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Las grandes ciudades concentran el 65% del empleo y el PIB frente al 2% del campo

La brecha económica alienta la despoblación del mundo rural Las diferencias salariales se agudizan entre la urbe y el pueblo

Mundo rural urbano
Infografía: Belén Trincado
Pablo Sempere

Las elecciones autonómicas de Castilla y León que se celebran este domingo tienen un indudable componente económico que se ve espoleado por las cinco candidaturas de la España vaciada que concurren a los comicios. Entre las reivindicaciones de las formaciones oriundas de Burgos, Palencia, Valladolid, Salamanca y Soria se encuentran el fomento de las infraestructuras, de los servicios públicos y de las inversiones sostenibles, así como la demanda de puestos de trabajo que permitan a los más jóvenes asentarse en sus regiones y revertir la despoblación. El objetivo es ir cerrando una brecha –la que existe entre el campo y la gran ciudad– que perjudica a autonomías como Castilla y León en el plano estatal y, dentro de la propia región, a las provincias menos desarrolladas. Estas demandas y esta radiografía son extensibles al conjunto del territorio rural del país.

El informe Despoblación y políticas de lugar, publicado esta semana por EsadeEcPol, permite contextualizar la situación y poner cifras al problema. Cabe recordar, explica el documento, que la variante económica está íntimamente vinculada al fenómeno de la despoblación, siendo a la vez causa y consecuencia en una suerte de círculo virtuoso imposible de frenar si no se toman medidas al respecto.

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Para realizar una primera aproximación, detalla el informe firmado entre otros por el director de EsadeEcPol, Toni Roldán, se pueden comparar una serie de variables económicas como el empleo efectivo de cada territorio o la contribución de cada zona al producto interior bruto (PIB) nacional. Así, “mientras que las regiones urbanas concentran más del 65% del empleo y son capaces de generar más del 66% de todo el PIB, las rurales congregan menos del 2% del empleo generando cifras similares en PIB”.

Son remarcables, a su vez, las diferencias en productividad, así como aquellas relativas al desempeño empresarial medido a través del tamaño medio de las compañías (4,5 trabajadores frente a 2,8 de las zonas rurales). En las zonas rurales, por ejemplo, el valor añadido bruto por trabajador ronda los 51.000 euros, mientras que en las grandes ciudades se superan los 54.000 euros.

El único indicador analizado en el que el campo consigue acercarse a la gran ciudad es el que hace mención a la tasa de supervivencia empresarial, una variable que se define como el porcentaje de empresas que logran seguir en activo tres años después de haberse creado. En las regiones rurales próximas a las urbes esta tasa asciende al 54%, un punto por encima de la que corresponde a las grandes ciudades.

Todas estas diferencias económicas alientan las dinámicas de despoblación. Aquellos territorios que parten con alguna ventaja comparativa, prosigue el informe, se convierten en el destino preferente de los flujos internos nacionales. Se forma así un epicentro que consigue aprovechar las externalidades que surgen en territorios muy densamente poblados “generando las economías de aglomeración que potencian el crecimiento de las ciudades”. El centro se vuelve más productivo y logra mejoras salariales, “ya sea porque las empresas acceden a más proveedores y disponen de mayores posibilidades de mercado o porque los consumidores pueden adquirir una mayor variedad de bienes y servicios”.

Por si esto fuese poco, recalca el texto, las grandes ciudades permiten el intercambio constante de ideas, “generando con ellos nuevos nichos de innovación” que hacen difícil revertir las diferencias territoriales.

Brecha salarial

Una de las variables más obvias de este fenómeno es la salarial. La periferia, detalla el informe, “es incapaz de competir y las generaciones más jóvenes potencialmente más formadas abandonan estos territorios para aprovechar las externalidades positivas de las ciudades”. De esta forma se agranda una brecha de ingresos (antes de impuestos) entre las zonas urbanas y rurales que se convierte en un fuerte incentivo a la atracción de talento joven.

Con las cifras en la mano, en el caso de los asalariados que se encuentran en el percentil 20 de la distribución, la brecha entre unos y otros es de 862 euros. Entre los que más renta ingresan la distancia crece: en el percentil intermedio la diferencia es de 2.400 euros, mientras que en el percentil más alto, los que están en las ciudades grandes ingresan casi 5.000 euros más al año que sus equivalentes en municipios pequeños. También hay una desemejanza obvia entre los jubilados. Con todo, matiza el documento, estas diferencias “se reducen cuando incorporamos el rol redistributivo del sistema fiscal y de pensiones español”.

Efecto negativo en las ciudades

La absorción de población y recursos de la que se benefician las grandes ciudades también genera efectos negativos para las urbes. Según crecen estos núcleos, los costes de vivir en ellos empiezan a crecer. “Estos costes de congestión o deseconomías de escala en grandes ciudades marcan sus límites al crecimiento, y abarcan desde el coste del suelo a la sobreutilización de los sistemas de transporte”, entre otros, según señalada Esade. Pueden generarse así consecuencias como la expulsión de empresas y trabajadores debido a la subida de los costes de producción y al aumento del coste de vida.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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