La encrucijada regulatoria del BCE respecto al ‘bitcóin’
La guerra de divisas abre un nuevo horizonte en el debate sobre quién será el depositario de la soberanía monetaria
Las recientes declaraciones de Christian Lagarde en las que deja caer que bitcóin será regulado porque es utilizado para “actividades reprobables”, suponen, en mi opinión, el comienzo oficial de lo que en la historia financiera conoceremos como algo parecido a la guerra de divisas del siglo XXI.
Con las recientes subidas de su precio, bitcóin está adquiriendo un tamaño con el que empieza a ser una molestia, aunque todavía pequeña, para el sistema financiero. Los bancos centrales necesitan respaldar la emisión monetaria (su pasivo) con activos sólidos y para ello deben buscar aquellos con una mejor relación rentabilidad-riesgo, y aquí radica el problema de raíz, pues tenemos una serie de activos en los que el riesgo es artificialmente bajo, al estar socializado. Deuda pública, sectores altamente regulados o alternativamente las Faanmg son, hoy, mucho más atractivos desde el punto de vista de la rentabilidad-riesgo que dar préstamos a empresas y particulares.
Una situación que favorece la zombificación de la economía y a la cual solo podemos hacer frente con un activo con mejor preservación del poder adquisitivo a lo largo del tiempo que compita con la deuda pública como inversión con mínimo riesgo. Por ejemplo, algo similar al oro, pero idealmente diseñado para minimizar sus debilidades y maximizar sus ventajas.
En este escenario, bitcóin tiene mínimo riesgo, ya que no requiere confiar en nadie para su funcionamiento y permite la mejor conservación del poder adquisitivo gracias a características como su mínima y decreciente inflación, mínimo deterioro (los datos de las transacciones son imposibles de retroceder), riesgo de contrapartida, volatilidad y costes de custodia.
El riesgo de contrapartida mínimo es lo que hace a bitcóin el primer activo real digital, es decir, nadie tiene que cumplir una obligación para que tenga valor, pues los agentes (mineros, usuarios, desarrolladores) participan en él motu proprio, sin ningún tipo de obligación contractual. El bitcóin, al igual que el oro, no es pasivo de nadie.
La volatilidad es un aspecto todavía negativo en este activo en cortos períodos de tiempo. En períodos largos no le preocupa a nadie, pues esta baja inflación, deterioro y costes de custodia terminan resultando siempre en un precio al alza. La volatilidad es una característica extrínseca al bitcóin, una consecuencia de la falta de consenso sobre su valoración, y es esperable que siga siendo alta mientras el mercado no termine de ponerse de acuerdo.
Uno de sus aspectos más revolucionarios es el cambio de paradigma que supone respecto a la propiedad privada. En vez de una tenencia física, la propiedad se basa en el conocimiento de claves privadas. Esto requiere un aprendizaje que no es sencillo y como ocurre en el caso de inversores institucionales cuya custodia es aún más compleja, implica la necesidad de delegar esta responsabilidad en empresas expertas en el diseño de protocolos de seguridad lógica y física.
Debemos diferenciar entre regular el bitcóin y regular aquellas áreas de actividad económica en las que este requiere al sistema financiero convencional. Lo primero es mucho más complejo de regular que lo segundo, ya que no necesita estar alojado en ubicación geográfica alguna, por lo que, si la regulación se muestra demasiado restrictiva y efectivamente existe demanda, esa riqueza portátil es esperable que se vaya a otra parte.
Muchas cosas se han intentado hacer para regular desfavorablemente la tenencia de oro durante el último siglo, y sin embargo su valor de mercado sigue rondando los 9 billones de dólares hoy en día. Un activo más portátil y menos inflacionario podría adquirir un valor superior, aunque nos ciñamos exclusivamente a su función como reserva de valor.
No sirve de nada regular el bitcóin excesivamente si no lo hacen todos los países a la vez lo que, en el contexto internacional actual, parece enormemente improbable. Por ello, es crucial que las medidas regulatorias que se adopten no vayan encaminadas a mantener el socializado riesgo de la deuda pública y con ello profundizar la zombificación económica. Lo crítico es que la regulación sea capaz de atraer capital, no de espantarlo. En una economía más portátil que nunca, Europa se juega mucho.
En Estados Unidos ya son muchas las empresas cotizadas que se han lanzado a convertir parte de su tesorería en bitcóin. ¿Cuál será la primera empresa cotizada española que, para protegerse del incierto panorama financiero, decida dar este paso?
Esta guerra de divisas abre un fascinante panorama geopolítico sobre quién será el depositario de la soberanía monetaria, si lo seguirán siendo los Estados o los individuos. Tendremos una oportunidad histórica para zanjar de una vez por todas el eterno debate sobre si el dinero es una consecuencia del Estado o un fenómeno exclusivamente de mercado.
Adolfo Contreras es Director de Desarrollo de Negocio en Prosegur Crypto