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Inversión

Recetas para adaptar la cartera a un futuro de precios más altos

La expectativa de más inflación restará rentabilidades reales pero es una señal de crecimiento que no amenaza a la Bolsa, según los expertos. Los gestores aconsejan diversificar con bonos ligados al IPC y activos alternativos

Getty Images
Nuria Salobral

La pandemia del coronavirus y la grave crisis económica han creado un nuevo e incierto terreno de juego en los mercados financieros. Los potentes estímulos fiscales y monetarios con los que, con una sincronización sin precedentes, Gobiernos y bancos centrales han ­reaccionado ante la crisis han disparado el nivel de endeudamiento a niveles nunca vistos en tiempos de paz.

La Bolsa y los bonos llevan ya casi un año conviviendo sin ningún tipo de temor con un volumen de deuda que crece sin pausa, confiados en que los bancos centrales seguirán garantizando a futuro un entorno de tipos bajos de interés que haga digerible su pago. Pero, fruto también de esos multimillonarios estímulos con los que reactivar la economía, ha surgido una nueva inquietud: la de que el crecimiento rebote con fuerza, impulsando los precios, y marque un cambio en la política monetaria. Un punto de inflexión en la inyección de dinero sin fin en que están inmersos los bancos centrales y que ha sido la gasolina del rally imparable de los activos financieros desde los mínimos del pasado marzo.

El mercado ha comenzado a anticipar un horizonte de precios al alza y el gran indicador de esas perspectivas está en los rendimientos de la deuda soberana a largo plazo. La rentabilidad del bono de EE UU a 10 años ha trepado en el mes de febrero desde el 1,067% al 1,52%, a máximos de hace un año, recuperando por tanto los niveles previos a la pandemia. Y el alza de los tipos de la deuda de EE UU –la economía en la que se centran las expectativas de los inversores de una mayor inflación– ha contagiado al conjunto de la deuda soberana.

El alza de precios sería la reacción saludable en una economía que crece y en la que por tanto deberían, entre otras cosas, subir los salarios. Sin embargo, más inflación implica menos rentabilidad real para los activos financieros, lo que explica el alza de los rendimientos de la deuda soberana. Así, un bono a diez años ya no será tan buena inversión, sin olvidar sus bajas rentabilidades, ante un encarecimiento futuro del coste de la vida. Y cuando ese bono pierde atractivo para los inversores, la caída de su precio implica el aumento de la rentabilidad que se le pide al emisor. Es decir, un incremento en el coste de financiación que es precisamente contra lo que los bancos centrales llevan luchando desde el estallido de la crisis.

Además, si la deuda ofrece más rentabilidad, la renta variable puede perder atractivo. Y después de la fuerte subida que acumula la Bolsa, ajena a una economía aún anémica, un giro en las preferencias de los inversores puede ser detonante para la oleada de ventas en un mercado bursátil frágil y en gran medida sobrevalorado.

Los inversores están elevando la presión sobre los bancos centrales, que prevén que el alza de precios de este año sea solo puntual

Las mayores expectativas de inflación han modificado por tanto el plácido guion en el que se desenvuelven los mercados financieros, pero ¿hay motivos reales para la alarma? ¿Es tal el riesgo de inflación? ¿Puede haber una subida de precios capaz de modificar la política monetaria que sostiene el delicado entramado de estímulos con el que salir de la crisis? La respuesta lanzada estos días por el BCE y la Reserva Federal es que no. Insisten en que la evolución de los precios está aún muy lejos de sus objetivos, aunque el alza de las rentabilidades de la deuda les está añadiendo presión para reforzar estímulos y no desviarse ni una coma en su promesa de apoyo a la economía. Y por extensión, al mercado financiero y su rally.

La visión mayoritaria de los expertos es que el actual mercado alcista bursátil puede convivir con tipos de la deuda más elevados sin descarrilar, aunque sí sea conveniente preparar la cartera para un futuro de precios mayor y, por tanto, de menores rentabilidades reales.

Alzas previsibles

“Lo lógico es que ante la recuperación económica y las expectativas de mayor inflación, las rentabilidades de los bonos soberanos suban. Creemos que lo que está pasando forma parte de la hoja de ruta, del plan establecido por los bancos centrales, no lo vemos como un riesgo descontrolado de mercado”, señala Manuel Gutiérrez-Mellado, responsable del negocio institucional de BlackRock en España.

La gestora estadounidense mantiene una clara apuesta por la renta variable. Después de todo, los bancos centrales van a seguir ahí para controlar a través de sus compras masivas de deuda que el coste de financiación no se encarezca en exceso y sea un obstáculo para la recuperación económica. Los inversores pueden seguir contando con ese comodín: el presidente de la Fed advirtió esta semana que la inflación no es un riesgo y que puede llevar tres años lograr el objetivo de precios de una inflación entorno al 2%.

Habrá estímulos monetarios para largo. Pero la perspectiva cierta es que los precios acabarán por subir y que la Fed será más permisiva con ello antes de endurecer su política monetaria, lo que hace aconsejable preparar la cartera de inversión.“La rentabilidad real esperada será menor y para cuando el inversor quiera reaccionar, probablemente sea tarde”, apunta Gutiérrez- Mellado, que aconseja incluir en cartera bonos ligados a la inflación y activos alternativos.

