El plan de recuperación desquicia a PSOE y PP
Los dos grandes partidos fían su futuro al éxito o fracaso de un plan que no quieren compartir ni Gobierno ni populares
España se encuentra en una situación extremadamente delicada, que gracias al apoyo de la Unión Europea y del Banco Central Europeo no se ha convertido en un drama social difícil de imaginar. Pero siendo esto grave, lo peor es que la desgracia de la pandemia ha cogido al país con la menor reserva de capital político de la democracia y el mayor encadenamiento de elecciones de la historia.
El cierre de las urnas en Cataluña abría un horizonte de dos años sin elecciones, pero el pacto de PSOE y Ciudadanos en Murcia y las ansias del PP de Isabel Díaz Ayuso en Madrid han metido a España en una papeleta sin fin. Por tanto, lejos de avanzar hacia el consenso que demanda el desafío histórico que afronta este país, los principales partidos se han lanzado a buscar diferencias con las que llenar la bolsa de votos.
Cada día hay una nueva oportunidad más para desesperarse con la calidad de nuestros representantes políticos, lo que se refleja en la desesperanza y desconexión del ciudadano, por no hablar del alineamiento sin complejo de buena parte de los medios de comunicación.
“¿Usted quién se cree que es?” Este fue el arranque de la contestación de Pablo Casado a Pedro Sánchez en el debate del miércoles en el pleno del Congreso de los Diputados. El discurso del presidente del Gobierno le había dado argumentos más que suficientes para una dura crítica, pero el desprecio al presidente de tu país no debería estar entre sus herramientas. Si no se respeta al presidente del Gobierno difícilmente se va a respetar al líder de la oposición.
Este lenguaje irrespetuoso, matón, no encaja con Pablo Casado. Es más propio de su número dos, Teodoro García Egea, que ya echa de menos sus embarradas con Pablo Iglesias. La trayectoria de Casado hace que encaje más con el contenido y la forma que aplicó a Santiago Abascal cuando lanzaron la moción de censura.
Es evidente que el Gobierno está abusando del marketing con el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, con los 140.000 millones que nos van a venir de Europa. Lo han presentado reiteradas veces utilizando diferentes formatos y lo volverán a hacer, puesto que Bruselas, que es quien paga, aún no ha dicho la última palabra.
Sin embargo, el PP no dijo ni palabra del contenido, que ni le interesa. Como viene siendo habitual, las intervenciones más serias, contundentes y al grano vinieron de formaciones más pequeñas, aunque decisivas. Este es el caso de Inés Arrimadas (Ciudadanos), una líder sin partido; de Aitor Esteban (PNV) o Íñigo Errejón (Más País).
La mejor manera de desarmar la campaña del Gobierno a cuenta del plan no es negarle la autoridad al presidente del Gobierno, no; si no recordarle que él es el responsable. Eso es lo que hizo Aitor Esteban, quien, después de pedir más prudencia y menos buenismo, le espetó: “Ustedes marcan en exclusiva el qué y el quién, pero no se sabe ni cómo ni dónde pedirlos”. Y remató con la crítica de fondo más preocupante. El plan es una suma de líneas de actuación que no atiende a planes generales. Es decir, si un ayuntamiento tiene un plan que abarca actuaciones en energías renovables, educación, rehabilitación de vivienda, gestión de aguas residuales, digitalización y fomento de la eficiencia agrícola, por ejemplo, le espera una yincana por departamentos del Gobierno que están sobrepasados. La clave está en los pequeños detalles, como le dijo Aitor Esteban, que le sacó al presidente del Gobierno ejemplos concretos. El drama es que el dichoso plan, que es la tabla de salvación de este país, desquicia los intereses de los dos grandes partidos. Si sale bien, fija al PSOE en Moncloa para una década, tiempo demasiado largo para cualquier liderazgo en la oposición. Mientras, el Gobierno nos entretiene con versiones y actualizaciones de un plan de país que lo aguanta todo, pero como diría Esteban, seguimos sin saber ni cómo ni dónde. El Gobierno no quiere decir que todo va con retraso, que el Plan aún no ha sido aprobado por Bruselas.
Para el PP, el Plan de Recuperación es el enemigo a batir, puesto que es un instrumento que si funciona lo va a anclar en la oposición por mucho tiempo. Dos legislaturas más sin tocar poder implicarían uno o varios cambios en la dirección del PP, un escenario en el que ya hay muchos trabajando en el partido. De ahí la relevancia de las elecciones autonómicas de Madrid, donde el éxito de Díaz Ayuso puede ser la antesala de la retirada de Pablo Casado y el fracaso, también.
Pese a los problemas de fondo que tiene España, empezando por cómo se va a pagar una deuda que supera ya el 120% del PIB, que será una losa para generaciones, la política está marcada por la urgencia del corto plazo, del tuit. Es desolador ver la distancia que hay entre el tamaño descomunal del reto que tiene este país y la nadería que hay alrededor de buena parte de los que nos mandan o pretenden hacerlo.
Por tanto, no debe sorprender que las encuestas ya digan que la clase política es el principal problema de España, algo que desgraciadamente no es una singularidad. Si damos una vuelta por los países de nuestro entorno vemos que en Italia han tenido que hacer un casting para buscar un primer ministro fuera de la política, al que desalojarán el día que no les siga la corriente. La esperanza la marca Estados Unidos con el fin de Trump, pero la gran incógnita va a ser Alemania. Lo que más nos importa es quién va a suceder a Angela Merkel y ahí no nos van a dejar votar.
Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información. Profesor de la Universidad Complutense
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