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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La necesaria reforma de nuestra economía

Más allá de los últimos datos del paro, hay que empezar a ser conscientes de que esta no es una crisis laboral, sino estructural y sistémica

Los últimos datos de paro publicados son desoladores lo miremos como lo miremos, sin paliativos, y peor aún si tenemos en cuenta que no se están contabilizando todas las personas que realmente están sin actividad porque nos hacemos trampas al solitario y eso no ayuda a mejorar esta crisis laboral. Hay más de seis millones de personas que no trabajan y hay muchas que lo hacen a tiempo parcial y por tanto también habría que contabilizarlas en parte, porque representa paro parcial, un concepto que pocos miran. Y no es porque no quieran, sino porque no se están creando las condiciones necesarias para dinamizar el mercado de trabajo y porque los efectos económicos de la pandemia y la falta de estímulos directos no ayudan.

Si ponemos la lupa en los datos por sector de actividad, podemos observar que hay uno de ellos que ha mejorado el desempleo, como es el caso de la construcción, donde hay 5.116 trabajadores que están de enhorabuena; una cifra similar, aunque en sentido contrario, a la de la agricultura, donde el paro aumentó en 6.174 personas. Sin embargo, los datos son demoledores cuando se trata del sector servicios, pues 36.877 personas se han quedado sin trabajo; en realidad serán más, pero solo se cuentan los registrado en los servicios de empleo.

Esto pone de manifiesto la vulnerabilidad que tiene el sector servicios a las crisis económicas, entre otras cosas porque más del 70% de nuestro PIB lo conforman los servicios y, además, se trata de servicios de bajo valor añadido en muchos casos y, por tanto, sujetos a peores salarios, temporalidad y precariedad laboral, aparte de economía sumergida.

El Covid-19 efectivamente ha agudizado el desempleo, pero las cifras de paro ya eran intolerables antes de la pandemia, pues con un crecimiento de nuestra economía del 2%, el paro estaba cercano al 14%, una cifra que en cualquier economía avanzada pondría los pelos de punta y que, sin lugar a dudas, conllevaría la dimisión de los responsables políticos. En Alemania se han puesto nerviosos durante la pandemia cuando han alcanzado una tasa de 4,6%, en Portugal el 6,5%, en Estados Unidos han llegado a tener el 6,7% e incluso miden las solicitudes semanales de desempleo, así una larga lista. Y lo que nos diferencia es un mercado laboral más flexible, una mayor productividad y un mayor grado de industrialización de sus economías junto con servicios de muy alto valor añadido.

Más allá del simple dato del paro, debemos ser conscientes de que no se trata de una crisis laboral, sino sistémica y que los desalentadores datos de empleo son realmente una llamada de atención para que nuestros políticos se pongan en marcha y con determinación dibujen la hoja de ruta hacia la transformación de nuestro sistema productivo, cuya consecuencia es el desempleo endémico y estructural que sufrimos desde hace décadas. Un modelo que aún sigue anclado en el siglo XX y donde hacemos gala de ser una potencia mundial en turismo de “sol y playa” con las vulnerabilidades que ya sabemos que tiene.

Uno de los vectores de crecimiento de cualquier economía avanzada es el mayor peso que cada vez más tiene el sector terciario, donde los servicios son la clave. Sin embargo, no todos los servicios son iguales y, por tanto, no todos generan un crecimiento sostenible y resiliente como se dice ahora, sino que, en algunos países, la estructura económica condiciona la sensibilidad a las crisis, como es el caso de España.

Estamos a las puertas de todo un nuevo mundo tecnológico, donde la robotización, la gestión de los datos y la inteligencia artificial, entre otros, transformarán la forma en que vivimos y nos relacionamos. Por ello, necesitamos urgentemente una reconversión hacia la mayor industrialización y desarrollo de servicios avanzados, de alto valor añadido, soportados sobre tres pilares: la innovación, digitalización, nuevas tecnologías y el capital humano cualificado. Y para ello, hay que fijar la agenda para la industrialización de nuestro país mediante un Pacto de Estado que ponga el foco en las pymes que representan el grueso de nuestro tejido empresarial y del empleo, y donde se aprovechen los fondos europeos para la transformación integral de esas empresas para dotarlas de medios y mecanismos que mejoren la productividad, su competitividad y una mayor presencia en los mercados internacionales.

También es importante consolidar aquellas industrias que funcionan bien y que suministran productos y servicios tanto para la demanda interna como para la exportación, evitando así la elevada dependencia de capital y tecnologías extranjeras. Para ello es clave fomentar la inversión en I+D+i hacia niveles del PIB similares a los de otros países avanzados y potenciar la inversión empresarial en las actividades industriales más punteras y que arrastrarán el crecimiento económico global, de modo que la industria tenga una mayor participación en el PIB y aumente la productividad, lo que a su vez permitirá aumentar los salarios y retener el talento dedicado a nuevas tecnologías y orientado a actividades intensivas en conocimiento, que ahora se marcha al exterior en busca de oportunidades de futuro laboral y atraer talento externo.

Una mayor industrialización, con fuerte componente de innovación y un ecosistema de servicios a su alrededor, podría ser un estabilizador implícito ante crisis y tener un efecto multiplicador sobre el crecimiento económico sostenible, así como un empleo de mayor calidad. Estamos en un momento clave para tomar las riendas de nuestro tejido productivo, utilizar sabiamente los fondos para la recuperación que vienen de Europa y transformar nuestra economía para que sea sostenible y resiliente en el futuro, pero en especial que la haga inmune a las crisis.

Juan Carlos Higueras es analista económico y profesor de EAE Business School

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