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Wall Street sabrá cómo satisfacer su envidia por las criptomonedas

La mayoría de los bancos ansía entrar en el negocio de los activos digitales. Pero las barreras son importantes.

Los bancos se están preparando para sumarse a la moda de las criptomonedas en 2022. Esto les llevará a lidiar con una serie de problemas que se apartan de su negocio principal, desde una normativa turbia hasta un mercado que opera 24 horas al día, siete días a la semana. La lucha por los beneficios y los clientes también puede ocultar otros riesgos.

El valor de las monedas digitales en circulación se ha triplicado hasta superar los 2 billones de dólares desde principios de 2020. Los bancos tradicionales de Estados Unidos no pueden comerciar actualmente con este tipo de activos, pero sus clientes sí lo hacen y muchos banqueros quieren entrar, a pesar del escepticismo de lumbreras como el jefe de JPMorgan, Jamie Dimon, que todavía en octubre despachaba el bitcoin como algo “sin valor”. El banco de Dimon, Goldman Sachs, Morgan Stanley y otros están ayudando a los clientes de gestión de patrimonios a ganar exposición a través de los criptoderivados. Estos se negocian en Bolsas reguladas, a un paso de las monedas digitales subyacentes. Pero es poco más que un mero escarceo.

Lo que realmente abriría las compuertas para los principales bancos sería el visto bueno de los reguladores para involucrarse directamente en la custodia y el comercio de activos digitales. Entre otras cosas, eso ayudaría a evitar que los lucrativos clientes de los fondos de cobertura se fueran a otra parte para cubrir sus necesidades de criptomonedas. Pero los bancos, limitados por las normativas, no pueden predecir hasta dónde llegarán los organismos de control. Mientras que la Corporación Federal de Seguros de Depósitos se ha mostrado abierta a una mayor exposición a las criptomonedas, la Oficina del Interventor de la Moneda se ha mostrado escéptica y la SEC ha prometido básicamente tomar medidas drásticas si acaba encargándose de las criptomonedas.

Por ejemplo, pensemos enañaden los préstamos respaldados por bitcoins, un área que están explorando varias empresas, entre ellas Goldman Sachs. Los bancos necesitan saber si los reguladores permitirán estos productos. Los banqueros también tienen que averiguar cómo estructurarlos si no pueden poseer el colateral directamente.

Los mercados de criptomonedas, siempre abiertos, suman otra dimensión. Los bancos están acostumbrados a horarios fijos de negociación en la renta variable, por ejemplo. Muchas transacciones de valores tardan tiempo, a veces días, en liquidarse, mientras que con las monedas digitales se opera en segundos. Además, la clave está en que las operaciones no se pueden deshacer, incluso si hay errores. Estas características aumentan la importancia de los terceros encargados de la custodia digital para ayudar a gestionar el riesgo, y muchas de esas entidades aún no están reguladas ni son transparentes.

Todas estas son incógnitas conocidas. Un peligro aún mayor serían las incógnitas que no conocemos. Estas van desde la fiabilidad de los procesos de confirmación descentralizados asociados a las criptomonedas hasta el riesgo de hackeos o errores que no puedan corregirse. El miedo de Wall Street a quedarse fuera no debería esconder los riesgos que conlleva meter la cabeza.

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