El mercado se inquieta con la subida del interés de los bonos pero pesa más la fe en la recuperación económica

Con los potentes estímulos fiscales y monetarios en marcha, una demanda deprimida con la crisis que se reactivará con la recuperación –como anticipa el alza del petróleo– y un fuerte ahorro de los hogares en espera de regresar al gasto, es lógico augurar un alza de precios. El barril de Brent ha trepado por encima de los 65 dólares, hasta niveles de enero de 2019, lo que de forma inevitable elevará el IPC, aunque no así la inflación subyacente, descontando los precios de la energía y los alimentos frescos. Ariel Bezalel, responsable de renta fija en Jupiter AM, advierte de hecho de que “se necesitará mucho tiempo para una recuperación económica total de la pandemia”. Basta recordar la débil previsión de IPC que maneja el BCE para 2023, de apenas el 1,4%.

En Pimco creen que en todo caso el alza de precios de este año sería temporal y ya estaría ampliamente descontado. “En el medio plazo la inflación subyacente estará por debajo del objetivo de los bancos centrales”, sostiene Konstantin Veit, gestor de carteras de la firma estadounidense. Pero sí augura más inflación en el largo plazo. “La protección contra la inflación debería considerarse a la hora de revisar la asignación estratégica de activos de las carteras. Los activos que ofrecen esa protección incluyen los bonos vinculados a la inflación, el oro, las materias primas y los bienes inmuebles”, añade Veit.

Pese a que el temor a una subida de precios ha llevado cierto nerviosismo a Wall Street en los últimos días, en Goldman Sachs tampoco ven motivos para pensar que una mayor inflación tenga que ser negativa para la Bolsa. “El alza de las rentabilidades de los bonos desde niveles extremadamente bajos es una señal positiva de crecimiento, lo que debería ser beneficioso para la renta variable. Mayores expectativas de inflación favorecen además a los activos protegidos frente a un alza de precios, como las acciones”, afirma la entidad estadounidense.

Goldman Sachs es claramente optimista sobre el crecimiento económico tras el azote de la pandemia y sobre el recorrido alcista de la Bolsa. Es más, cree que la intensa y firme respuesta fiscal y monetaria “ha permitido a los inversores inquietarse menos sobre los daños sistémicos o estructurales de las economías y las empresas de lo que lo estuvieron tras la anterior crisis financiera”, explica la entidad en un informe.

“La principal cuestión para los mercados financieros de cara al futuro es si existe un nivel de rendimiento de los bonos estadounidenses a largo plazo que pueda poner en peligro el frenético avance de los mercados bursátiles”, explica Axel Botte, estratega global en Ostrum AM (Natixis IM).

Hasta el momento, el mercado bursátil no ha mostrado gran susceptibilidad ante las subidas de rentabilidades, pese a la intensidad del avance. El treasury estadounidense está ya al filo del 1,5%, el nivel que Goldman Sachs contempla que alcanzará para finales de año. “No creemos que una variación en el rendimiento estadounidense a 10 años (un aumento del 1% al 1,5% o incluso al 1,75%) deba interpretarse necesariamente como algo negativo”, insiste Paul Doyle, director de renta variable europea de Columbia Threadneedle.

Como ya sucede con el elevado nivel de endeudamiento, el mercado también parece capaz de encajar tipos de deuda más altos sin tambalearse. “La complacencia es peligrosa. La inflación general podría reafirmarse en los próximos meses y los inversores en bonos podrían asustarse”, advierte Chris Iggo, director de inversiones de Axa IM. La clave está en que el ánimo de los inversores no se desvíe del mensaje de la Fed, que asegura que no hay riesgo de inflación. Y que sigan confiando en que la inflación tendría que ser más elevada durante bastante tiempo como para rebajar los estímulos monetarios.

Ganadores en Bolsa de un alza de precios

Alimentación y energía. El impacto en la renta variable europea de un alza en las rentabilidades de la deuda bien puede verse compensado por la mejora prevista en el crecimiento económico, según Bank of America, que acaba de decidirse a sobreponderar la Bolsa europea, con una apuesta clara por los cíclicos. Un alza en los precios tiene como principales ganadoras a las compañías con mayor capacidad de trasladar esa subida a los precios, como el sector de la alimentación, que disfruta además de costes fijos, y también a compañías de materias primas, como gasistas y petroleras. No en vano, el alza de precios viene de la mano del encarecimiento de la energía.

El reverso. Por el contrario, más inflación supone un elemento de presión para los márgenes de compañías con escaso control en la fijación de precios a causa de la elevada competitividad en el sector, como es el caso de las telecomunicaciones. El alza de tipos que implica más inflación es también sin duda un elemento adverso para las compañías más endeudadas.

Las apuestas. Bank of America hace una selección de las compañías europeas que más se beneficiarían de más inflación, que incluye a Siemens, Sandvik, Kion, ING, Nordea, BBVA, Legal & General, Generali, ASR, Terna, Enel o SSE.

Sobre la firma

Nuria Salobral
Es jefa de la sección de Inversión en el fin de semana y redactora especializada en temas financieros y política monetaria. Trabaja en Cinco Días desde 2006, donde ha cubierto la quiebra de Lehman Brothers, el rescate a la banca española o las decisiones del BCE. Nacida en Madrid, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense.

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