La universidad está ante el reto de digitalizarse más allá de la tecnología
La pandemia ha acelerado la adopción de las nuevas herramientas, aunque arrastra otros desafíos
Cuando Alejandro Martín, graduado en Ingeniería Aeroespacial por la Universidad Carlos III de Madrid, empezó la carrera lo hizo lleno de ilusión, pero, con el tiempo, las ganas fueron desapareciendo y el descontento fue en aumento. “Ya no tenía esa inquietud que tenía al principio. A la universidad le pedía un cambio digital, otro en el sistema educativo y otro en el de evaluación”, reconoció este jueves durante la mesa redonda virtual El reto de enseñar y aprender en tiempos de pandemia, organizada por la Fundación CYD.
El Covid-19 ha transformado todas las industrias y la educación no ha sido ajena a ello. “Por suerte o por desgracia, la pandemia ha acelerado todo esto”, reconoció Martín. También ha provocado que se conozca un abanico de posibilidades que ya existían, pero que no eran tenidas en cuenta. “Esto lo he vivido como un periodo de desarrollo profesional exprés”, aseguró la profesora de la Universidad de Oviedo Nuria Hernández, durante su intervención. Este contexto ha servido para que los docentes se acerquen a nuevas herramientas y nuevas formas de hacer las cosas. “Es una experiencia muy trabajosa y de mucha preocupación, pero la estoy viviendo como una oportunidad de movernos hacia adelante. Es apasionante porque, en pocos meses, hemos visto cambios que, de otra forma, la universidad hubiera tardado mucho en hacer”, admitió la profesora.
Hace 20 años, los más digitalizados llevaban una serie de transparencias que proyectaban en la pared con un proyector, bromeó el profesor de la Universidad de Nebrija, Fernando Tomé. “Algunas universidad estaban mejor y otras peor, todas hemos avanzado, pero lo que es verdad es que ninguna está al nivel que debería a día de hoy. Lo único bueno de todo esto es que nos ha obligado a correr más”, desarrolló el experto.
Una transformación necesaria que no pasa solo por el acceso a dispositivos electrónicos, muchos de los cuales se han cubierto con ayudas y becas, según recordó la profesora de la Universidad de Barcelona Pilar Aparicio, sino que va mucho más allá. “Si la transformación digital es meramente tecnológica, no va a servir de nada. Tiene que haber un cambio metodológico”, subrayó Hernández. La cuestión, prosiguió la docente de la Universidad de Oviedo, es plantearse qué va a suceder antes, durante y después de las clases para hacer que la experiencia de los estudiantes sea significativa. “La presencialidad debe aportar un valor”, apoyó.
Esta línea siguió también la intervención de la estudiante del doble grado en Derecho y ADE de la Universidad Complutense de Madrid Natalia Zardoya, quien recordó que la universidad es una experiencia que trasciende las clases: “Asociaciones, charlas, cursos o grupos de trabajo”. Una idea que repitió Martín, quien criticó que esta institución haya pasado de ser “un lugar para el conocimiento, donde conocer gente cercana e innovar a un sitio al que solo se acude para conseguir un título”. Eso es lo que le hizo perder la ilusión, admitió el estudiante, quien defendió que el tiempo libre extra que proporciona la educación digital debería emplearse en fomentar este tipo de actividades, educativas pero menos regladas.
Este cambio digital deberá tener presente más que nunca el factor humano. Así lo explicó también Hernández, para quien el reto está en la conexión entre personas. “Cualquier experiencia de aprendizaje deberá ser interactiva y colectiva”, aseguró. Una vivencia que corroboran los propios alumnos, quienes reconocieron haberse sentido más vinculados que nunca a sus docentes a pesar de lo complicado que fue el último curso. “Hay que profundizar en la parte emocional, la del acompañamiento a los estudiantes”, prosiguió la profesora de la Universidad de Oviedo.
Por todo ello, Aparicio negó que se vaya a producir una generación Covid-19 de estudiantes que se formaron en estas circunstancias, pues este contexto les está haciendo desarrollar diferentes habilidades, entre las que debe predominar el sentido común. “Es absurdo que hablemos de herramientas tecnológicas, que han demostrado que saben utilizar con creces”, apuntó. La asignatura pendiente ahora, consideró Martín, es un cambio en los sistemas de evaluación. Algo que, para Hernández, pasa por todo lo anterior: “Si cambiamos nuestra forma de hacer, también podremos evaluar de manera diferente. Si no, no podremos llevar a cabo prácticas muy distintas a las que teníamos hasta ahora”.