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Tribuna
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Recordando a la peseta ante su adiós definitivo

Todas las monedas y billetes que no se hayan cambiado antes del 30 de junio pasarán a ser objetos de coleccionismo

CINCO DÍAS

Durante 134 años los españoles hemos usado la peseta como enseña monetaria, pero finalmente, después de dieciocho años desde que fue introducido el euro, ha llegado la hora de darle su último adiós. Todas las monedas y billetes que no se hayan cambiado antes del 30 de junio – el periodo límite para el cambio en el Banco de España estaba fijado hasta el próximo 31 de diciembre– pasaran a formar parte de la numismática como objetos de coleccionismo. La peseta ha cumplido un papel fundamental de nuestro sistema financiero contemporáneo y en CFA Society Spain hemos querido recordarla antes de darle el último adiós.

Según los últimos datos disponibles, en octubre de este año, el importe de pesetas que quedaban por retirar alcanzaban los 1.596 millones de euros; 808 millones en billetes y 788 millones en monedas. Para hacerse a la idea, en este momento habría el mismo valor en monedas de pesetas que el equivalente a las monedas en circulación a finales de 1985.

Hoy nos resulta relativamente sencillo asociar una única moneda a un país o unión monetaria –como es el caso del euro– sin embargo, durante mucho tiempo los sistemas monetarios fueron bastante más complejos que los actuales.

Durante siglos, los sistemas monetarios europeos fueron muy caóticos, ya que incluso dentro de un mismo Reino o Estado, coexistían una diversidad de monedas en curso legal; viejas y nuevas, en diferentes metales, pesos, denominaciones y en el caso de España, monedas que eran peninsulares y americanas. Todo esto complicaba encontrar la equivalencia adecuada.

Para facilitar los intercambios, se usaban unidades de cuenta. Este concepto económico fue muy utilizado a lo largo de la historia. Consistía en un sistema en el que comprador y vendedor, se ponían de acuerdo en el precio de la transacción en una moneda imaginaria o que incluso ya había dejado de existir. En España se siguió usando durante mucho tiempo el maravedí para acordar equivalencias entre monedas incluso cuando esta ya no estaba en circulación.

Para ver el nacimiento de la primera peseta hay que remontarse al verano de 1808 en Barcelona. La ciudad estaba ocupada por las tropas napoleónicas, pero una ofensiva militar española dejó la ciudad aislada – quedando fuera del circuito monetario nacional de aquel momento.

La moneda escaseaba, y para evitar que el comercio se viese afectado, las autoridades francesas decidieron poner en marcha la casa de la moneda que se encontraba en Barcelona para acuñar monedas.

Para esta nueva moneda, se adoptó el nombre de peseta, ya que esta era la forma que la población usaba coloquialmente desde el siglo XVIII cuando se refería a los reales de a dos. Fue así como, por primera vez en la historia, aparecía el nombre de peseta en una moneda acuñada en España.

La única inscripción que figuraba era En Barcelona, rodeada por la palabra peseta y en el reverso el escudo de Barcelona, con la cruz de San Jorge y las cuatro barras. Probablemente se decidió no hacer referencia a las autoridades francesas para que esta nueva moneda no generase rechazo y fuese rápidamente aceptada por los barcelonenses.

Pero todavía habría que esperar medio siglo para que la peseta fuese la nomenclatura oficial del sistema monetario en España. El 19 de octubre de 1868, mediante una reforma se logró estandarizar (5 pesetas equivalían a 2 escudos o 20 reales o 170 cuartos) e implementar el sistema decimal en la ordenación monetaria. Como curiosidad, la primera peseta oficialmente acuñada aparecía la leyenda de Gobierno Provisional, ya que este fue el ejecutivo en aquel momento.

Coincidiendo en 2002 con la adopción del euro, llegó el momento de “inutilizar” las pesetas. Los billetes, por motivos obvios, fueron más fácil de destruir, pero en el caso de las monedas se realizó una operación logística de gran envergadura a cargo de la Casa de la Moneda.

Según los registros del Banco de España, a finales del año 2001, había en circulación 12.000 millones de monedas por un valor de 432.600 millones de las antiguas pesetas (el equivalente a 2.600 millones de euros). La mitad de las monedas eran de 5 pesetas (5.000 millones de monedas) y de 100 pesetas (1.500 millones de monedas).

Un aspecto importante que hubo que decidir antes de realizar la retirada de las monedas en pesetas fue cómo inhabilitarlas o destruirlas.

Se barajaron dos opciones. Por un lado, mediante un sistema térmico de fundición, por otro un sistema mecánico de troceado. La primera alternativa se desestimó principalmente porque los hornos disponibles no podían fundir tanta cantidad de monedas a la velocidad deseada, lo que suponía tener que almacenar con unos altos costes de seguridad la gran cantidad de monedas que se iban retirando de la circulación.

Se optó entonces por trocearlas, ya que este proceso era mucho más rápido, centralizándose todo el proceso en Zaragoza. Fue aquí donde las monedas en pesetas fueron transformándose en distintos metales. Durante los dos primeros años se obtuvieron 30.000 toneladas de bronce-aluminio, 2.500 de cupro-níquel y 200 toneladas de aluminio-magnesio. Fueron los ingresos de la venta de este material, los que se usaron para cubrir los gastos de logística y troceado de las monedas.

Kike Briega es CFA y miembro de CFA Society Spain

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