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Análisis

El ocaso imparable de los conglomerados industriales, ¿por qué se segregan General Electric o J&J?

Separan sus variados negocios en un intento de ser más rentables y ante la presión del mercado y los accionistas. Las operaciones de spin-off alcanzan este año los 177.000 millones de euros.

Logo de General Electric en una fábrica en el estado de Nueva York
Logo de General Electric en una fábrica en el estado de Nueva YorkGettyImages

Había un dicho en Wall Street por el que para saber el estado de salud de la economía estadounidense solo hacía falta ver cómo le iba a General Electric. Hace tiempo que esta sentencia dejó de ser cierta con el auge de las tecnológicas, pero tenía su razón de ser en los múltiples sectores de actividad en los que estaba presente este conglomerado empresarial estadounidense, que lideró por largo tiempo la capitalización del mercado neoyorquino.

Estos días General Electric anunciaba que segrega algunas de sus actividades (spin-off), una decisión a la que también se han sumado conglomerados históricos como Johnson&Johnson o la japonesa Toshiba, que se dividirán en varias entidades empresariales independientes. Pero esta no es una historia nueva: Siemens dividió sus divisiones de energía y salud, United Technologies hizo lo mismo con Otis y Carrier, Du Pont se centró en los polímeros, Ebay y PayPal se separaron, al igual que Kraft Foods y Mondelez.

Los datos de este año muestran un nuevo empuje de las operaciones de spin-off o segregación de empresas: se han anunciado en el mundo 42 operaciones con un valor conjunto de 200.000 millones de dólares (176.000 millones de euros) frente a las 38 operaciones de 2020, por 90.000 millones de dólares (79.300 millones de euros), según datos de Dealogic.

Las causas de este declive de los conglomerados como modelo empresarial son muchas. Juan José Fernández-Figares, director de análisis de Links Securities, apunta a la excusa de que no están siendo valoradas por los mercados al confundirse el todo con las partes, pero cree que en realidad se explica en la aparición de “accionistas activistas, que suelen tener un perfil más financiero que industrial o estratégico, que consideran que de este modo pueden rentabilizar mejor sus inversiones”.

Grandes tecnológicas y el capital riesgo han cogido el testigo del liderazgo por tamaño

Diego Pitarch, profesor del Master in International Finance del IEB, apunta también a las dificultades de gobernanza, como la lentitud en la toma de decisiones, y al objetivo de mejorar y centrar la imagen de la compañía, que a veces se dedica a negocios contradictorios.

La estrategia empresarial se materializa entonces en la venta de activos o de divisiones enteras o en la creación de nuevas sociedades a las que se incorporan esos activos y que pueden seguir perteneciendo al grupo, aunque con una total libertad en la toma de decisiones. A menudo también como cotizadas independientes.

Esta tendencia de los grandes conglomerados industriales en segregar negocios para teóricamente ser más rentables es fruto también de un nuevo tiempo empresarial. De un lado, el liderazgo es para las gigantescas tecnológicas de Estados Unidos, con media docena de compañías superando el billón de dólares de valor bursátil y, de otro, la aparición de poderosos fondos de capital riesgo presentes en cientos de compañías y que influyen decisivamente en la gestión.

Como recuerda Ben Laidler, estratega de mercados globales de la plataforma eToro, el ex consejero delegado de GE, Jeffrey Immelt, fue el primero en denominar al capital riesgo como los conglomerados de esta era, dado su enorme crecimiento y la posesión de una amplia franja de empresas en diversos sectores. A modo de ejemplo, la firma de capital riesgo KKR emplea a través de sus participaciones a más de 800.000 personas y su brazo de préstamos es más grande que muchos bancos nacionales.

Fernández-Figares prefiere calificar a estos fondos como sociedades de cartera activas, ya que “se inmiscuyen de forma agresiva en la gestión de las compañías, apalancado sus balances con objeto de incrementar el beneficio de las inversiones que hacen en las compañías en las que entran”. El profesor Pitarch ve una diferencia sustancial frente a los conglomerados tradicionales: “El concepto de conglomerado es más romántico y persigue objetivos como alcanzar un mayor número de trabajadores y la búsqueda de permanencia en el tiempo. Se puede hacer una comparación con el capital riesgo por tamaño pero no por el tiempo ni el tipo de gestión”, explica.

“Muchas de las grandes tecnológicas poseen una amplia gama de negocios y cada vez tienen más estructuras de conglomerado. Solo basta mirar a Alphabet y la decisión más reciente de Meta Platforms”, explica el estratega de eToro. Como explica el director de análisis de Link Securities, también subyace un tema político. “En EEUU los legisladores de ambos partidos están a favor de partir estas compañías. Un ejemplo fácil sería Amazon, que podría dividirse entre su negocio de nube y el de distribución minoristas. El resto de grandes tecnológicas también podrían hacerlo, aunque hasta el momento se han resistido. Las subidas en Bolsa tampoco les fuerzan a ello”, explica.

Así, el auge de estos valores y sus múltiples actividades en el ámbito tecnológico les hacen diferentes, según Diego Pitarch, frente a los conglomerados tradicionales. “Las grandes tecnológicas tienen negocios complementarios con sinergias muy poderosas, algo que no ocurre en los antiguos conglomerados. Es posible que en el futuro sí se dividan como ocurrió con IBM, que separó la actividad del software del hardware”, indica.

En el caso de España, el mundo de los conglomerados industriales fue muy ligado a la banca. Casi todas las entidades tenían una cartera industrial sobre la que ejercían una influencia directa. Los cambios legislativos que penalizaban estas participaciones con un gran consumo del capital y aventuras de resultado tan cuestionable como la de Banesto, pusieron fin a estas estrategias. Únicamente queda Criteria, principal accionista de Caixabank, como último recuerdo de esa estrecha relación entre banca e industria.

Rumasa y a la Nueva Rumasa, casos poco ejemplarizantes de la historia económica del país, fueron otros ejemplo de conglomerados. La primera acabó en nacionalización debido a una contabilidad insostenible y la segunda, en una de las mayores estafas que han sufrido los ahorradores españoles con sus emisiones de pagarés a altísimos tipos.

La banca gana con bodas y divorcios

Ingresos. La banca de inversión ha recibido ingresos de 4.500 millones de dólares desde 2011 por operaciones de divisiones empresariales, según datos de Dealogics. Un negocio redondo que también se cumple en los procesos de concentración. Goldman Sachs es el primero de la lista, seguido por JP Morgan y Lazard.

Beneficios. En lo que va de año, la banca de inversión ha ganado 1.000 millones de dólares por asesoramiento en divisiones, casi el doble de lo que ganaron en 2020, según Refinitiv. Goldman actúa como asesor de GE.

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