El camino hacia la nube europea
Europa debe apostar por invertir en mejores infraestructuras, garantizar el libre flujo de datos y aumentar la ciberseguridad
La política de la Unión Europea sobre cloud computing ha sido consistente desde que se definiera la primera estrategia en el 2012. En ese momento, se trataba de aprovechar el potencial de esta infraestructura tecnológica para reducir costes y mejorar la productividad de las empresas.
Ese primer objetivo fue perfilándose y en el 2015 se abre paso a la creación de la Nube Europea de Ciencia Abierta (EOSC por sus siglas en inglés). Su finalidad: desarrollar un entorno seguro para almacenar, compartir, procesar y reutilizar recursos para la investigación (como publicaciones, datos y software).
Hoy estamos de lleno sumergidos en una economía de datos y hay mucho más en juego. La computación en la nube es determinante para la innovación y las tecnologías impulsadas por datos, como 5G, inteligencia artificial e internet de las cosas. Las tecnologías de la nube además permiten desarrollar un modelo de almacenamiento y procesamiento de datos tanto en centros de datos centralizados como en dispositivos conectados cerca del usuario, lo que en inglés se denomina edge computing. Y esto es decisivo si tenemos en cuenta que, de acuerdo con las estimaciones de la Comisión Europea, en 2025 el 80% de todos los datos se procesarán on the edge.
En este contexto, ¿cuáles son los pasos siguientes? Un requisito previo es contar con las infraestructuras físicas adecuadas. Por eso la inversión en redes de muy alta capacidad, junto con una gestión eficiente del espectro es capital. En consecuencia, es necesario que se complete la transposición del código europeo de las comunicaciones electrónicas, proceso que inexplicablemente se está retrasando en demasiados países de la Unión Europea.
Además, es esencial contar con infraestructura digital, entendida como los recursos físicos necesarios para posibilitar el uso de datos, dispositivos, métodos, sistemas y procesos informáticos. Un campo en el que la UE no destaca globalmente, sigue dependiendo de procesadores (chips) estadounidenses, tres compañías americanas dominan el mercado global. Por otra parte, el mercado de los servidores, almacenamiento y recursos informáticos de la computación en la nube está en manos de cinco proveedores no europeos y, por último, los dos supercomputadores más potentes del mundo son chinos.
Para hacer frente a esta deficiente situación se han aumentado sustancialmente los fondos europeos de investigación dedicados a las infraestructuras digitales. Entre 2014 y 2020, la UE invirtió alrededor de 300 millones de euros en proyectos relacionados con la computación en la nube. Para el periodo entre 2021 y 2027, esa inversión alcanzará los 2.000 millones de euros, a los que hay que sumar los más de 2.200 millones que el programa Europa Digital destinará a la compra de dos supercomputadores de última generación. Todo ello sin olvidar que parte de los fondos de recuperación pueden, directa o indirectamente, dedicarse a fomentar un mayor desarrollo de las tecnologías de la nube.
Pero no todo es infraestructuras. La Unión Europea debe promover el desarrollo de ecosistemas innovadores, el intercambio de datos entre empresas y organizaciones públicas y garantizar el libre flujo de datos. Además, es necesario que los usuarios de la nube puedan mover sus datos y aplicaciones de un proveedor a otro.
Para contribuir a alcanzar estos objetivos, en el Parlamento Europeo se están debatiendo ahora propuestas legislativas como el reglamento de gobernanza de de datos, la revisión del reglamento de seguridad de las redes y sistemas de la información, el reglamento de servicios digitales y el reglamento de mercados digitales. Todas ellas van a contribuir a configurar el modelo de desarrollo de la nube en Europa.
Los estándares de seguridad son también de especial importancia. La agencia de ciberseguridad de la UE, Enisa, está finalizando un esquema único de certificación que debería ponerse en marcha en el transcurso de 2021.
Ahora bien, no hay que dejar de mencionar la importancia de fomentar una estrecha colaboración con el sector privado. Colaboración que está presente en el proyecto GAIA X liderado por Francia y Alemania y que constituye un paso importante en el desarrollo de estándares comunes en materia de infraestructura de nube. Además, este proyecto es la base de la recién creada Alianza Europea para los Datos Industriales y la Nube, una de cuyas principales iniciativas será la definición de estándares europeos de seguridad y privacidad.
Finalmente, no quiero dejar de hacer una brevísima reflexión sobre la soberanía digital, presente últimamente en tantos debates, incluido el de la estrategia de la UE para la computación en nube. En mi opinión, ese concepto no puede dar cabida a una narrativa proteccionista. Muy al contrario, la digitalización nos ofrece una gran oportunidad para aprovechar nuestras fortalezas y superar nuestras debilidades. Lejos de una visión proteccionista, la soberanía digital debe entenderse como un gran catalizador para que Europa afronte la globalización desde una economía abierta y competitiva. Y desde esos fundamentos se tiene también que pavimentar el camino hacia la nube europea.
Pilar del Castillo es Eurodiputada y Chair of the European Internet Forum