La raíz profunda de la inversión en las empresas más sostenibles
La extendida sensación de que podía existir una burbuja se va disipando con el tiempo
Nada menos que 1,4 billones de euros han entrado en los más de 1.900 fondos que reconocidamente invierten en proyectos etiquetados como ESG (siglas en inglés de environmental, social and governance), en lo que se ha convertido en la más poderosa megatendencia inversora para atraer las apuestas de una sociedad cada vez más concienciada de los valores sociales, de buen gobierno corporativo y de la sostenibilidad del planeta. Si la conciencia de los nuevos inversores estaba tomando fuerza en los últimos años, tras la pandemia se ha intensificado, extendiéndose el concepto de sostenibilidad a cuestiones antes al margen, aunque ello haya provocado, primero, una sensación de burbuja, y segundo, grandes dudas sobre qué es sostenible y qué no lo es. No hay una regulación explícita ni siquiera en Europa, donde la sensibilidad en la materia está más avanzada, pero las agencias de calificación tienen ya programas de valoración sobre tales conceptos y las propias empresas hacen un esfuerzo por clarificar si sus proyectos industriales y sus emisiones de bonos responden a los criterios de sostenibilidad.
Lo hacen, entre otras cuestiones, porque está demostrado en los últimos años que las inversiones en sostenibilidad tienen un plus, aunque sea pequeño, de rentabilidad sobre las que no lo son o las que simplemente no se consideran como tales. Las empresas no quieren perder el tren de la lucha contra el cambio climático porque han observado que cuenta con el favor de los inversores, lo que les da mejores garantías de financiación de sus proyectos, ya sea a través de crédito bancario, de emisiones de deuda o de ampliaciones de capital en los mercados bursátiles.
La extendida sensación de que podía existir una burbuja en este tipo de inversiones, especialmente en las destinadas a la generación y comercialización de energía verde, se va disipando con el tiempo, a medida que los volúmenes de inversión imponen su masa crítica y que las tecnologías van proporcionando mayores eficiencias a las instalaciones que hace unos años parecían una aventura ingenieril con poco recorrido de negocio. Pero esta gran megatendencia que antes era una anécdota experimental compite ya abiertamente con otras megatendencias que tienen profundas raíces en el mercado, como pueden ser el negocio que generará el envejecimiento de la población en el mundo OCDE, la provisión de agua, las grandes infraestructuras o la salud, ya sea con empresas hospitalarias o farmacéuticas. La retirada de los procesos de carácter fósil tardará unos cuantos años, pero es inevitable, y las apuestas de los particulares deben virar, por tanto, hacia proyectos sostenibles, seleccionando entre los que tengan ya contrastado desempeño.