondos de infraestructuras se han fijado en proyectos hídricos de gran magnitud en busca de rentabilidades que pueden ser de dos dígitos y que les permiten desvincularse del proyecto una vez recuperada la inversión y los intereses.
Sin embargo, “las redes de energía y transporte han atraído más capital recientemente, dado el creciente enfoque en el cambio climático y las oportunidades que existen para permitir e impulsar la transición hacia menores emisiones”, admite Scott Freedman, gestor de Newton (parte de BNY Mellon IM), quien contempla que indicadores clave de rendimiento de las empresas vinculados al agua, como la reducción en su uso o el reciclaje, “puedan acabar formando parte de los bonos ligados a la sostenibilidad, que hoy en día se centran principalmente en factores verdes y algunos sociales”.
Dos realidades
¿Estamos a tiempo de lograr una recuperación plena del patrimonio hídrico? Alberto Garrido, director del Observatorio del Agua de la Fundación Botín es rotundo: “Nunca es tarde. Hay experiencias de ríos totalmente muertos como el Ruhr o el Támesis que se han recuperado. Si hay voluntad, claro que sí”, pero, advierte, “costará tiempo y recursos”.
Además, Lucia De Stefano, directora adjunta del Observatorio, recuerda que ya hoy los efectos sobre los recursos hídricos del cambio climático y de las actividades humanas en general no tienen las mismas consecuencias sobre sociedades con distintos niveles de desarrollo y de disponibilidad de recursos económicos. “Una sociedad con altos niveles de pobreza y con unas instituciones frágiles apenas tiene capacidad de hacer frente a la degradación de sus recursos hídricos y al aumento de la variabilidad climática”.
Rafael Mujeriego, presidente de la Asociación Española de Reutilización Sostenible del Agua (Asersa), es aún más claro: “ya disponemos de soluciones técnicas efectivas para remediar muchos o casi todos los problemas hídricos en diferentes lugares del mundo, y con el tiempo se mejoraran para ser más eficientes y eficaces. No obstante, su coste es y será inaccesible para la mayoría de los países en vías de desarrollo e incluso para los desarrollados en ciertos casos, ya que una exigencia principal es la energía (y los medios técnicos) necesaria para hacer esa recuperación de la calidad”.
El canal que se volvió río
Ebro Resilience. En la cuenca del Ebro se están llevando a cabo proyectos pioneros en restauración de ríos que están teniendo muy buenos resultados. Entre las actuaciones más importantes de las promovidas desde el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) y la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) destaca la que afecta al tramo bajo del Arga, en Navarra.
Sus objetivos prioritarios son reducir el riesgo de inundación de los núcleos urbanos de Funes y Villafranca y renaturalizar la confluencia de los ríos Arga y Aragón para que se convierta en un espacio fluvial de calidad que permita recuperar hábitats apropiados para la fauna autóctona. Esta actuación en el Arga está sirviendo de ejemplo para futuras intervenciones en la zona coordinadas entre Administraciones a través de la estrategia Ebro Resilience.