La inversión con el modelo de gestión discrecional de las carteras
La industria de la inversión no ha dejado de explorar fórmulas imaginativas a medida que la demanda de los particulares, independientemente de su nivel de renta, ha pedido productos nuevos ajustados a su nivel de riesgo y sus aspiraciones de rentabilidad. Además, las directivas europeas de protección al inversor, especialmente al particular, han impuesto niveles de exigencia de transparencia y profesionalidad tales que todas las instituciones financieras han tenido que adaptar su operatividad y su porfolio de productos a los nuevos tiempos. Consecuencia de todo ello ha experimentado un fuerte crecimiento en el mercado la gestión discrecional de carteras, concentrada fundamentalmente en la inversión de fondos no necesariamente comercializados por las mismas entidades. En España ya hay más de 900.000 clientes que han optado en parte por esta fórmula para buscar rentabilidad, y tienen apostados a ello nada menos que 100.000 millones de euros, en un formato que en España lidera CaixaBank.
La gestión discrecional de carteras permite a los particulares acceder a una variedad muy abundante de activos en todos los mercados, con un coste relativamente limitado y con un criterio de selección y de rotación de activos profesionalizado. Incorpora además una política de comisiones muy transparente, ya que concentra en una sola comisión todas las que el cliente particular debería abonar en caso de contratar directamente un fondo, ya sean de gestión, de depósito, etc. La negociación directa del gestor con cada fondo para conformar una cartera de multitud de clientes y de elevada capitalización facilita la rebaja de las comisiones hasta precios muy competitivos.
Lógicamente con rentabilidades cada vez más estrechas, sobre todo por los limitados retornos de los bonos soberanos y corporativos, las comisiones tienen una importancia creciente en la gestión y la rentabilidad ofrecida a los clientes, aunque en los últimos años se ha extendido entre la cultura de los inversores que la gestión del dinero cuesta dinero y que cuanto más profesional y más rentabilidad reporte, debe ser mejor remunerada.
Se trata, en todo caso, de una fórmula de gestión del patrimonio financiero a considerar por los particulares, calibrando bien el riesgo que se está dispuesto a asumir y el calendario estimado para el rescate de la inversión. Permite llegar a mercados que no están al alcance de los pequeños ahorradores y a activos de muy difícil escrutinio salvo para gestores profesionales, así como disponer de un reparto más compensado del riesgo y de una rotación de valores que exige conocimientos muy detallados de cada activo.