Los países más pobres, los grandes olvidados en la crisis mundial del Covid-19
La Comisión Europea encarga a cinco fotógrafos documentar testimonios de los más vulnerables en Haití, Líbano, Bangladesh, Ecuador y Uganda
Un año y medio después del estallido de la crisis sanitaria mundial del Covid-19, el número de infectados y de muertes por coronavirus ha descendido exitosamente a medida que se superan las olas de contagio con el avance de la campaña masiva de vacunación. Pero para algunas epidemias, como la desigualdad social, aún no existe vacuna.
La pandemia paralizó al mundo durante todo un año y dejó a muchos de los países más pobres a su suerte. Con ello, se han acentuado las grietas sociales que permanecían latentes entre las naciones más poderosas y aquellas que no estaban preparadas, ni económica ni socialmente, para enfrentar una nueva amenaza tan mortal como el Covid.
Haití, Uganda, Bangladesh, Líbano y Ecuador son algunos de los países entre los grandes olvidados en la crisis del Covid-19; una pandemia que obligó a cada territorio a cerrar filas para asegurar, primeramente, la supervivencia de sus nacionales, tanto con suministros médicos como con recursos económicos que les permitieran afrontar la factura del coronavirus.
Para documentar el deterioro en la vida de las personas más vulnerables en medio de la crisis sanitaria, cinco fotógrafos de la agencia MYOP viajaron a estos cinco países entre noviembre de 2020 y febrero de 2021 con el proyecto #SaferTogether de la Comisión Europea, una campaña que ha buscado limitar el impacto del Covid-19 entre los más pobres y para la que la Unión Europea ya ha movilizado más de 38.500 millones de euros que permiten llevar alimentos, proporcionar vivienda y el acceso a agua potable en estos países en vías de desarrollo.
Consecuencias profundas
En 2020, la Comisión Europea aseguró que el brote del coronavirus dejaría consecuencias profundas. Tras convertirse en una pandemia mundial en marzo del año pasado, los estragos del virus en la sociedad ya trascendían el número de fallecidos por la enfermedad y empezaba a ganar terreno en lo económico. La CE advirtió de que la crisis ya estaba ejerciendo presión sobre las comunidades, aumentando los pedidos de protección social, reduciendo la actividad empresarial e interrumpiendo las cadenas de suministro.
En países que dependen anualmente de las ayudas económicas internacionales, como Haití, sobrevivir al virus es solo una de las dificultades diarias que tienen que enfrentar los ciudadanos de la nación más pobre del hemisferio oeste.
Con una renta per cápita de 1.006 euros, sus habitantes suelen depender del cruce diario de la frontera con República Dominicana para encontrar trabajo o comprar mercancías. Pero la crisis del Covid-19 obligó a cerrar el paso, quedando 150.000 haitianos del lado dominicano, sin poder regresar a casa y sin poder seguir trabajando en las actividades del turismo, truncado por la pandemia.
En el relato del país caribeño, bajo el lente de Guillaume Binet, destaca la historia de Wisner, un haitiano que, intentando huir de la pobreza acentuada por el Covid, logró llegar hasta Bahamas en bote, pero una vez cruzó los 855 kilómetros, fue detenido por las autoridades bahameñas y deportado a Haití.
De vuelta a su país, sin dinero y sin algún conocido que pudiera socorrerle, Wisner contactó a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), una de las entidades financiadas en este programa de la Unión Europea, quienes le apoyaron con alimentos y una pequeña cantidad de dinero para que pudiera regresar a Cap Haitien, el pueblo donde reside.
El bloque comunitario ha activado tres millones de euros para enfrentar el Covid en Haití (con más de 20.000 contagios), cuyo sistema sanitario estaba en ruinas al estallar la pandemia: 58 de las 66 ambulancias disponibles en todo el país estaban fuera de servicio.
Crisis de refugiados
Los cinco fotorreportajes se centran en países cuyas rentas per cápita España supera por cinco veces en el mejor de los casos, como Ecuador, y por 33 en el peor, Uganda. Pero, además, estos territorios han afrontado la factura de la pandemia no solo para sus ciudadanos sino también para los refugiados que han llegado a sus fronteras.
Uganda, por ejemplo, ha cuadruplicado en cuatro años su población de refugiados en uno solo de sus campamentos, hasta alcanzar los 125.000 en Kyaka II en 2020, siendo actualmente el mayor receptor de refugiados en África.
Por su parte, Líbano ha sido el destino de 1,5 millones de refugiados de la crisis de Siria y Bangladesh ha acogido en el campo de Kutupalong a unos 750.000 Rohingyas huidos de Myanmar. Al otro lado del hemisferio, Ecuador ha sido testigo de la avalancha migratoria de los venezolanos, que ya suma unos 400.000 a su territorio.
En todos los casos, el Covid-19 ha dificultado más el acceso de la ayuda humanitaria a estos campamentos, donde casi tres millones de personas viven diariamente en las condiciones más precarias del mundo, en medio de una pandemia inclemente con los más vulnerables.