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Por qué se pagan 2,4 millones por el primer tuit

Los NFT ponen fin al reto de la autoría y la propiedad en internet

El primer tuit de la historia, publicado por Jack Dorsey.
El primer tuit de la historia, publicado por Jack Dorsey.

Desde que en marzo Christie’s subastó la pieza de arte digital Everydays: the First 5000 Days (Todos los días: los primeros 5.000 días), de Beeple, por 57 millones de euros, los NFT (objetos únicos no fungibles, por sus siglas en inglés) han pasado a la primera línea del mundo del arte. Un NFT es un código único, que no es hackeable y que se registra con blockchain, donde quedan registradas todas las transacciones que se realizan con la pieza. Esta tecnología ha supuesto un antes y un después en el arte digital porque permite trazar la obra y garantizar su originalidad, lo que suponía una importante barrera para la comercialización de este tipo de piezas. “El arte digital, que es una disciplina que llevaba mucho tiempo en escena, ahora ha encontrado una forma de tener más valor porque se garantiza su autenticidad. El blockchain ha permitido que en lugar de ser solo una idea en el espacio digital, las obras sean algo más tangibles, porque puedes tener su propiedad”, explica Beatriz Ordovás, directora del departamento de arte de posguerra y contemporáneo de Christie’s España.

Después de Beeple, en abril fue el turno del artista digital Pak, que subastó a través de Sotheby’s una serie que llamó The Fungible Collection (La colección fungible), donde una de sus obras, The Pixel, un píxel gris alcanzó los 1,1 millones de euros. Su comprador, Eric Young, alardeaba en su cuenta de Twitter: “¿Cómo reflejará la historia esta época?, ¿Cómo se recordará esta obra?, ¿Cómo me recordarán a mí?”, planteaba a través de su perfil. Pero, ¿por qué alguien pagaría millones por algo que puede tener a su alcance gratuitamente?

La obra 'Everydays: the First 5000 Days', de Beeple.
La obra 'Everydays: the First 5000 Days', de Beeple.

Para el director del máster en Riesgos financieros de Comillas ICAI, Luis Garvía, no cabe duda de que, en este último caso, lo que buscaba el comprador era notoriedad: “Evidentemente, es un gracioso, pero lo que plantea no dejan de ser preguntas trascendentales. Y es que parte del juego también está ahí”. Pero esta tecnología trasciende el mundo del arte para aplicarse a campos muy diversos dentro del universo de internet, aunque con una problemática común: “Estamos aún en fase de experimentación, pero pretende solucionar una cuestión que viene de muy lejos en relación a los derechos digitales”, opina el profesor de la UOC Pau Alsina. Desde la piratería a la autoría de los memes pasando por, ahora, el mundo del arte, el origen de las cosas siempre ha sido un reto en el entorno digital.

Uno de los casos más paradigmáticos fue la subasta del primer tuit de la historia, publicado por el cofundador de la plataforma Jack Dorsey, que alcanzó los 2,4 millones de euros en marzo. Lo recaudado se destinó para fines benéficos, pero lo interesante de este ejemplo es que abre un nuevo mercado prácticamente infinito. “Cualquiera de nuestros hábitos, de nuestras manías, es susceptible de convertirse en un NFT”, expone Garvía, quien recuerda que esto ya sucedía antes con los autógrafos en cualquier objeto. En cualquier caso, el objetivo de Dorsey es que se utilizara más Twitter, continúa el experto, quien también ve una oportunidad para emplearlo como campaña de publicidad.

'The Pixel', creado por Pak.
'The Pixel', creado por Pak.

El mundo del deporte tampoco es ajeno a este fenómeno. La NBA ha creado un portal, NBA Top Shot, en el que comprar cromos virtuales con las mejores jugadas. La plataforma cuenta, además, con un mercado secundario en el que se pueden revender. El récord está en un mate de LeBron James por 175.000 euros, pero hay una amplia oferta de intercambios desde tres euros. “Es la misma idea que hay con los cromos. Cuando compras un cromo tampoco estás comprando el alma del futbolista, no dejan de ser trozos de papel, pero no todo el mundo puede hacerlo porque no tiene los derechos, esto te da un certificado de autenticidad”, justifica Garvía.

Se publican 456.000 tuits por minuto y en todo momento hay alguien jugando al baloncesto en algún lugar del mundo, pero no todo tiene valor. Esta es la idea que defiende la portavoz de Christie’s: “La gente puede hacer un NFT de cualquier cosa, pero no porque le pongas ese apellido va a ser interesante para los demás”. Por eso, su reto es vincularlo al mundo del arte, donde, asegura, sí que se están haciendo cosas muy relevantes y están evolucionando a gran velocidad, aunque no todo vale. “Para que nosotros lo vendamos, tiene que tener un valor artístico, un concepto detrás”, añade.

Un cromo virtual con un mate de LeBron James.
Un cromo virtual con un mate de LeBron James.

Esto también abre las puertas a nuevas formas de consumo del arte. “Compras los derechos de la obra y lo puedes disfrutar de muchísimas formas. Al principio, buscamos disfrutarlo como el arte al que estamos acostumbrados, tendemos a pensar en imprimirlo y ponerle un marco, pero la idea es no quedarse ahí”, desarrolla Ordovás. Proyectarlo en un edificio o en pantallas que vayan al ritmo de la música en un festival son solo algunas de las opciones que plantea. Así lo ve también Alsina: “Tú tienes los derechos de explotación, el valor que les extraigas dependerá de tu creatividad”.

El profesor de la UOC cree que aún es muy pronto para ver todo el potencial, pues aún es algo experimental. Además, aclara que también levanta cierta controversia entre los artistas porque, en contra de lo que se pueda pensar, es poco sostenible. “El blockchain es una tecnología muy costosa a nivel energético”, recuerda. Si bien esto es solo el principio y se irán produciendo mejoras.

“En este momento hay mucho ruido, hay que dejar pasar la oleada y los grandes titulares e ir viendo cómo se va aposentando. Ha habido muchas operaciones, pero se basan en un valor especulativo de lo que podría llegar a alcanzar, no en un valor ya contrastado”, apunta. En este sentido, la experta de Christie’s insiste en que este formato tiene mucho futuro por delante: “No va a desparecer porque se están haciendo cosas muy buenas”. Aunque sí admite que todavía debe tener más recorrido: “Ahora mismo todo el mundo está viendo la euforia, pero, como todo, lleva un proceso”, matiza.

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