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El auge de la deuda corporativa híbrida alimenta la complacencia

La utilidad de los bonos que cuentan como capital no es ni de lejos la misma que la de las acciones

Gasolinera de BP en Kloten (Suiza).
Gasolinera de BP en Kloten (Suiza).ARND WIEGMANN (REUTERS)

El mercado en auge de la deuda corporativa está teniendo demasiado éxito para su propio bien. Compañías desde BP a Gazprom están emitiendo más bonos que cuentan como capital que nunca hasta ahora. Los bajos tipos y la sed de rendimiento de los inversores explican el porqué. Sin embargo, el mercado está perdiendo la oportunidad de encontrar algo más útil.

Los llamados híbridos corporativos están teniendo una buena crisis. Las empresas han recaudado un récord de 37.000 millones de euros hasta mediados de noviembre, un 58% más que en el mismo período de 2019, según datos de Refinitiv. Los títulos no tienen una fecha de reembolso específica y permiten a las compañías que los emiten diferir los cupones. Además, las agencias de calificación los suelen ver como mitad acciones y mitad deuda.

Ello explica su atractivo. El daño causado por el Covid-19 ha hecho que los emisores estén más dispuestos a explorar formas de reforzar sus balances en lugar de recurrir a los accionistas. Con los tipos de interés derrumbándose en todo el mundo, los inversores en bonos están hambrientos de instrumentos esotéricos a cambio de un rendimiento extra. Los bonos híbridos ofrecerán normalmente al menos el doble del diferencial (o prima sobre los tipos sin riesgo) disponible en la deuda clásica de una empresa.

Aun así, pueden ser un buen negocio para los emisores. Tomemos el híbrido inaugural de BP, emitido en junio. Cuenta como mitad deuda, mitad capital. Asumiendo un coste de la deuda del 1% a 10 años, y el coste de capital del 9% de la empresa petrolera estimado por Morningstar, costaría alrededor del 5% replicar un híbrido con bonos y capital tradicionales, antes de cualquier beneficio fiscal. Sin embargo, el híbrido equivalente a 2029 de BP pagó un cupón de solo el 3,6%. En otras palabras, su coste de capital implícito era de poco más del 6%, según nuestros cálculos.

El problema es que la utilidad de los híbridos no es ni de lejos la de las acciones. Puede que se difieran los cupones, pero aun así hay que pagarlos. Las compañías se enfrentan a penalizaciones si no cumplen cuando está previsto. Los bajos cupones de los híbridos sugieren que las agencias de calificación están exagerando sus similitudes con las acciones.

El riesgo es que las compañías están acumulando pasivos que son más parecidos a la deuda de lo que parecen. En cambio, podrían emitir bonos que absorban las pérdidas con mayor facilidad antes de que una empresa quiebre, por ejemplo, dejando que se cancelen los cupones, y no solo que se aplacen, cuando la deuda alcance ciertos umbrales. Los inversores exigirían un mayor rendimiento. Pero con los tipos tan bajos y la demanda de deuda a la moda elevada, los emisores probablemente podrían seguir permitiéndoselo.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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