La UE no puede permitirse la factura de un conflicto con Moscú
La escalada de tensiones entre Rusia y la OTAN por el conflicto entre Moscú y Kiev se hizo sentir ayer con intensidad en las Bolsas europeas y en los parqués de Wall Street. Un lunes negro en el que el Ibex se dejó un 3% en la peor jornada que ha vivido el selectivo desde la irrupción en escena de ómicron el pasado noviembre. La incertidumbre y los temores europeos a una potencial invasión rusa sobre Ucrania han aumentado tras la decisión del Reino Unido de comenzar a retirar a algunos miembros del personal de su embajada en la exrepública soviética, según informó ayer Londres, y el hecho de que Estados Unidos haya ordenado a los familiares del personal diplomático de su embajada en Kiev que abandonen el país, además de pedir a los ciudadanos estadounidenses que no viajen ni a Ucrania ni a Rusia.
Junto al riesgo geopolítico del conflicto y las consecuencias de seguridad que puede tener para los países de la OTAN y para EE UU, la prolongación del clima de tensión que se vive en la zona constituye un factor fundamental a la hora de explicar la escalada de los precios de la energía en las economías europeas y el castigo vivido ayer en las Bolsas. Dada la fuerte dependencia energética de la UE respecto a Moscú, el clima de incertidumbre golpea con especial virulencia a las empresas europeas, que desde hace meses soportan la presión del alto precio del gas, especialmente en sectores como el de las utilities, las compañías de fertilizantes y las empresas de bienes de consumo.
Bruselas anunció ayer un paquete de ayudas económicas a Ucrania que busca manifestar el apoyo europeo a la soberanía del país, pero que no constituye en sí mismo un freno a un potencial conflicto militar. Mientras EE UU considera “inminente” la invasión rusa y afirma que el Kremlin ha movilizado unos 100.000 soldados a la frontera con Ucrania, desde Moscú se acusa a Washington de intensificar el clima de tensión al evacuar a sus diplomáticos de Ucrania y anunciar planes para reforzar las fuerzas de la OTAN en Europa del Este, en una escalada verbal que cada vez parece más difícil de frenar por una diplomacia que no se está haciendo lo suficientemente presente.
La recuperación económica en que están inmersas las economías occidentales, especialmente las europeas, no puede permitirse la enorme factura que supondría un conflicto bélico en Europa y el corte de suministro de energía que esta guerra traería consigo. Tanto Bruselas como Washington deben utilizar todas las herramientas diplomáticas a su alcance para tratar de reconducir unas tensiones geopolíticas que pueden poner en jaque no solo la seguridad de la región, sino la viabilidad de la recuperación económica mundial.