Proteger de una tormenta perfecta el consumo y la recuperación
El Gobierno debería apostar por aquellas teclas que sí puede manejar para apoyar a las empresas, como la normativa fiscal, las leyes laborables o la evolución del salario mínimo
El sector del gran consumo afronta el último tramo del año con razonable optimismo y las esperanzas puestas en las campañas del Black Friday y Navidad. Las grandes compañías de distribución, que se han reunido en el marco del congreso Aecoc, que celebra en Barcelona su 36 edición, confían en que el ahorro acumulado por las familias durante los meses más duros de la pandemia, cuando los confinamientos cortaron de raíz el consumo, permita apurar este último trimestre con ventas suficientes y sin grandes problemas, pese al contexto general de incertidumbre y tensiones inflacionistas que vive Europa.
El análisis, sin embargo, es considerablemente menos optimista respecto a las previsiones para el año que viene. Como se reconoce desde la presidencia de la propia Aecoc, la combinación del fuerte aumento de los costes energéticos, la crisis de las materias primas, los problemas de suministros y una regulación no lo suficientemente sensible a los riesgos y las necesidades de las empresas que han capeado los rigores de la pandemia configuran una verdadera “tormenta perfecta” para el sector. Aunque de momento las compañías están soportando de forma unilateral la subida de costes, si la situación se prolonga, estos acabarán trasladándose a los precios de venta, una posibilidad que la mayor parte de ellas descarta de aquí a final de año, pero que puede acabar siendo inevitable en los meses posteriores. El dato de la inflación de septiembre, con un alza interanual del 4%, apunta hacia una tendencia alcista en los precios que no es privativa de España y ni siquiera de Europa.
Pese a que el BCE sigue insistiendo en la naturaleza temporal del aumento de costes en las economías, cada vez hay más voces que advierten del riesgo de que esas tensiones se alarguen en el tiempo, lo que podría frustrar la recuperación de la demanda y ralentizar el ritmo de la reactivación económica. Dado que existen variables de muy difícil control, como el rally de la energía o la crisis de materias primas, el Gobierno debería apostar por todas aquellas teclas que sí puede manejar para apoyar a las empresas, como la normativa fiscal, las leyes laborables o la evolución del salario mínimo. Hacerlo así supondrá apoyar a un sector fundamental para el consumo en el marco de un contexto cada vez más incierto, como también respaldar a los consumidores frente a un aumento de costes que constituye ahora mismo uno de los grandes riesgos en la recuperación de las economías europeas.