La banca debe liderar la defensa de la privacidad de los datos de los clientes y la ética en su uso
La digitalización reduce las barreras de entrada para nuevos jugadores, mejora la mejora la competencia y obliga a ofrecer un mejor servicio
La revolución digital está afectando a todos los sectores económicos y a todos los países, o lo que es lo mismo, nos está afectando a todos nosotros en nuestro día a día. Y, si bien es cierto que esta revolución ya se venía produciendo a lo largo de los últimos años, la pandemia y sus efectos la han acelerado de manera notable.
De hecho, en tan solo unos meses, nos hemos acostumbrado a nuevas realidades que ya existían a pequeña escala, pero que nos hubiese llevado años generalizarlas. Realidades como pueden ser el teletrabajo o el uso masivo de canales de compra digitales que se han instalado en nuestra vida cotidiana.
Y el sector financiero no solo no es inmune a estas transformaciones, sino que, como sector dinamizador de la economía, se encuentra en el centro de las mismas.
Los bancos estamos tremendamente impactados por la transformación tecnológica. Pero lejos de constituir una amenaza, la digitalización es una gran fuente de oportunidades para el sector.
Es importante señalar que la banca ya venía trabajando desde hace tiempo en este proceso de adaptación hacia el mundo digital, proceso que ha llevado al sector a hacer inversiones muy relevantes en tecnología y ciberseguridad en los últimos años. Estas inversiones y esta apuesta clara por la digitalización es lo que ha permitido a nuestros clientes realizar operaciones financieras a través de nuestros canales remotos durante los periodos más duros de la pandemia, sin necesidad de visitar las oficinas. Pero, siendo esto cierto, y habiendo recorrido un largo camino en los últimos años, la banca ha de seguir avanzando e invirtiendo masivamente en tecnología en el futuro. Y esto, por varios motivos.
En primer lugar, la digitalización reduce las barreras de entrada para nuevos jugadores. Y esto, sin duda, son buenas noticias para nuestros clientes, porque mejora la competencia y nos obliga a todos a ofrecer un mejor servicio. Pero tenemos grandes competidores que o parten desde fuera del sector financiero con una potencia y capacidad extraordinaria (big tech), o lo hacen desde la actividad bancaria ex novo, sin los legacies que tenemos los bancos tradicionales (fintech). Por lo tanto, debemos innovar y aportar las mejores soluciones para nuestros clientes para competir con estos nuevos entrantes. Sin embargo, es muy importante que las reglas de juego sean las mismas para todos los actores en una determinada actividad, para evitar que se produzcan arbitrajes regulatorios con efectos potencialmente desestabilizadores, como pudimos ver en la anterior gran crisis.
En segundo lugar, en este proceso de digitalización, la banca debe liderar la defensa de la seguridad y privacidad de los datos de los clientes, y la ética detrás de sus algoritmos, que es y seguirá siendo clave para mantener la confianza de la sociedad. Porque la aplicación de la tecnología también tiene límites, y estos vienen marcados por la seguridad y el respeto a la privacidad y a la libertad individual. Porque la tecnología no debe ser un fin en sí mismo. Es un medio para mejorar nuestra sociedad. Es el uso que le demos lo que realmente marcará la diferencia.
Por último, este proceso de digitalización también nos está obligando a adaptar nuestros equipos a las exigencias derivadas de la transformación de nuestro negocio. Y para hacer frente a este reto, debemos trabajar en un doble plano: por un lado, debemos responder atrayendo nuevo talento con perfiles muy técnicos y especializados en nuevas tecnologías, personas con una fuerte capacitación en nuevas demandas como ciberseguridad, data analytics o inteligencia artificial.
La incorporación de este tipo de perfiles no es fácil porque hay una demanda muy fuerte y muy global donde competimos con todos los sectores. En un segundo plano, no son menores los esfuerzos que debemos hacer para lo que ahora se denomina reskilling y upskilling, y que no deja de ser la adaptación de las capacidades de nuestros equipos actuales a las exigencias derivadas de la transformación de nuestro negocio. Un reto enorme, al que ya nos hemos enfrentado en el pasado, pero que ahora nos está exigiendo mayor radicalidad y velocidad. Y esta adaptación es absolutamente clave, como lo es la motivación de los equipos, porque incluso en un mundo crecientemente digitalizado, las personas tendrán el papel más relevante.