Los ricos también comparten piso
ThirdHome es un club de intercambio de segundas residencias de lujo El precio medio de las propiedades se sitúa en los 2 millones de dólares
Convertir la puerta de la segunda residencia en una llave para otras 14.000 viviendas más. Esa es la idea detrás de ThirdHome, un club de intercambio de casas de alto nivel que acaba de inaugurar oficina en España. La plataforma, fundada en 2010, permite a los socios poner su segunda residencia a disposición del resto de miembros y, a cambio, conseguir crédito para viajar a otras casas.
El principal requisito es que las viviendas estén por encima de los 500.000 dólares, si bien la media está en torno a los 2 millones de dólares. Así se construye un catálogo que cuenta con propiedades en 98 países y con localizaciones tan singulares como un castillo de 1855 en el corazón de Escocia o una isla privada en Belice. “Nos gusta que tengan un encanto especial”, explica la responsable de marketing para EMEA de ThirdHome, Isabel Wittmann, quien celebra que la diversidad de alojamientos sea uno de los puntos fuertes de la plataforma.
Es importante también que las propiedades sean segundas residencias y no la principal, pues quieren distinguirse de compañías como Airbnb. “Una vivienda que está en uso constantemente es demasiado personal para intercambiar”, justifica Wittmann. Desde ThirdHome tratan de huir de las fotografías familiares y los souvenirs para proporcionar a los huéspedes una experiencia de lujo. Lo que sí permanece en algunas de las casas es el personal que forma parte del servicio (chófer, cocinero, mayordomo...), que se encargará de atender a los residentes temporales.
Muchos de los propietarios tienen también las viviendas en agencias de alquiler u otras plataformas con el objetivo de sacarles más rentabilidad. “Lo que a nosotros nos interesa son las semanas en las que esas casas están vacías, bien porque no las van a ocupar sus dueños o bien porque no han conseguido alquilarlas”, continúa Wittmann. Solo por ofrecer la propiedad una semana, aunque nadie llegue a hospedarse finalmente, los socios reciben un crédito en forma de llaves (que varía en función de la vivienda y la temporada) que más tarde podrán canjear en otro de los alojamientos.
La idea es que el dinero salga de la ecuación. O casi. Por ingresar en el club, los socios deben abonar una cuota anual de 295 dólares, además de una tasa a la plataforma que ronda los 500 euros cada vez que realicen una estancia. “Pero si la transacción no ocurriera dentro de ThirdHome, el precio de alojarse una semana en estas casas podría rondar los 15.000 dólares”, recuerda la portavoz de la compañía.
La plataforma también funciona como un club tradicional, pues organizan eventos en diferentes puntos del mundo para tejer contactos. “Se forjan verdaderas amistades y al final contamos con una comunidad muy bonita”, comenta entusiasmada Wittmann desde la oficina de Marbella, donde sirven de soporte para todos los socios europeos.
La mayoría de los miembros tiene más de 35 años y cuenta con una gran disponibilidad para viajar, por lo que muchos son empresarios o jubilados. “Siguen trabajando durante los viajes, pero pueden organizarse de una manera más libre”, ilustra la responsable de la compañía. De hecho, el teletrabajo ha facilitado cada vez más este tipo de viajes y algunos optan por estancias largas para conocer otros países sin necesidad de esperar a las vacaciones.
El intercambio es el motor principal de ThirdHome, pero no el único. Tienen dos divisiones más: alquileres y aventuras. La primera está destinada a grandes propietarios, ofreciéndoles una plataforma para alquilar sus viviendas a personas que no necesariamente forman parte del club. En esta ocasión sí a cambio de una cuantía económica. La segunda es un área dedicada a viajes organizados para los socios. Se realizan con poca frecuencia, pero cuidan todo lujo de detalles, desde las estancias a las excursiones y la agenda. Ofrecen plazas muy limitadas, pero también es una oportunidad de hacer networking en un entorno diferente. El próximo destino: Jordania. “Nosotros no solo tenemos casas millonarias, sino que somos una comunidad”, defiende Wittmann.